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Domingo, 2 de octubre de 2016

KETAMA

Amanecer de pájaros en la montaña. El resplandor de la escarcha hace vibrar los pinares sobre los ríos que se deslizan, bajando entre las aldeas de pastores. Las manchas en el verde intenso son ovejas o sembrados, trigo para hacer cous cous, porotos y yuyos extraños, algún primitivo sistema de riego que hace llegar el agua pura y helada, hasta el pueblo.

Cinco freaks en busca de la fuente del buen shit en un coche último modelo de un ricachón indonesio residente holandés. Cruzando valles con el estéreo a fondo: Emerson Lake and Palmer, Pink Floyd.

Cuanto más trepamos en las montañas, más intensamente trae el paisaje ecos de Suiza o de Bariloche…por sus lagos, pero poblado por campesinos arcaicos de ropas coloridas que también tienen sus ecos en otras partes del planeta: Nepal, el imperio Inca.

Allí, una pequeña aldea dedicada al cultivo de cannabis, nos recibe en silencio, con una mezcla de cortesía e indiferencia. Solos los chicos corren por las limpias calles de tierra apisonada a recibir a los extranjeros de pelo largo. Un pueblito musulmán que siembra, cosecha, selecciona, tamiza y prensa el hash hasta convertirlo en el mejor de la región, pero que no lo fuma. Trabajan eso porque el clima y la tierra se prestan, pero son campesinos, y aparte de los jefes de familia,, encargados de los complicados y sutiles trámites de la venta, para los demás es solo un cultivo como cualquier otro que sostiene a la familia. Casi ningún extranjero viene a tomar hash aquí. De eso se encargan los intermediarios marroquíes, que prefieren mantener estas pequeñas aldeas alejadas del grueso del turismo “hippie”. Por eso sus costumbres no han cambiado con los años, por eso esa estructura familiar estable, esa calma, esta honestidad a flor de piel en este ser de dientes blancos y piel oliva. Entramos a la casa de Andel, quien Fernán conoce de délas anteriores, y nos hacen pasar a una pequeña pieza de ventanas chicas, con largos bancos cubiertos con mantas tejidas, donde probamos las distintas calidades y conversamos los precios. Bradley, ese insólito chiquilín mod americano, pedante y caradura, lucha un largo rato por una diferencia de dólares. Por fin queda decidido: si nos quedamos a ayudarlos a tamizar y a prensar, el precio será muy bajo, 100 dólares el kilo de 00, el mejor hash de Marruecos.

Esa noche todo es fumar y conversar con Andel; no hemos traído mujeres...

RECUERDOS DE TELATA RETAMA, EL VALLE EN EL QUE SE PRODUCE EL MEJOR HASH DE MARRUECOS. SE CONVIRTIERON EN ESTE CAPITULO DE LA NOVELA AUTOBIOGRAFICA INCONCLUSA TITULADA LAS AVENTURAS DE UN VOLATINERO DISTRAIDO.

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