Por Pablo Plotkin
Fernando Floxon pasa casi todo el día en una casa de techos altos cerca de un bosque, trabajando para Travesti. Se mueve como un autómata, es adicto a las infusiones y tiene ideas extrañas y luminosas. Alejandro Torres es empleado bancario, tiene rasgos blandos y achinados y parece comprender más de lo que dice. Cuatro años atrás, cuando se conocieron, supieron que tendrían que “tirar el ego por la borda” y armar Travesti, porque nadie se había ocupado de armar Travesti hasta ese momento. Un dúo de música electrónica arcaica y rock futurista; un espacio de intoxicación, educación y eventos. Una banda que, si pudiera “sonar como Valeria Lynch”, lo haría sin pensarlo dos veces. “Ahora queremos abrazar el éxito comercial”, repiten Torres y Floxon sin un ápice de ironía.
La operación triunfo ya está en marcha. Travesti acaba de editar Axito, su primer disco completo luego de tres EPs (Travesti, Feedback y Rupestre). “El áxito es un negativo, un secreto”, dice Floxon. “Una ecuación, una serie de objetos. El disco es concreto, no abstracto. Es electrónico como las máquinas de coser, los autos, las radios, las afeitadoras. Pero está lleno de naturaleza, contempla la posibilidad de transmigrar al lado árbol... Tenía una novia que se enfurecía cuando le decía ‘hoy voy a ser silla’.” Así es Floxon, un guitarrista virtuoso que condujo el disco de Travesti hacia algo que se podría definir como “industrial orgánico”, escenarios sonoros de vacío y miedo, de Pet Sounds y El bebé de Rosemary, de pánico onírico y de telediario. “El disco transmite cierto caos emocional”, asumen los autores, que sin embargo declaran haber llevado “el sonido Travesti a un concepto AOR (Adult Oriented Rock)”. Eso es algo que ocurre en sus cabezas, y está bien que así sea, pero Axito no es AOR en los términos que la industria define esas siglas. “Veníamos trabajando la balada al estilo Leonard Cohen, Europe y Carpenters. Pero también hubo un trabajo de investigación sobre el acid house, esa forma de palpitación. Y quedó un disco nocturno, en el que pudimos controlar todo porque no le pagábamos a nadie. Pensamos mucho en la pureza del sonido, en la idea de que ningún sonido es horrible.”
Travesti define Axito como un “bad trip, un terreno baldío”. El baldío como “lugar de futuro” y recuerdo de infancia: “Cuando éramos chicos, el baldío era una especie de santuario”. La primera “pieza” del disco, “Vacaciones en Israel”, compuesta a partir del efecto residual de una experiencia de éxtasis, es “el umbral dorado a ese terreno baldío”, el pasillo luminoso que conduce a la noche, la ecuación invertida de la luz al final del túnel. “Juventud residual” alude a “la pereza de la juventud, la fatiga, el relajo de las drogas como inducción a situaciones vegetativas”. “Hablamos de piezas y no de canciones porque nunca parten de acordes –explican–. Tienen autonomía”. La pieza “Holocausto”, entonces, surge de ver la lengua Stone en el sobre del álbum Sticky Fingers, invertirla y “ver qué sucede”. “A partir de esa imagen, la palabra ‘Holocausto’ se puso sola”, dice Floxon con gesto torvo. Grabado con tecnología baja, Axito “es psicodélico, pero no fue hecho con drogas ni alcohol”, aseguran los responsables. “En Uruguay nos preguntan: ‘¿Qué drogas están sintetizando en Buenos Aires?’ ‘Infusiones’, digo yo.” Floxon y Torres podrían ser un cortocircuito. Tienen personalidades casi opuestas, pero nunca parecen estar en desacuerdo. Manejan registros complementarios, al menos en los momentos de creación y difusión. “Nosotros dos estamos mucho más en conflicto que los sonidos y los instrumentos. A veces no nos vemos, pero las cosas suceden. Estamos conectados. Creemos en esa frase de Brian Wilson: ‘Artista: su premio será la inspiración’.” Wilson, Paul McCartney, Charles Mingus, algunos oráculos de Travesti. El disco Transformer, de Lou Reed, les dio nombre. “En un tiempo tenía desarrollada una explicación mística, pero esa idea se dejó de usar”, dice Floxon.
Esa “foto del caos” que es Axito se reveló en poco más de un año, con los Travesti rodeados de vecinos de Adrogué como Emisor y Victoria Mil. “Lo que más me gusta de estar con esa gente –dice Floxon– es que puedo decirles: ‘Encuentro inspiración en Rata Blanca’. Hay gente que lo toma como un disparate. Hay muchos rockeros más conservadores que mi padre, que toca folklore.” Y entonces estos dos jóvenes suburbanos asociados para llevar adelante un plan complejo (“abrazar el éxito comercial”) coinciden en que “el arte tiene que dignificar, hacerte sentir que estás en el lugar correcto en el momento correcto”. De otra forma es “sólo entretenimiento, televisión”. “El arte –dice Floxon– te tiene que dar la sensación de ‘esto está pasando’. La seriedad, la determinación de estar... Eso es más valioso que entretener.”
Axito se consigue escribiendo a
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