Dom 23.03.2014
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PERSONAJES. EL REGRESO DE LA MáS SEXUAL EVA GREEN EN 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO

ÚLTIMO TANGO EN ATENAS

› Por Mariano Kairuz

“¡Peleás más duro de lo que cogés!”, lo desafía y humilla ella con fiereza, mientras se trenzan en combate a muerte, intentando atravesarse el uno al otro con sus espadas. Ella sabe de lo que habla: unas pocas escenas atrás, la nave de guerra persa fue testigo de cómo la reina Artemisia y el general Temístocles, el tan civilizado líder de las tropas atenienses, sublimaban sus ganas de cortarse las cabezas mutuamente en un duelo sexual intenso pero frustrado, que terminaba con ella, gloriosamente desnuda, apuntando el filo de su arma contra el cuello de él. Una imagen obscena y potente a la vez en una película hecha enteramente de imágenes obscenas y potentes, el no va más de la recreación digital 3D de las viñetas de Frank Miller; la sorprendentemente muy buena 300: el nacimiento de un imperio, que es desde hace dos semanas la película más vista en la cartelera local, y donde sea que se estrena.

Aunque abre donde 300 terminaba, siete años atrás (con los cadáveres de Leónidas y sus tres centenares de espartanos desparramados por el brutal dios Jerjes con un pictórico sentido de la composición del espacio), 300: el nacimiento de un imperio no es estrictamente una secuela, porque transcurre antes, durante y después de la infausta batalla de las Termópilas que dejó viuda a la reina Gorgo. Es decir, a la siempre hermosa Lena Headey, que hoy transita un territorio parecido en Games of Thrones, y que era la única presencia femenina fuerte en una película hecha de pectorales masculinos depilados marchando por decenas.

La lectura homoerótica que recibió necesariamente aquel experimento vaguardista de artificio digital ahora se asume de manera explícita en esta segunda película, justamente en la voz de mando de Gorgo, quien claramente la tiene más larga que los entrenados soldados atenienses de los que se burla. Gorgo aparece sin embargo muy poco, cediendo el lugar de la guerrera implacable a Eva Green, aclamada de manera unánime como el componente más humano de este artefacto que es la cruza más extrema que se haya filmado entre cine e historieta. Eva Green es Artemisia, por supuesto, la poderosa comandante persa que es la cabeza detrás de Jerjes (Rodrigo Santoro), prácticamente su creadora. La anima un impulso mortuorio y una furia vengativa imbatible: nacida en Grecia, de chica fue testigo de cómo otros griegos bárbaros arrasaban con su pueblo y violaban y masacraban a toda su familia. Mantenida viva pero abusada casi hasta la muerte por sus captores, luego rescatada y entrenada por el rey de Persia, creció para convertirse en la amazona más temible de su pueblo adoptivo. Al menos ésa es la versión del personaje que cuenta la película, y se ve que sus productores se preguntaron: quién mejor que Eva para encarnar con todo su cuerpo a esta bestia brujeril, tan bella como monstruosa.

Y es cierto que, desde que la descubrió ese zorrito de Bernardo Bertolucci hace once años para Los soñadores, Eva ha consolidado deliberadamente una imagen de femme fatale de aristas oscuras y sobrenaturales. Hija de un dentista sueco –que trabajó como actor una única vez, pero nada menos que en Al azar Baltasar, de Bresson– y de la actriz francesa Marlène Jobert –que se retiró joven pero en los ‘60 trabajó con Godard, Clément, Pialat y Chabrol–; hermana apenas dos minutos mayor que su melliza Johanne, Eva Gäelle Green nació hace 33 años en París, y hasta Los soñadores sólo había actuado en teatro. Cuando fue convocada por Bertolucci, sus padres intentaron detenerla, invocando el trágico antecedente de Maria Schneider, que decía haber quedado traumatizada de por vida por el intenso rodaje de las escenas sexuales de Ultimo tango en París. Pero Eva no solo los desoyó sino que redefinió la expresión “revelación” con lo que hace en esa película sobre el Mayo francés, donde se entrega en un desnudo inolvidable, por su naturalidad y franqueza.

Revisar su filmografía no es difícil porque a lo largo de la década pasada filmó menos de lo esperable: es una actriz selectiva. Primero fue Verper Lynd, chica Bond en la primera de las de Daniel Craig, Casino Royale, y no fue, por supuesto, cualquier Bond-girl, una de ésas de seducción-polvo-y-hasta luego, sino que fue la femme mala y brillante que quiebra al héroe –lo enamora de verdad, lo atrapa, y muere una muerte trágica– dándole parte de su mito de origen. Pero luego la vimos poco y nada: su princesa Sibila fue brutalmente recortada de Cruzada –la épica de Ridley Scott–, la saga de La brújula dorada (en la que interpretó la primera de sus brujas) quedó truncada debido a su fracaso comercial, y después hizo una ristra de films algo bizarros y de bajo presupuesto que no llegaron a los cines argentinos: en Franklyn compuso las múltiples personalidades de una esquizofrénica, en Cracks (la ópera prima de Jordan Scott, la hija de Ridley) a la profesora que se enamora de una de sus alumnas en un internado de los años ’30, y en Womb (2009) a una mujer que clona a su novio muerto.

Resucitó para el cine masivo recién con Sombras tenebrosas, la divertida comedia de vampiros de Tim Burton, donde encarnaba a otra bruja fatal que se revolcaba con Johnny Depp por cama, pisos, techos y paredes en una secuencia que era graciosa sin perder erotismo. “Me gustan los personajes malignos, pero dañados. Que tengan secretos”, dijo la chica, que odia que en las sesiones de fotos le pidan “naturalidad”, y esa capacidad de evocar cierto misterio la convirtió también en rostro de Lancôme, Armani y Dior. Estuvo a punto de filmar Anticristo con Von Trier, pero las conversaciones sobre sexo que tuvo con el director “fueron un poco excesivas”, suele contar Eva, para quien está claro que filmar sexo no es un problema. Sobre una comentada escena erótica que filmó para la miniserie Camelot, dijo que “lo que importa es que esa escena tiene una razón de ser: el sexo como parte de una lucha por el poder”. Lo cual nos lleva, de vuelta, a Artemisia.

Rodar escenas de sexo, dice ahora, mientras 300... revienta en los cines, es una cuestión casi “clínica” (“Se ensayan mucho, es una cosa de yo pongo mi mano acá, y vos agarrás esta teta, y así”) pero está consciente de que Artemisia, su dominatrix en cuero negro para el siglo V a. C., la guerrera que aúlla que “hoy caminaremos sobre las espaldas de cadáveres griegos”, está en la cima de esta carrera de chicas implacables y sobrenaturales. Ella es el pico más alto de esta saga grasienta y gloriosa por igual, lo sabe, y se imagina que partir de ahora “muchos hombres van a tenerme miedo”. Más adelante, este mismo año, completará su “combo Frank Miller” con la otra película-viñeta que acaba de filmar, Sin City 2, en la que le pone el cuerpo a una perra del infierno noir llamada sugestivamente Ava Lord. Y que me tengan miedo si quieren, parece decir. “Después de todo, soy como un pajarito en la vida real: es por eso que me encanta interpretar a estas damas oscuras.”

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