Nini Flores muerde una pata de pollo y conversa con Julio Ramírez. Hace un rato también estaba conversando con Ramírez y con Gabriel Cocomarola en el CeCuAl (Centro Cultural Alternativo), pero a través del bandonéon, el acordeón y la guitarra. Pasa de todo en Resistencia, Chaco, en la quinta y última edición del año del encuentro de músicos Huella argentina, organizado por el Plan Nacional Igualdad Cultural, una iniciativa de los ministerios de Cultura y Planificación de la Nación. El omnipresente Coqui Ortiz, Juan Quintero, la pedagoga Violeta de Gainza, Edgardo Cardozo, Lilian Saba, Matías Arriazu, el increíble Nahuel Pennisi —un músico ciego que canta como los dioses y se acompaña con la guitarra apoyada sobre sus muslos, como si fuera un teclado—, Luna Monti, Liliana Herrero y Juan Falú motorizan talleres, mesas de debate, recitales y guitarreadas.

Es una experiencia gratificante que muestra, al pasar, el notable momento que está atravesando la música del Litoral. Ahí está el local Lucas Monzón, entreverado con los hermanos Facundo y Nazareno Duarte, honrando el legado del acordeonista correntino Tilo Escobar. Y mucho más: en el espacio cultural Maracuyá, en los jardines de Nanas Suena Bien, en la peña La vaca atada. Hay momentos epifánicos, como una suave guitarreada protagonizada por Falú y sus amigos de juventud tucumanos, entre los que destaca el padre de Juan Quintero, en el patio del CeCuAl con luna llena y todo. Pero los que copan la parada son los jóvenes. Mañana, tarde, noche y madrugadas: una generación sub 30 que, como la región que representa, se despliega con exuberancia y diversidad cromática.