Las dos leyendas que Argentina ofreció al mundo.
La leyenda urbana más famosa originada en estas pampas es la del bebé al horno, un brillante ejemplo de ansiedades sociales, en este caso en el marco del primer peronismo. El mito fue publicado por primera vez en 1951 por la psicoanalista Marie Langer en su libro Maternidad y sexo, que recogió varias versiones circulantes en el país, y fue difundido en Folklore y psicoanálisis, del especialista Paulo de Carvalho Neto, publicado en Estados Unidos en 1968.
Langer resumió las constantes del mito escribiendo que siempre se trata de un matrimonio joven que espera un hijo y contrata una doméstica. El niño nace sanito y sus primeras semanas de vida son felices y sin sobresaltos. Eventualmente, los padres se animan a salir un rato al cine, dejando al bebé durmiendo a cargo de la mucama, persona de confianza. Terminada la película, los padres primerizos vuelven rápido a casa. Al abrir la puerta se encuentran con el departamento –en algunas versiones, la casa– iluminada a pleno y a la mucama que los espera sonriente –en otras versiones, vistiendo el traje de novia de la señora– y les anuncia una sorpresa.
Los padres entran al comedor, donde la mesa está servida, con un gran plato cubierto al centro. La mucama levanta la tapa y los padres ven a su bebé, asado y rodeado de papas al horno. La madre enloquece y nunca más pronuncia una palabra. En algunas versiones, el padre es un militar que busca su arma y mata a la mucama. En otras es un civil, que la golpea.
La leyenda del bebé al horno se difundió mundialmente en los años ‘60, con variaciones locales de todo tipo. En Europa y Estados Unidos, la mucama es una extranjera, generalmente mexicana, turca o nordafricana. En versiones suecas, australianas, brasileñas y turcas, la asesina era la misma madre, que le servía al padre un bebé no querido. En la Polinesia se encontraron versiones donde el cocinero-asesino era un hermano mayor al que le encargaban cuidar al bebé. Tal vez la adaptación más insólita sea la de los años ‘70 en EE.UU.: en ese entonces se contaba el cuento culpando a una mucama hippy.
Otro aporte argentino al folklore mundial urbano es la Dama de Blanco, la historia de fantasmas de Recoleta que hasta mereció una película de la época de los teléfonos blancos. La leyenda está tan incorporada, que hasta el poeta Oliverio Girondo la contaba como una anécdota que le había pasado a él.
El mito explica que un hombre joven sale relativamente tarde, en la década del ‘30, de una reunión en casa de amigos en Recoleta. Buscando el tranvía, ve en una esquina a una chica joven y bonita, vestida de blanco en un estilo anticuado, y nerviosa. El hombre se acerca, le pregunta en qué puede ayudarla y se ofrece a acompañarla.
En ciertas versiones, la joven hasta acepta tomar un café en un bar abierto en Las Heras, en otras simplemente se deja acompañar a casa, sin café. El encuentro siempre termina igual: la pareja camina hasta la esquina de Junín y Vicente López, donde la muchacha se detiene en la ochava de ladrillos del cementerio y agradece que la hayan acompañado a casa. El joven, desconcertado, dice que todavía no están en casa, que él está dispuesto a ir hasta su puerta. Ella sonríe y explica que no hace falta. Luego gira y penetra, inmaterial, en el muro del cementerio.
Un corolario de la leyenda es que el joven, tras una noche en blanco, vuelve al cementerio de día y lo recorre afanosamente. Finalmente encuentra a la dama de blanco en la forma de una escultura en mármol que marca la tumba de una mujer muerta muy joven. Y muerta hace muchos años.
Como todos los cuentos de fantasmas, la Dama de Blanco tiene versiones en casi todas las lenguas y culturas. Pero pocas tienen tal alto grado de detalle y hasta de direcciones en la ciudad.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux