Por qué hay que estar en la plaza
Días antes del 14 de setiembre, Dario Fo y Andrea Camilleri explicaron por qué ellos iban a estar ahí.
Los motivos siguen en pie.
Por Dario Fo
Piazza San Giovanni es una cita obligada porque la manifestación será una verdadera sorpresa, marcará un cambio y será una ocasión espléndida para el crecimiento del movimiento que nació en estos últimos meses. Quiero estar en la calle junto a la gente. Quiero sentirla, de algún modo podría decirse que es necesario investigar qué va a pasar. El clima será importante: estaremos todos ahí para manifestarnos, pero también para comunicarnos. Para hablarnos. Porque el mensaje es que, de frente a lo que está sucediendo, y no sólo en relación a la justicia, no podemos quedarnos escondidos detrás del vidrio.
Creo que esta vez los partidos políticos finalmente entendieron una cosa: ya no pueden ignorar la ola de indignación que recorre el país, y tienen que tener en cuenta qué es lo que está pidiendo esto que ya es un verdadero movimiento. Por eso deben evitar un error que ya cometieron, y es que no deben dejar solos a quienes protestan. Creo que ahora los partidos empiezan a ir por el buen camino, porque en este caso están demostrando que al menos quieren escuchar. Esta vez, los jefes de los partidos no pretenden subir al palco a imponer la línea.
Y, finalmente, los intelectuales se están dando cuenta de que tienen una tarea que asumir, tal vez hayamos entendido la importancia de lo que en Francia se expresa con la palabra s’engager. Es un nuevo inicio, pero el discurso no vale únicamente para los intelectuales. Todos han tenido una prueba de la fuerza de este movimiento con las manifestaciones anteriores. Hasta Berlusconi y sus socios están tomando conciencia. De hecho, tienen miedo. Miedo de que con esta manifestación se amplíen y extiendan como una mancha de aceite los motivos de quienes nos oponemos a su violencia. Una violencia dirigida incluso contra la razón. Lo mío es mucho más que esperanza. Lo repito: Piazza San Giovanni será una gran sorpresa. Para todos.
Por Andrea Camilleri
Vestido con un equipo azul de jogging, rodeado por los miembros de su gabinete vestidos de traje y corbata, al término del Consejo de Ministros del 30 de agosto, Berlusconi declaró a la prensa que el proyecto de ley Cirami es prioritario y que será aprobado lo más rápido posible. (Abro un paréntesis. ¿Por qué Berlusconi adora hacerse ver en equipo de jogging aun cuando no debería, por un mínimo de respeto hacia quienes representa y hacia sus propios electores? Sabemos las consecuencias que esta manía loca tiene sobre los que están a su alrededor por sumisión, pero no conocemos las razones que provocan esa manía. Yo querría hacer una modesta contribución: pienso que Berlusconi, conociéndose mejor que nadie, quiere escapar de sí mismo. Naturalmente sin éxito. Cierro el paréntesis.)
Con esa declaración, Berlusconi se quitó la máscara en su deseo por mostrarse desafiante. Dando prioridad a la ley Cirami respecto de las verdaderas prioridades (la economía en ruinas, la salud abandonada, las escuelas en caos, las cuentas públicas a la deriva, inflación en alza, desocupación en aumento en el sur del país), busca salvarse a sí mismo y a sus amigos de más confianza de los procesos judiciales en los que están involucrados. Es algo sabido. Esta ley llamada de “legítima sospecha” trata sobre los elementos suficientes para quitarle una causa a un juez, como por ejemplo que se que esté analizando un caso similar a otro ya tratado en los últimos cinco años, argumento que impediría, entre otras cosas, avanzar en cualquier causa contra la Mafia en Palermo. La primera medida que tomarán sus dipu-abogados una vez aprobada esta ley de será recurrir a la “legítima sospecha” contra los jueces de Milán y Palermo (donde Berlusconi tiene procesos), y así ganar tiempo hasta que la causa prescriba.
Berlusconi es un hombre record en prescripciones. Su gesto de desafío es entonces un gesto de arrogancia: con esa frase Berlusconi ordena a los suyos y a sus aliados, que no tienen más dignidad, que voten la ley a cualquier costo apelando a su número, vale decir a la gran mayoría de “yesmen” en la Cámara de Diputados y en el Senado. Y la oposición no podráhacer nada más que intentar enérgica pero vanamente obstaculizar la preponderancia numérica de sus adversarios.
Terminado el Consejo de Ministros, Berlusconi cambió al saco y corbata para asistir a una reunión informal de cancilleres europeos, donde se apresuró a declarar que firmará un pacto bilateral con Estados Unidos, en abierta oposición a la postura de la Unión Europea: con ese pacto, los soldados norteamericanos que cometan eventuales atrocidades en territorio italiano no serán puestos a disposición del Tribunal Internacional sino que gozarán de impunidad. En palabras desagradables, Estados Unidos podrá comportarse en nuestro país como en una colonia. A Berlusconi no le interesa en lo más mínimo que otros países europeos piensen en la dirección exactamente contraria; él prefiere alinearse con Israel, Rumania, Timor Oriental, porque cualquier idea de tribunales y de Justicia lo perturba, le hace subir la presión, le impide dormir de noche, le hace caer el poco pelo que le queda y le saca más arrugas ocultas en vano. La Justicia para Berlusconi es como el manto rojo para un toro. Por eso estaré presente en la manifestación del 14 de setiembre.