La escena en que a John Hurt, “infectado” por el bicho extraterrestre, le estalla el pecho durante el desayuno es uno de los momentos más imborrables del cine contemporáneo. Las lecturas retrospectivas a partir del sida y nuevos temores de enfermedades contagiosas confirman a Alien, el octavo pasajero (1979) como una película que, a pesar de tener ya casi tres décadas, forma parte de la cultura popular moderna. El diseño del monstruo –escamoteado en las sombras; la forma de su cuerpo no se revela del todo hasta el final– fue decisivo, pero una vez más la verdadera amenaza de la película es la corporación comercial que desvía a la nave carguero “Nostromo”, arriesgando a su tripulación para hacerse de una muestra de esta forma de vida depredadora y superior.
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