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Domingo, 18 de febrero de 2007

5 discos para conocer a Waits

 Por Mariana Enriquez

Nighthawks at Dinner, 1975. Un disco doble, grabado en vivo en un estudio convertido en club nocturno, con piano y bases de jazz improvisado. Waits, en plena forma, cuenta historias y estrena esa voz que lo ayudaría en su carrera como actor: a veces bufón, a veces hombre con el corazón roto, otras desconocido y algo peligroso, siempre narrador magistral. Se destacan “Emotional Weather Report”, el monólogo de un solitario, y la leyenda urbana sobre un camionero fantasma “Big Joe and Phantom 309”.

Small Change, 1977. El disco que resume el trabajo de Tom Waits en la década del ‘70. Una serie de viñetas sobre pianos borrachos, hígados enfermos y viejas camisas manchadas de whisky, sangre y soledad. Incluye dos de sus mejores canciones: “Tom Traubert’s Blues”, tristeza infinita con cuerdas y una historia misteriosa donde anuncia que “las calles ya no son para soñar”, y “I Wish I Was in New Orleans”, una nocturna oda a la ciudad sureña. La voz, empapada en aguardiente.

Rain Dogs, 1985. El segundo disco para el sello Island conjuga la segunda etapa, la del Tom Waits experimental: letras surrealistas, instrumentaciones poco convencionales —marimbas, acordeones— y cacofonía generalizada. Su voz es un instrumento más, a veces opaca, a veces gritona, entre el rugido y el susurro asmático. Incluye su mayor hit, “Downtown Train”, que llegó al Top Ten pero no por Waits, sino en la versión de Rod Stewart. Y otras dos de sus mejores canciones: “Hang Down Your Head”, que debería ser un clásico romántico si la gente no fuera sorda, y el sensual mambo “Jockey Full of Bourbon”. Y “Blind Love”, con Keith Richards en la guitarra.

Mule Variations, 1999. El gran regreso, después de varios años bajo radar y con una pausa de cinco desde su album anterior (la más larga de su prolífica carrera). No es un disco que abra nuevos territorios: más bien se trata de un filtro de todos sus estilos. Pero por eso mismo, cuando experimenta, en “What’s He Building”, o cuando compone canciones tristes (la hermosísima “Hold On”) lo hace mejor que nunca. Su disco más exitoso, el único que trepó más arriba del puesto 20 tanto en Estados Unidos como en Europa, y el mejor ejemplo de la química impecable con su esposa y cocompositora, Kathleen Brennan.

Real Gone, 2004. Un riesgo verdadero, sobre todo para un compositor tan consagrado e incuestionable: Waits decide eliminar los pianos y los teclados. Excesivo y extremo, basado en la percusión y la voz, parece incompresible al principio pero luego brillan canciones como “Day After Tomorrow”, de contenido antibelicista pero sin bajadas de línea previsibles, y la dulzura de “Green Grass”. Lo produjo su esposa y participa en percusión su hijo Casey. Un testimonio de que Waits no tiene intenciones de dormirse en los laureles.

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