Domingo, 27 de abril de 2014 | Hoy
Arte Fue uno de los mayores agitadores de la vanguardia rosarina en los años ‘60 y un artista marcado por la idea de un arte con potencial transformador. La muestra Momento reflexivo de Juan Pablo Renzi (1940-1992), que puede visitarse en la galería Henrique Faría, es un pequeño concentrado de las obras que el artista produjo entre 1966 y 1968, entre el expresionismo pictórico y Tucumán Arde, trabajos radicales que incluyen bocetos para la instalación de objetos y piezas políticas.
Por Sofia Dourron
Los ‘60 fueron espasmódicos, eso es una verdad de perogrullo. Aun así, en el Rosario de 1965, encontrarse con una muestra de pintura colgada entre los árboles de la plaza 25 de Mayo puede haber escarmentado a más de un transeúnte. “Exposición de pinturas y collages” fue la primera acción conjunta del Grupo de Vanguardia de Rosario, una agrupación de jóvenes habitués del taller de Juan Grela y otros lares, ansiosos por demoler los esquemas pictóricos del maestro y la academia. Al año siguiente, en plena efervescencia y al borde del abandono definitivo de la pintura, la pandilla redacta el primero de sus muchos manifiestos: “A propósito de la cultura mermelada”. El empalagoso panfleto se despachaba contra toda manifestación pasatista, decorativista y aburguesada de la cultura. Este fue, sin duda, un momento de ruptura para muchos de los firmantes, entre ellos, uno de los mayores agitadores de la vanguardia rosarina: Juan Pablo Renzi (1940-1992).
Momento reflexivo, la exposición de obras de Renzi en la galería Henrique Faría, es un pequeño concentrado de las obras que el artista produjo entre 1966 y 1968, entre el expresionismo pictórico y Tucumán Arde. Este período se inaugura para él con la crítica a la mermelada rosarina y El general Mambrú, un retrato de Onganía, recientemente elevado a presidente por las Fuerzas Armadas, tachado con una cruz y cargado de capas de pintura rabiosa. Las obras que seguirán serán, en efecto, reflexivas, aunque no por ello menos radicales.
Casilda es una pequeña ciudad al sur de Santa Fe, queda a 50 km de Rosario y es la Capital Provincial de la Miel. Es también la ciudad donde nació Juan Pablo Renzi. Su adolescencia transcurrió en Pergamino, donde descubrió, o mejor dicho “tuvo la revelación”, de la pintura. Sucedió en el taller de Gustavo Cochet, y aunque sus vínculos con la pintura lo preceden, no fue hasta su encuentro con el pintor anarquista en la Escuela de Bellas Artes de Pergamino que la pintura se le reveló como un verdadero lenguaje, un quehacer intelectual y un compromiso con la realidad. En 1960 Renzi se traslada a Rosario, y tras algunos desvaríos académicos en el campo de la Bioquímica, finalmente asume el arte como profesión.
Hasta mediados de los años ‘60, Renzi se dedicó exclusivamente a pintar, de manera algo afín al expresionismo norteamericano y a la Nueva Imagen argentina, buscando, sin embargo, un lenguaje propio con algún que otro toque de Grela. El gesto expresionista se fue depurando al ritmo de los avatares de la política. Con el golpe de Estado del ‘66 se disputaba, una vez más, un modelo de país, pero también se profundizaba la crisis de los valores vigentes en la sociedad y la cultura, crisis que se precipitó con la intervención de las universidades y la represión de la intelectualidad modernizadora. Las experiencias del Grupo de Arte de Vanguardia se filtraron por las grietas del entramado institucional. En palabras de Renzi, la experiencia significó “una ruptura con las formas tradicionales, por considerarlas incapaces de comunicar las complejidades y especificidades de nuestra realidad. Pero también significó y significa una responsabilidad: la de encontrar los medios, inéditos sin duda, de transmitir esa realidad”. El arte se concebía como inseparable de la realidad, un sentimiento de época puesto en acción. El arte era entonces un factor con potencial transformador.
