Dom 08.09.2013
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DOS MANOS Y 500 MIL DIBUJOS

En la semana en la que se celebró el Día de la Historieta, dos de los máximos exponentes del género, provenientes del under, están en plena actividad. Luego de haber hecho una retrospectiva en su ciudad natal, el rosarino Max Cachimba presenta en Buenos Aires la intimista muestra Introducción al bolero, en la que despliega la suma de sus pequeños caprichos y lo mejor de su estilo. Por su parte, el mejor Robert Crumb de la nueva historieta argentina, el renovado Diego Parés, termina de consagrarse con el libro 500 dibujos y la muestra 500 mil dibujos, en donde expone todo lo que fue creando en la libertad de su tablero, más allá de sus trabajos profesionales en las revistas del medio.

› Por Martín Pérez

Un auto, un avión y un elefante con un sombrero. Y también un gato, una flor, un caballo, un soldado, un tanque, un edificio y mil cosas más, dibujadas con trazo infantil, de pared a pared –y el piso– de un pequeño departamento. Como remate del gag, a la derecha de la tira de un único cuadrito, aparece la dueña de casa, con cara de no poder creer lo que está viendo. Su pequeño hijo la mira consternado de abajo a arriba, ofreciéndole lo que queda del instrumento con el que redecoró todo el hogar, casi disculpándose en su media lengua con una pregunta memorable: “¿No ez increíble todo lo que puede tened adentro un lápiz?”. Aquella inolvidable tira protagonizada por la madre de Mafalda y su hermanito Guille es lo primero que viene a la mente al hojear el fascinante 500 dibujos (Llanto de Mudo/ Musaraña), cuya flamante edición será acompañada por una muestra que se inaugurará este viernes, bautizada como 500 mil dibujos. Recorriendo página tras página de fantásticas explosiones, cuidados retratos, gags que no necesitan remate, remansos de placidez descriptiva y todos los mundos a los que lleva esa puerta siempre abierta que es el dibujo más libre que se pueda imaginar, es imposible no terminar parafraseando aquella obra maestra de Quino, y pensar en lo increíble que es todo lo que puede tener adentro un Parés.

“Ni los chistes de su sección Humor Petiso, ni sus páginas de la revista Barcelona, ni sus historietas con Podetti para Telam, ni los juegos para chicos en revistas infantiles, ni sus historietas para la revista Fierro”, advierte el anuncio del libro y la muestra de Diego Parés, un dibujante que empezó muy joven y fue explotando en muchas personalidades, hasta terminar convirtiéndose en uno de los grandes nombres ocultos dentro del mundo local del humor y la historieta. Porque lo que estalla en las páginas –y las paredes– de 500 dibujos son todas esas otras cosas que hace Parés cuando no trabaja, por el placer de dibujar o por necesidad de expresarse. “A mí el dibujo siempre me salvó la vida”, asegura sin poder sentarse en la terraza de su casa cerca del Parque Chacabuco, porque cuando habla de su vida –y sus dibujos, que muchas veces es lo mismo– no puede quedarse quieto, sin un cigarrillo y un café a mano. Por eso los dibujos, claro. Por eso también esa necesidad de cambiar y cambiar de estilo, siempre mudando de piel, siempre probando algo nuevo, yendo y viniendo. “Lo que más me gusta hacer es Rispo, pero no podría hacer sólo eso. Porque me terminaría embolando igual.”

CON QUINO EN EL VATICANO

Foto: Catalina Bartolome

“Yo creo que adentro no hay nada”, dice Parés. Lo dice de pronto, casi sin avisar, mientras habla de las ventajas de salir a dibujar al aire libre y no ante el tablero. Sentir el viento, desconcentrarse un poco, ir soltando la mano. La pregunta era si al irse soltando puede ir apareciendo algo, pero Parés la desarma antes de que se termine de formular. “No hay carozo, sino que es como una cebolla. Vas sacando capas y te quedas sin nada”, ejemplifica después de que ya no hace falta respuesta. Y remata, contundente: “No hay un yo verdadero”.

