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Domingo, 18 de septiembre de 2011

La sangre derramada

Desde España, una mujer se autoflagela por todas las demás.

Angélica Liddell alguna vez dijo: “El teatro es lo que me impide pegarme un tiro”. De ese calibre son sus declaraciones y su teatro. Nacida en Figueres y educada en colegio de monjas, Liddell construyó una carrera brillante y habitualmente catalogada como “transgresora”, que se rebela contra los encorsetamientos genéricos y el buen gusto, a la par que logra un remarcado reconocimiento internacional. Sus obras fueron traducidas al francés, inglés, alemán, ruso y portugués, y recibió entre otros galardones, el Premio de dramaturgia innovadora Casa de América 2003. Es otra de las figuras imperdibles que presenta el festival en esta edición.

En Buenos Aires presentará Yo no soy bonita, donde a partir de una experiencia personal –un abuso sexual–, Liddell llama a una desobediencia de género. La provocadora actriz, directora y dramaturga se corta las piernas en escena como acto cruelmente poético y de liberación femenina: “En una sociedad misógina, androcentrista y patriarcal, las mujeres se dividen en tres: vírgenes, paridoras y putas. Mi cuerpo se convierte en una agresión contra la sociedad. Mi cuerpo se convierte en protesta. Es un acto de desobediencia. Castigo mi propio cuerpo para desobedecer. Me autolesiono para revolverme contra las lesiones que causa el rol que nos han impuesto desde el nacimiento. Utilizo la violencia poética para defenderme de la violencia real”.

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