Paisaje con gran nube es parte del desplazamiento de Renzi hacia la objetualidad y germen de la serie por venir. Una nube rechoncha y azul sobre el blanco de la tela se apretuja entre los bordes del bastidor vertical “tamaño puerta”, según Xil Buffone. Turbulenta y chorreada, la gran nube avizora la tormenta. Desde este momento y hasta mediados de los años ‘70, Renzi no volverá a pintar. A la nube siguió la serie Representaciones sólidas del agua y otros fluidos, un arsenal de proyectos que materializan los fluidos en formas geométricas y curvas que redundan en nubes, charcos y lagos de aluminio, maderas enchapadas y todo tipo de materiales no acuosos. En Henrique Faría se exhiben dos de estos proyectos, Cubo de hielo y charco de agua y Representación de la forma y el volumen, en proporción, del contenido en agua del lago del Parque Independencia (Lago), ambos concebidos en 1966, aunque no fueron realizados sino hasta después de la muerte del artista. Estos y otros proyectos fueron construidos años después para la muestra retrospectiva de 2010, Juan Pablo Renzi 1940-1992. La Razón Compleja, en Fundación OSDE.
A la entrada de la galería, ambos objetos seudoacuáticos resplandecen bajo la luz del sol. Uno, un cubo sobre un charco, presumiblemente el derretimiento de dicho cubo; el otro, una forma similar al charco, de unos 50 cm de alto, que como su título indica, representaría un lago. En las paredes se pueden ver los proyectos originales: bocetos plagados de dibujos, planos y anotaciones para la construcción e instalación de los objetos. Esta es, para Renzi, una nueva manera de encarar la práctica artística, bastante a tono con la marea conceptualista que invadía el mundo entero y entraba a Buenos Aires por las puertas del Instituto Di Tella. También en Rosario el Instituto y su guardián, Jorge Romero Brest, prestaron su auspicio. La ocasión fue el Ciclo de Arte Experimental, una serie de obras y acciones que se llevaron a cabo alrededor de la ciudad. Sin embargo, el resultado fue Asalto a la conferencia de Romero Brest, según Renzi, la primera obra de arte de acción. Un atentado guionado por él mismo y llevado a cabo de manera colectiva, en rechazo al auspicio del Instituto. Los artistas irrumpieron en medio de la famosa conferencia en Amigos del Arte al grito de “¡Aquí estamos, Romero!”, inmediatamente uno de los atacantes apresó a Romero Brest, otro cortó la luz, y los demás se posicionaron delante del público. Renzi tomó el mando y, junto a Norberto Puzzolo y Rodolfo Elizalde, leyó una proclama que embestía contra las instituciones del arte que aburguesaban cualquier intento de vanguardia, al tiempo que reivindicaba una nueva estética para el arte argentino. Detrás, el resto de los artistas coreaba consignas sobre el Che, el Mayo Francés y el arte de la revolución.
Algunos meses antes, Renzi había ganado la Faja de Honor Ver y Estimar con la obra Paisaje, un piso de cerámicas color terracota, un caño de zinc, una pequeña rejilla y varias plantas con sus macetas, recreada este año a propósito de la exhibición. Teniendo en cuenta la extensa tradición de pintura de paisaje de nuestro país, este ejemplar desafía los límites del género y de la representación en sí misma, difícilmente habría logrado un lugar en Geografía Plástica Argentina, el compendio paisajístico de Romualdo Brughetti, publicado una década antes. Pero la presencia efectiva de la naturaleza en el contexto expositivo hizo de esta obra todo paisaje posible, mientras cuestionaba también la autonomía de la obra de arte en un contexto de creciente turbulencia política y social. Un proyecto similar en el cual se multiplican canteros y árboles vivos por doquier, puede verse en una de las paredes de la galería. Sistema árboles fue concebido para el Premio Braque de 1968, pero consecuente con las acciones del grupo, en vez de presentar la obra, en el premio se presentó un nuevo panfleto-manifiesto: “Siempre es tiempo de no ser cómplice”. Un último golpe a las instituciones.
Pronto Renzi dejaría de producir, algo así como la desmaterialización definitiva de la obra de arte. Ante la actitud institucional que todo lo devoraba y aburguesaba, muchos artistas se sintieron compelidos a abandonar el frente artístico. La radicalización de la vanguardia como experiencia, la experimentación de nuevos lenguajes y la convicción de que el arte es, de hecho, un factor transformador, fueron siempre de la mano de un creciente activismo político. Ante un futuro que se avizoraba revolucionario, las artes no podían más que convertirse en lecturas políticas de la realidad, o al menos, lecturas adecuadas a la realidad que se vivía en el país, y no una versión ATP edulcorada con pintura informalista de salón. La culminación de este proceso llegó con Tucumán Arde, para muchos, el punto de mayor inflexión en la historia del arte argentino, para otros, como Juan Pablo Renzi, un llamado al silencio: una voluntad ética de no pintar.
Hasta el 9 de mayo en galería Henrique Faría, Libertad 1628, CABA, de lunes a viernes de 13 a 19.
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