> VACAS Y LáCTEOS
“Es triste, pero lo cierto es que todos tenemos que comer un poco de mierda cada tanto”, le dice un amigo a otro en la película Fast Food Nation. La conversación gira alrededor de las hamburguesas y su producción y sintetiza el principal problema de la cría de ganado en corrales de engorde. En los feedlots las vacas hacinadas comen entre la mierda, viven cubiertas de mierda y así llegan al matadero donde la mierda, imparable, se cuela entre su carne molida. Pero la mierda no viene sola: ese modo de vida y la dieta rica en granos suministrada a animales que deberían comer pasto y no pueden metabolizar completamente su nuevo alimento, generó el surgimiento y propagación de una cepa súper mortal de bacteria Escherichia coli mutada.
Si bien se comprobó que cambiando este sistema el riesgo de que la carne llegue contaminada se reduciría en un 80 por ciento, eso implicaría también que las empresas se resignen a una producción más acotada y que el consumidor no tenga carne en las cantidades que reclama el gusto actual.
Con la leche ocurre algo parecido. Para satisfacer la demanda maximizando los ingresos se está recurriendo a métodos al menos de dudosa salubridad. Aparte del ordeñe intensivo que generan infecciones en las ubres que demandan cada vez más antibióticos, en aquellos países donde está permitido se les suministra a las vacas hormona de crecimiento bovino: un descubrimiento by Monsanto que aumenta la producción de leche en un 20 por ciento. La aprobación de esta hormona es también una de detectives en Got the Facts on Milk y El mundo según Monsanto: coimas a funcionarios de distintos países, despidos masivos de veterinarios que se pronunciaban en contra y, finalmente, los papers secretos de la compañía que salen a la luz y hablan de crecimientos repentinos de los ovarios de las vacas, problemas reproductivos y un aumento del factor de crecimiento insulínico relacionado directamente con el cáncer de mama, próstata y colon. Además de una severa mastitis que las hace segregar pus en cantidades cuantificables en un vaso de leche.
Por último, en el documental Meat the Truth se analiza claramente cómo la superproducción de ganado presenta otro conflicto: su aporte al cambio climático (un detalle sospechosamente pasado por alto por Al Gore en Una verdad incómoda). Resulta que la bosta de vaca suelta gas metano en tan grandes cantidades que ya es el responsable del 18 por ciento del efecto invernadero, al que hay que sumar un 20 por ciento más que se genera como efecto colateral por la gran cantidad de bosques y selvas vírgenes que se talan para plantar granos con los que se les dará de comer a las vacas. Un círculo vicioso que huele cada vez peor.
La aprobación de la hormona de crecimiento bovino es también una de detectives: coimas a funcionarios de distintos países, despidos masivos de veterinarios que se pronunciaban en contra y, finalmente, los informes secretos que salen a la luz y hablan de crecimientos repentinos de los ovarios de las vacas, problemas reproductivos y un aumento del factor de crecimiento insulínico relacionado directamente con el cáncer de mama, próstata y colon. Además de una severa mastitis que las hace segregar pus en cantidades cuantificables en un vaso de leche.
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