Romántico y maldito, por Miguel Grinberg
“Fue una especie de Artaud norteamericano, un vagabundo de la sociedad moderna que detestó lo que la cultura de su país le ofrecía: yo creo que su famoso alcoholismo era una vía para convivir con la futilidad de esa cultura. En toda su prosa y su poesía hay una consigna en contra de los mandatos tradicionales: él no tenía planes, no se fabricaba esperanzas y practicaba el descontrol en una sociedad que pretende el control absoluto. Aunque su imagen arquetípica de rebelde clásico, solitario, se asimila a la del perdedor, él siempre se consideró entre los mejores de la especie humana. No llega a ser un escritor de culto, pero conserva fans que lo respetan porque fue un valiente. Admiraba mucho lo romántico de Hemingway y lo maldito de Céline: su estilo es una síntesis de eso.”
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