Domingo, 26 de junio de 2005 | Hoy
La primera vez que el público supo de Michael Pitt interpretaba a un adolescente candoroso en Dawson’s Creek, la serie juvenil que lanzó a la fama a la hiperexpuesta Katie Holmes. En aquella época, Pitt le había mentido a productores y agentes sobre su pasado y su crianza; en las entrevistas, hablaba de padres amorosos que lo apoyaban en todo, y de fructíferos estudios actorales en New York. “Cuando triunfás, la gente piensa que un pasado como el mío es cool. Pero cuando empezás no podés hablar de eso. Piensan que serás problemático, un reventado, una basura. Ahora les fascina mi historia. Por eso la cuento. Aunque ya me tiene harto.” Lo que harta a Michael Pitt (24 años, nacido en New Jersey) es contar que desde los nueve años va al psiquiatra, que fue expulsado de tres escuelas, que fue a clases de educación especial donde lo consideraban un caso perdido, que se automutila (de ahí las cicatrices a veces visibles en sus brazos), que a los 15 años atravesó un lavaje de estómago por sobredosis con Special K, que sus padres lo echaron de casa a los 16, que estuvo en un reformatorio por drogas y robos, que seis meses antes de entrar al elenco de Dawson’s Creek era virtualmente un homeless. Prefiere hablar de un profesor de teatro que contra todo pronóstico confió en él y no dejó que le pagara las clases (Pitt trabajaba haciendo deliverys en bicicleta) y lo hizo debutar en teatro en 1999. De ahí a la TV, y después una de las carreras más interesantes del cine actual, con titulares en revistas especializadas que rezan “El chico que podría ser Brando”. Van Sant lo fichó bien temprano y le dio un papel en Finding Forrester, pero Pitt no se quedó en films convencionales y prefirió papeles como el de Tommy Gnosis en Hedwig & The Angry Inch (de John Cameron Mitchell, donde interpreta a una jovencísima estrella de rock enamorada de una transexual) o el del norteamericano Matthew que es testigo del Mayo Francés en Los Soñadores, de Bernardo Bertolucci, donde deslumbra como un gran seductor con la sola fuerza de un extraño magnetismo. También trabajó para el siempre discutido Larry Clark (en Bully), para Barbet Schroeder (en Murder By Numbers) y para su novia Asia Argento en The Heart is Deceitful Above All Things. Mientras tanto, trabaja en una novela autobiográfica con su amigo el escritor J.T. Leroy, famoso por narrar sus experiencias como niño abusado y travestido.
Y para comprobar lo gran actor que es, basta con ver la escena de Last Days en la que, con un vestido negro, se derrumba sobre sí mismo en una habitación soleada: es un momento antológico que no necesita una sola palabra. Su recreación de Cobain bordea lo sobrenatural: Pitt no tiene un gran parecido físico con el cantante de Nirvana, pero su postura, sus gestos, la forma en que el cabello le cubre el rostro... parece una posesión. “Lo hice todo intuitivamente”, dice Pitt. “Yo no sé mucho de cine. Sencillamente confiaba en que Gus me lo dijera si me equivocaba.”
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