Dom 22.07.2007
radar

Lo que sé de los Simpson

› Por Conan O’brien

Cuando llegué, Jeff Martin no estaba yendo a trabajar, así que me dieron su oficina temporalmente. Estaba muy nervioso. Conocía a un puñado de guionistas, pero sólo por su reputación, no había trabajado con casi ninguno de ellos. Estaba ensimismado, preocupado: “¿Podré hacerlo? ¿Voy a pasar vergüenza ante esta gente?”. Porque nunca había trabajado con Mike Reiss y Al Jean, o George Meyer, John Vitti, John Swartzwelder. Es una intimidante colección de gente para un guionista de comedia.

El señor Burns era mi favorito, porque tenía dos cualidades que son perfectas para un guionista de comedia: es infinitamente viejo e infinitamente rico. Y además es maligno. Son tres, entonces. Tres cualidades fantásticas porque te permiten crear cualquier cosa. Una escena puede abrir con él saliendo de la cámara hiperbárica donde duerme de noche. Puede tener robots siniestros. Puede tener un sótano cavernoso bajo su casa. Puede tener una baticueva. Literalmente, no hay nada que no pueda hacerse con el señor Burns.

Homero era una verdadera tentación. Nos divertimos tanto haciéndolo más y más estúpido que una vez el cerebro de Homero se enojó con él por ser tan tonto; y se escuchaba al cerebro decir: “Esto es todo, renuncio”, y se iba dando un portazo. Yo adoraba la escena, pero había un problema: “Un momento, si su cerebro es su conciencia, ¿a quién está abandonando? ¿A quién le presenta su renuncia? ¿Y con quién está enojado el cerebro?”. Sam Simon (uno de los guionistas fundadores) amaba estos chistes, pero también se daba cuenta de que llevábamos las cosas demasiado lejos. Homero tiene que funcionar en el mundo. Había momentos en que nos divertíamos tanto que caíamos en ideas como: “Homero es tan tonto que se olvida de hacer latir su corazón”. En determinado momento uno se golpea con la pared, pero amo esos momentos.

Es difícil decir dónde se originan la voz y el humor de Los Simpson. Primero está Matt Groening, que es en muchos sentidos una voz contracultural. Tenés a Sam Simon. Tenés esta influencia de la revista universitaria The Harvard Lampoon, en la que muchos trabajamos. Hay, también, una fuerte falta de sentimentalismo en Los Simpson, pero algo en lo que Sam y Jim y Matt insistían era en que ésta era una familia. Y ese tipo de cosas pueden sonar cursis, pero no se puede tener un episodio donde Homero venda a Bart o haga negocio con los órganos de sus hijos. Así que creo que una de las cosas que funcionan es el respeto por esa unidad que siempre quedó intacta. Si el show sólo hubiera tenido la sátira del Lampoon, probablemente Homero hubiera quemado la casa en el primer año y asesinado a Maggie. Eso no se puede hacer.

Matt Groening no quería que Los Simpson fuera un dibujo animado tipo el Coyote, donde Homero terminara cayendo de un precipicio y siguiera corriendo. Quería respeto por la ley de gravedad y las propiedades físicas de los elementos más básicos. Yo me resistía a eso, a veces. Por ejemplo, no se puede hacer que Bart le dispare a Homero en la cara con un arma, verle la cara toda de negro por la explosión y de nuevo amarilla en la escena siguiente. Se puede hacer en un episodio especial de Halloween, pero no en uno normal. Matt quería asegurarse de que no rompiéramos esta hermosa máquina que había construido.

Creo que la gran influencia de Los Simpson en la TV y en la cultura pop es que trabaja en dos niveles. Un chico lo mira porque le gusta Bart y le parece que es divertido y tonto; y a un adulto le gusta porque encuentra allí una broma acerca de Irán en el subtexto. Los Simpson consigue enhebrar esos niveles, algo muy difícil de hacer. Y siempre pudieron hacer algo que es cada vez más difícil, tirando a imposible: una familia puede sentarse a verlo, pero un astuto periodista de The Observer lo respeta, y también un tipo que usa una gorra que dice Gato sucio y maneja un camión por una ruta que atraviesa el desierto. Los tipos modernos de Brooklyn respetan el programa, pero a los chicos también les encanta.

Lo fantástico acerca de Los Simpson para mí... Hace 14 años que hago mi show, trabajando duro, pero sé que todo lo que hago es descartable. Puedo incendiarme los brazos en vivo esta noche y lo verías un par de días entre los videos más vistos de YouTube, pero después desaparecería. Sin embargo, constantemente, a donde quiera que vaya en el mundo, me encuentro con gente que conoce los episodios de Los Simpson en los que trabajé y me citan líneas de diálogos. Pienso que cuando termine mi propio Late Show, los episodios de Los Simpson en los que trabajé seguirán en el aire. La gente los va a ver en una estación espacial dentro de 200 años. Es una linda sensación. Siempre va a estar ahí, y es algo de lo que estoy muy orgulloso. Siempre voy a estar conectado a esta gente y cada tanto tengo la oportunidad de hablar de ello, de pensarlo, y es fantástico.

Antes de convertirse en uno de los conductores de talk-show más respetables de Estados Unidos, junto a David Letterman y Jay Leno, Conan O’Brian fue guionista de Los Simpson entre el ‘91 y el ‘93, lo que muchos de los fans consideran la época dorada de la serie.

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Subnotas

  • La sitcom
    › Por Axel Kuschevatzky
  • Lo que sé de los Simpson
    › Por Conan O’brien
  • La familia
    › Por Rudy
  • La película
    › Por Martín Pérez

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