Domingo, 26 de octubre de 2014 | Hoy
Por Martin Scorsese
Escribo esto en el verano de 2010 y estoy en Londres rodando una película. Hace 35 años estaba en Nueva York rodando una película muy diferente en una época también muy diferente.
Y Nueva York también era muy diferente. La ciudad es limpia y calma ahora –un lugar lindo para visitar con los chicos, ir de compras, hacer turismo–. Hace 35 años no lo era. La ciudad estaba en las últimas, en bancarrota y se habían hecho cortes severos en limpieza, el servicio policial y los subterráneos –de hecho, el famoso número del Daily News con el título “Ford to City: Drop Dead” (“Ford le dice a la ciudad: morite”, frase con la que el presidente se refirió a que no iba a otorgar un salvataje federal a Nueva York) salió cuando estábamos editando la película. Para muchos de los que vivíamos ahí eran tiempos desesperados y eso podía sentirse en la calle, noche y día. Para nosotros, todo lo que pasaba en el brillante guión de Paul Schrader –la soledad, la paranoia, el sentimiento de vivir en esas calles desoladas y sucias llenas de gente enojada– estaba magnificado. Nueva York se había convertido en una versión de pesadilla de sí misma, y nosotros la vivíamos y la respirábamos, la caminábamos y la recorríamos en auto, dejando que nuestra historia se infectara y se desbordara de ella, justo como le pasaba a Travis Bickle.
Hice Taxi Driver con viejos amigos y colaboradores –Robert De Niro, Harvey Keitel, Jodie Foster– y nuevos como Schrader, Cybill Sheperd, Albert Brooks y David Chapman. Treinta y cinco años después Nueva York ha cambiado; todos hemos cambiado. Y alguna de la gente que hizo Taxi Driver posiblemente ya se haya ido. El gran Bernard Herrmann, que murió mientras dormía después de grabar las últimas notas de nuestra banda sonora... Peter Boyle, un actor notable... Julia Philips, una de las productoras... Joe Spinell, que recién empezaba a trabajar en películas... mi querido viejo amigo Vic Argo... y Gene Palma, el extraño percusionista callejero de pelo engominado. Todos fueron cruciales, de una manera u otra, para la textura de la película, una película que ningún estudio quiso tocar.
Puse todo de mí mismo en Taxi Driver. Muchos de nosotros lo hicimos. No la hubiésemos hecho de otra forma.
Martin Scorsese escribió este texto especialmente como prefacio del libro Taxi Driver, de Taschen.
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