El primer yo del dibujante Parés apareció muy temprano en su Haedo natal, apenas se dio cuenta de que la gente grande se copaba con sus dibujos. Como su padre era arquitecto, el pequeño Diego creció entre tableros de dibujo. “La gente cree que un buen dibujante es el que dibuja igual que una foto. Pero para foto, está la foto. El realismo es fácil. Lo difícil es dibujar”, explica Parés, que se pasó la adolescencia buceando en lo que él llama hiperrealismo, mientras leía la revista Humor y se moría por publicar. “Me acuerdo de que con un amigo agarramos la guía de teléfonos, y buscamos el nombre: Joaquín Lavado. Así fue como Quino nos recibió en su casa. ¡Para mí fue como estar en el Vaticano!”, recuerda Parés, que cuenta que Quino fue muy amable. “Nos sentó y traía libros de Saúl Steinberg para mostrarnos. ¿Podés creer que éramos tan nenes que ni se nos ocurrió pedirle un dibujo?”.

QUEMANDO ETAPAS

Pero mientras que la realidad se podía intentar dibujar tal como era, el humor gráfico era otra cosa. Ahí fue cuando apareció el primer otro yo del pequeño Parés. Asegura haber copiado a un dibujante llamado Cilencio cuando, con doce años, llevó unos chistes a la revista Feriado Nacional. Para el primer chiste que le publicaron, en la revista Canta Rock, la víctima fue Meiji. Cuando empezó a publicar en SexHumor, con el seudónimo de DAP, al que copiaba era a Douglas Wright. “Durante tres años, lo único que hice fue chistes”, cuenta este producto auténtico del humor gráfico local, por eso es que asoman en su historia tantos nombres de dibujantes perdidos en el tiempo. “Siempre fui muy tímido para arrancar. Me das un lugar, y yo me quedo ahí.”

Pero entre el camino del humor gráfico, y sus intentos con el realismo, de pronto Parés cuenta que todo le estalló en las manos. El joven escondido detrás del tablero, el jovencito que no se mueve de su lugar se escapó, y abrió la puerta como un dibujante fértil, dándose a conocer. La “culpa” la tuvo una historieta, “El Sr. Rispo se dibuja a sí mismo”, donde todos sus monstruos por primera vez salieron a la luz. Por suerte. “Con la excusa de que el personaje era el que se dibujaba, la mandé a SexHumor a ver si pasaba. ¡Y la publicaron!”, cuenta Diego. En el prólogo al libro Correrías del Sr. y la Sra. Rispo (Llanto de Mudo), Pablo Fayó asegura que con Esteban Podetti miraban con condescendencia lo que hacía Franco –así firmaba Parés cuando ellos lo conocieron– hasta que apareció esa historieta. “Fue el vértigo de ver la obra de un loco. Y también de sentir por primera vez en mi soberbia y juvenil existencia una sensación como de ‘acá hay uno más pendejo y que la tiene más clara que yo’. Una auténtica cachetada.”

Dos veces cuenta Parés que quemó todos sus dibujos. “Antes de drogarme, quemé todo. Y después de drogarme, volví a quemar todo”, resume alguien que aún hoy celebra en algún momento haber podido liberar lo que él llama sus monstruos. “En algún momento tenían que salir”, asegura hoy, mirando hacia atrás. Un atrás que incluyó dos internaciones, y un pasado de abuso de todo tipo de sustancias. “La primera vez que quemé todo fue cuando tenía 21 años”, recuerda. “Había empezado a hacer Rispo, y quemé todo lo que no era reloco, porque me parecía demasiado careta. Fue una noche de locura, y en el momento sabés que estás haciendo algo que no está bien. Pero justamente por eso lo hacés.”

El problema, calcula ahora Parés, fue que tenía demasiadas cosas guardadas. Y que no se permitía volcarlas en ningún lado. “Fumaba y fumaba porro, pero cuando me sentaba a dibujar, no dejaba que saliese nada por ningún lado. ¡Publicaba chistes en la SexHumor y todavía era virgen!” Así que, cuando la compuerta se abrió, fue difícil cerrarla. “Además, yo publicaba por aquel entonces en todas las revistas de la Urraca, menos en Fierro. Pero cuando mi hermano menor, Pablo, empezó a publicar, lo hizo justo ahí. Todos se volvieron locos con él. Fayó y Podetti, dos tipos que yo admiraba, sólo hablaban de Pablo. Y yo me volví loco”, asegura Diego, cuyo hermano Pablo es hoy uno de los cerebros detrás de Farsa Producciones.

Aquella fue la época de mitos del under como las revistas Maldita Garcha o ¡Suéltenme!, pero también –a pesar de tanta locura– fue cuando Parés empezó a crear un estilo que le permitió empezar a publicar en revistas infantiles, algo que se continúa aún hoy. “Me acuerdo de que, cuando me tuve que internar por primera vez, fue justo cuando me empezaron a llamar para lo que luego sería la revista Genios. Yo dibujaba una doble página en la Humor llamada Buscando a Charly, por Menem, y ellos querían que hiciera el verdadero Buscando a Wally. ¡Pero ni yo me podía encontrar! Y mi viejo mientras tanto les decía que me aguanten, que ya iba a estar bien.”

