El cine que no fue
Aristarain recorre todos las películas
que no llegó a filmar.
Por M.P.
Una de las cosas que más llama la atención en el lugar de trabajo de Aristarain, además de los discos de jazz y las novelas policiales, es la abundante cantidad de historietas que aparecen en los estantes repletos de libros que ocupan casi todo el espacio disponible en las paredes. El resto está ocupado por pequeños afiches enmarcados de sus películas. Si se le pregunta por el comic, Aristarain comienza a enumerar a todos los clásicos, y terminará señalando las joyas de su amplia colección: los recortes encuadernados de las historias de El Sargento Kirk y Bull Rockett que salían en la mítica revista Misterix. Tan fanático supo ser Aristarain de las historietas de Héctor Germán Oesterheld, que confiesa que el primer guión que escribió en su vida lo hizo adaptando alguna de aquellas historias de Rockett –un piloto de pruebas que era casi un agente secreto, y que llegó a protagonizar un par de historias en Buenos Aires, con dibujo de Solano López– y con esas adaptaciones bajo el brazo fue a tocarle el timbre a la casa del guionista en Vicente López. “Debía tener unos dieciocho años y lo hice de total caradura, pero Oesterheld me recibió e incluso llegamos a discutir mi idea”, recuerda Aristarain, con orgullo pero también algo de vergüenza. “A mí, lo que me gustaba era esa cosa de lo-atamos-con-alambre que tenían las historias de Rockett. Pero meacuerdo que era la época de James Bond, y que Oesterheld pensaba que había que hacer las cosas mucho más profesionalmente.”
Con el tiempo, aquel adolescente guión olvidado supo ser el primero de una larga lista de películas perdidas que ocupan tanto lugar dentro de la historia de Aristarain como su verdadera filmografía. “El lucro cesante que hay en este oficio es algo increíble”, explica el director, que cuenta que por cada proyecto que no se llega a realizar no sólo se pierden los seis meses de negociaciones previas y otros seis de preproducción, sino también el hecho de quedar al margen del negocio. “Como todo el mundo da por sentado que estás laburando, no te toman en cuenta”, se resigna Aristarain, que durante el tiempo que separa aquel estreno de Martín (Hache) con éste de Lugares comunes puede hablar de tres películas que no fueron. “Una es Una furtiva lágrima, que es una historia con la que me embalé en un principio; hasta comencé a producirla, pero al final me trabé a las quince páginas y no hubo caso. La iban a protagonizar Luppi, Aristarain y Poncela, pero todo quedó en la nada, porque no voy más allá de lo que tengo.” Otro proyecto, tal vez en el que más trabajó en los últimos tiempos, es Los últimos de Filipinas, un film de tres horas para la Televisión Española, basado en un episodio real y con guión de Pérez Reverte. “Es la historia de un batallón que va a Filipinas, cuando aún eran españolas, y luego de una batalla terminan aislados en un convento, donde pasan un año y medio encerrados. Cuando España le cede las islas a Estados Unidos, intentan comunicarse con estos tipos y decirles que la guerra ha terminado, pero ellos no se lo creen y piensan que es una trampa, y se quedan ahí. Para esos papeles tenía a todo el cine español: imaginate que eran cincuenta soldados, veinte de los cuales tenían diálogo.”
Otro de los eternos proyectos postergados de Aristarain lleva por nombre Pasado perfecto y es un guión propio que iba a filmar luego de Un lugar en el mundo. Como no se realizó, Aristarain terminó vendiéndole el guión a un vasco que iba a filmarlo en Puerto Rico con Eduardo Montes Bradley. Pero finalmente lo terminó llamando para ver si quería hacerlo él. “Yo no estaba muy convencido, pero necesitaba la plata”, recuerda. “Además, medio como que me había caído del cielo, y después de la de Filipinas empalmaba con ésta, y así completaba dos años de trabajo en continuado, algo que no me había tocado nunca. Pero al final se cayeron las dos”, cuenta el director, que también vio aparecer en estos años tal vez el único proyecto con el que confiesa haberse entusiasmado: la adaptación de Noticia de un secuestro, la novela de Gabriel García Márquez. “Primero me la ofreció el productor español Gerardo Herrero, que había producido la adaptación de El coronel no tiene quien le escriba, que filmó Arturo Ripstein. Pero al final García Márquez le dijo que no quería vender los derechos porque había gente involucrada en la historia que todavía estaba viva y tenía miedo a las represalias. Aunque un día antes de viajar a Córdoba para comenzar el rodaje de Lugares comunes recibí un llamado de un mexicano. Epigenio se llama el tipo, y le dicen Epi, pobrecito. Se presenta y me dice que tiene los derechos de Noticia..., así que voy a encontrarme con él a su hotel, y cuando llegó me explica que todavía no tiene los derechos sino apenas el ‘sí’ de García Márquez. Casi lo mando a la mierda ahí mismo, pero me contó que estuvo tratando de hacerla con Hollywood, con Benicio del Toro, Antonio Banderas y Salma Hayek, pero finalmente se dio cuenta de que se equivocaba porque arrancaba con un costo de 5 millones de dólares sin moverse del escritorio, así que cambió de idea. Ahora quiere hacer una película hablada en castellano, y por eso me llamó. Todavía tiene que llamar a la agente de García Márquez para comprarle los derechos, porque el precio de 2 millones de dólares estaba bien para una producción de Hollywood, pero ahora hay que pedirle que entienda que será un film con menores costos”, explica Aristarain, que nunca volvió arecibir ningún llamado de su Epi. Pero no pierde las esperanzas. “Te das cuenta cómo es esto: uno es un boludo de 58 años, con más de treinta en este negocio, pero igual cada vez que te llaman te seguís creyendo todo lo que te dicen. Hasta que te cagan y tenés que volver a empezar de cero otra vez.”
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