Después de haber concebido La omisión de la familia Coleman, a Claudio Tolcachir le debe haber quedado el título de especialista en familias disfuncionales porque lo que presenta esta obra de Nina Raine es precisamente eso. Un matrimonio de escritores y tres hijos que en la edad de la realización personal aun no pueden salir de la casa de sus padres. El elenco es impecable y cada uno brilla en su rol. Betty (Miriam Odorico) es la madre que se la pasa poniendo paños fríos, Jorge (Patricio Contreras), el patriarca de esta tribu singular, con su propio lenguaje, reglas y humor. Guille (Gerardo Otero) que es sordo pero parece ser el único que escucha lo que sucede, Vanina (Maruja Bustamante) que intenta ser cantante líria pero la voz no le da y Daniel (Lautaro Delgado), que está atravesado por una psicosis que le hace oír voces. En esta familia las discusiones son una demostración de amor. Cada uno puede ser tan directo y mordaz como quiera, tan posesivo y demandante como quiera y tan crítico de los demás como se le antoje.

El lenguaje propio, el lenguaje adquirido, las voces que se escuchan y las que son desoídas entrarán en crisis cuando aparezca Cinthia (Viki Almeida), sorda también y quien lo iniciará en el lenguaje de señas. Como un coro desafinado, esta familia tendrá que ponerse de acuerdo si quiere seguir sonando a la par.