Domingo, 2 de febrero de 2014 | Hoy
PLASTICA Artista cómoda en diferentes lenguajes y prácticas, docente durante años de la Escuela y Galería de Arte Belleza y Felicidad Fiorito, Juliana Ceci presenta Vanitas, una muestra en la que, a escala monumental, se propone actualizar el discurso sobre el género de la naturaleza muerta, con el que viene trabajando. Pájaros y flores, calandrias y orquídeas pasan por su lápiz hiperrealista sin ironía ni intención de ser objetos decorativos: el intento es poner en cuestión el sentido de la belleza natural, además de trabajar con el tamaño y la precisión.
Por Eugenia Viña
Hizo falta un genio poseído y marginal como Turner para que la pintura occidental comenzara a liberarse, luego de largos siglos, de la representación de los objetos. Si tan solo a través del color y la materia el fuego es más fuego y la tormenta más tormenta, la pintura quedaba liberada de la lógica de la perspectiva y su político intento de reproducir un mundo.
Pero al principio, con los griegos, las artes visuales no tenían que representar, sino que copiar. El objeto retratado tenía que imitar el objeto real. Platón proscribió de su República a poetas y pintores. ¿Para qué confundir a los pájaros? ¿De qué uva comerán: de la original o de la pintura que la imita con tal perfección que invita a la confusión? Copias de copias. ¿Para qué duplicar inútilmente la realidad?
Vanitas, la obra que Juliana Ceci expone en la Galería Ruby Mag, está cerca del gesto estético de la antigüedad griega. El realismo de la calandria y la orquídea, con sus pliegues, sus movimientos y sus sombras, asombra por el tamaño del papel blanco y a su vez por el silencio austero del lápiz negro. Los seres naturales se presentan con una vida tan enorme como ajena. Buenos Aires no es Atenas. Mientras los artistas griegos creaban y exhibían sus esculturas bajo el cálido calor mediterráneo, rodeados por un mar turquesa y con arena blanca en sus sandalias, la belleza natural imitaba la belleza en la que vivían sumidos. La urbanización extrema del siglo XXI modifica diametralmente el sentido de esos seres de belleza natural. Ante el bombardeo constante de imágenes que nos impone la sociedad de masas y el ritmo por momentos inhumano de la ciudad con sus urgencias, sus bocinas y sus olores, entrar al espacio íntimo generado por la galería y toparse con un pájaro junto a una orquídea de tamaños y precisión monumentales permite una experiencia de la belleza sin ambiciones.
La naturaleza se presenta sin más interpretación subjetiva que la modificación de la escala y los colores naturales. No hay ingenuidad en esa calandria y en esa flor. El sentido común se aplasta y la pregunta aparece: no hay un objetivo decorativo ni un espíritu romántico. Tampoco hay burla ni ironía sino que Vanitas –vacuidad, fragilidad– remite directamente al género artístico del bodegón barroco y las naturalezas muertas con sus luces sombrías y sus calaveras, que nos recuerdan la inutilidad de los placeres mundanos, de bordes tenebrosos, donde la carrera del tiempo nos marca nuestro destino inevitable: la muerte.
Los seres elegidos para ser amplificados –pájaros y flores, presentes una y otra vez en la obra de la artista– congelan en la imagen elementos frágiles y efímeros de la naturaleza. Cuenta Juliana Ceci: “Trabajé tomando esta idea como punto de anclaje conceptual: concebir a la habitación como escenario ideal para actualizar un discurso sobre el género de la naturaleza muerta, con el cual vengo trabajando y me propongo revisar. Pivotear en torno de la imposibilidad para el arte de igualar la cualidad de lo natural, invocando la belleza sublime y melancólica de un paraíso ficticio”.
La escala de las obras resulta un elemento fundamental. Implica una dimensión natural que en nuestra sociedad de consumo se transformó ella misma en una mercancía: el tiempo. Ceci trabaja en su taller, hace un año, más de cuatro horas diarias, en silencio, enfrentada ella misma a una foto de una mimus calandria y una orchidaceae. La idea es que “la imagen no se agota, se saborea lentamente, percibiendo la forma de las sombras”.
La artista Maja Lascano presenta la situación: “Juliana se pierde en el tiempo mientras dibuja una naturaleza muerta. Al ritmo de Nick Cave sobrevuela profunda y suavemente una hoja blanca. No la toca, sino a través de un 2H muy largo. Ella está infinita y entregada a las plumas de ese pájaro que mira y ya no ve. Es/fue una Calandria, la que imita/imitaba el canto de los otros, ellas han tenido cierta intimidad. Eros está escondido entre sus pelos y los pliegues de una orquídea embalsamada. Es al único Dios al que ella obedece. Qué silencio tiene ese lápiz aterciopelado y persistente, que la acompaña en hacer ‘imagen’, ella quiere que esto dure siempre.
”Ceci, nacida en La Plata en 1979, desarrolla su obra en soportes diversos. Santa Birome (2004), una colección itinerante de dibujos; dio lugar al objeto performático colectivo La bibliotequita lunática. De sus seis años como docente en la Escuela y Galería de Arte Belleza y Felicidad Fiorito quedó el registro de la acción Fauna sobre el Riachuelo. A los soportes clásicos trabajados en soledad, le suma también el trabajo colectivo e interdisciplinario. La artista integra dos colectivos artísticos: La Mudadora –que realiza intervenciones en espacios en transición– y La Oficina Proyectista. Ubicada en el sexto piso del Edificio Perú, espacio de oficinas construido en 1906, ahora funciona como ámbito de creación y difusión artística, plataforma de lanzamiento de proyectos e intercambio entre artistas de distintas disciplinas.
”La pluralidad de lenguajes y prácticas se encarna en Vanitas en una mesita de madera que sostiene un caracol, una taza con su prolijo platito, y un minúsculo bosque blanco. Un mismo material, cerámica esmaltada de blanco, para mezclar distintos elementos: una copia –un calco, una mímesis nuevamente– de un molusco de mar, un objeto utilitario para tomar un té, y una versión subjetiva de un bosque poblado de ramas blancas que da la sensación de estar seco por dentro.
”El caracol brilla como una calavera, mientras que la taza nos invita a tomar un té o simplemente a disfrutar de su hueco erótico que junto a la presencia del pájaro y la orquídea nos recuerdan cómo el vacío puede, a veces, disfrazarse de belleza”.
Vanitas se puede visitar en Galería Ruby Mag Céspedes 3065 (Colegiales)
Desde el 5 de febrero hasta el 5 de marzo de 2014
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