Ahora que todo aquello pasó, que hace una década y media que no fuma porro ni toma alcohol, que la única droga que se permite es el café y el cigarrillo, Parés asegura que “para el tipo que ya no curte pero curtió, el único descanso es el sueño. Si no, seguís estando siempre acá, no hay nada que te saque”. La segunda vez que quemó todo fue después de su segunda internación, cuando aún estaba en tratamiento. “Te transformás en un nazi de lo que está bien”, intenta explicar Diego, que confiesa que tardó en darse cuenta de que podía volver a dibujar cosas locas sin tener que estar de la cabeza. “Lo bueno es que me quedó una puertita abierta para siempre después de todo lo que me pasó. Ahora, si me quiero conectar para adentro, puedo hacerlo. Claro, vivo rodeado de cosas que no puedo probar. Pero así es la vida: una mierda”, resume, y se mata de risa.

DE LA TERRAZA

500 dibujos. Diego Parés Llanto de Mudo/Musaraña 96 páginas

Ahora que ya no quema más nada, Parés dibuja y dibuja en ese cuartito bien al fondo y arriba en su departamento ubicado casi en el centro de una cuadra cercana al Parque Chacabuco. Los altos de las casas que se ven desde su terraza aparecen dibujados en 500 dibujos. En esos paisajes, y en los retratos de músicos como New York Dolls o Pablo Lescano, es cuando el trazo de Parés recuerda a Robert Crumb, el dibujante que más y mejor sacó a pasear su monstruo desde el under y la contracultura de la historieta. “La primera vez que vi algo de Crumb no le di bola –confiesa–. Estaba con el hiperrealismo, y creo que pensé que eso no era nada, yo lo podía hacer. Pero recién lo pude hacer realmente cuando antes me pude soltar.”

En el prólogo del libro, Lucas Nine asegura que el mejor ejemplo de esa liberación se puede ver en una historieta conocida como “El velorio del Sr. Rispo”, en donde el protagonista descansa en un cajón, y el velorio había sido ocupado por ciertos personajes que habían conquistado el lugar. “No eran exactamente personajes, sino algo mucho más elemental: eran dibujos –escribe Nine–. El paralelismo es evidente: liquidado el organismo central, miles de pequeñas criaturas unicelulares cobran vida independiente a partir de él. Son las que hasta hace un rato, unidas en torno a una idea o una intención, manipuladas por ella, le habían prestado su existencia. Son los dibujos pelados.”

Los dibujos pelados de Parés son como Las puertitas del Sr. López. Pero donde aquél se evadía de una realidad insoportable, este habitante de Parque Chacabuco puede entregarse feliz a su dueña: Francisca, que con seis años, apenas vuelve del colegio, ya domina toda la terraza. Abajo duerme Ulises, de apenas tres meses, cuidado por su mujer, Analía, que apareció en su vida al año de haber dejado el último tratamiento que le permitió a Parés dejar de quemar sus dibujos, y dedicarse sólo a hacerlos. “Me gusta haber logrado, en los últimos años, cristalizar cada uno de mis estilos en un medio diferente”, asegura Parés, que vuelca sus obsesiones políticas y/ o ciudadanas en un estilo hiperrealista en Barcelona, por ejemplo. “Yo ya venía haciendo esos dibujos para mí, y cuando apareció la revista, se los llevé.” Las historietas, entonces, terminan en la Fierro. Pero su gran logro actual, para Parés, se llama Humor Petiso. Se trata de un chiste de una viñeta, de aliento clásico y atemporal, que publica todos los días desde hace casi tres años en la última página del diario La Nación. “Porque es algo que hago relajado”, asegura, orgulloso de haber regresado a sus comienzos del humor gráfico y poder finalmente reclamar un lugar por derecho propio, ya con un estilo propio y sin tener que copiarle nada a nadie. “Es como volver a hacer chistes para SexHumor, pero habiendo garchado un poco más”, asegura Parés, el dibujante que contiene multitudes.

La muestra 500 mil dibujos se inaugura este viernes 13, a las 19, con una charla con el autor en Casa Florida, Gral. José María Paz 1530, Florida, Vicente López. Se podrá visitar de martes a viernes de 10 a 13 y 16 a 20, y los sábados de 10 a 14. Hasta el 13 de octubre.

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