Dom 03.07.2011
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> ATRAPADA: EL HOMBRE REGRESA

Los pasillos de la muerte

› Por Javier Alcacer

El recorrido de la cámara por los pasillos vacíos del hospital psiquiátrico en una noche tormentosa marca el fin de la etapa sabática de John Carpenter. Así terminan los diez años en los que, cansado de pelearse con los estudios, se dedicó a cobrar cheques por las (generalmente espantosas) remakes de sus películas y a sus otras grandes pasiones: la NBA y los videojuegos. El prólogo de Atrapada, que se estrena en los cines este jueves, demuestra que todavía es capaz de erizar los pelos de la nuca con un par de planos, en este caso, un par de planos que describen el lugar en el que transcurrirá prácticamente todo el largometraje. ¿Hace cuánto que no se ve una puesta en escena capaz de incomodar con un mínimo de recursos? Seguramente desde 1999, año en el que se estrenó Vampiros, la última película de Carpenter que llegó a los cines nacionales (Fantasmas de Marte, su cruza entre el western y la ciencia ficción, salió directo a video en 2001).

Atrapada, a la que Carpenter define como “una tarea”, transcurre en la década del ‘60. Kristen (la rubia Amber Heard, de la reciente Infierno al volante) es internada en un neuropsiquiátrico al ser encontrada culpable del incendio de una casa en el campo. Allí, bajo la atenta mirada del doctor Stringer (interpretado por Jared Harris, hijo de Richard y parte del elenco de Mad Men), descubrirá que una presencia ataca brutalmente a las pacientes por las noches y que sus compañeras saben más de lo que aparentan. La película tiene algunas particularidades que hacen ruido al compararla con la obra del autor: en primer lugar, no está filmada en el formato panorámico, lo que, salvo en su ópera prima, Dark Star, siempre fue una constante en sus trabajos, en los que aprovecha al máximo la horizontalidad de la pantalla para la composición visual. Carpenter tampoco escribió el guión ni la música incidental, que recuerda vagamente a la de Suspiria, el clásico de Dario Argento. Lo más chocante de Atrapada podría llegar a ser una consecuencia de la combinación de estos factores porque, con la excepción de la excelente secuencia de apertura, la película depende exclusivamente de los sobresaltos en la banda sonora para asustar y limita el horror a la posibilidad de sufrir un daño físico. En este aspecto, Atrapada está más cerca de la corriente de películas como El juego del miedo o Hostel, aunque es bastante más moderada que las franquicias líderes del torture porn. La filmografía de Carpenter nunca se destacó por ser sangrienta: en Halloween lo que provocaba terror no era el cuchillo de Michael Myers, sino esos momentos en los que Jamie Lee Curtis miraba por la ventana y lo veía, inmóvil, observándola. Del mismo modo, La niebla, En la boca del miedo y El príncipe de las tinieblas ofrecen una dimensión del terror que no se limita a la experiencia corporal, sino que sugieren la existencia de un horror metafísico, infinitamente más terrible que el dolor o la muerte misma. Para hacerlo peor, en el último acto, una serie de vueltas de tuercas revelan la gratuidad de las secuencias más explícitas de la película. La destreza de Carpenter tras las cámaras, que sabe por diablo y por viejo, está intacta y se las arregla para hacer gala de su talento narrativo a pesar de trabajar con un material que no está a su altura. Atrapada no está ni cerca de ser la segunda venida de JC. Sólo podemos decir que es un regreso, un regreso con chispas de gloria, pero, a fin de cuentas, un regreso a secas. Algo es algo.

Nota madre

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