Dom 15.04.2012
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> MARINA VANZOLINI: EL HOMBRE Y LA ECOLOGíA

Uno y el universo

¿A quién habrían invitado los pueblos indígenas del Amazonas en caso de organizar un coloquio sobre “configuraciones de vida”?, se preguntó Marina Vanzolini, antropóloga del Museu Nacional de Río de Janeiro, mientras preparaba su ponencia. La pregunta supera lo anecdótico para anclar en una cuestión fundamental: para ellos, la vida significa algo absolutamente distinto que para nosotros. “Su visión es muy diferente respecto de lo humano. Es lo que se llama ‘animismo’: las cosas que están en el mundo tienen una vida social, todas las interacciones del hombre con el cosmos son relaciones sociales. A todo lo que existe se le atribuye la cualidad de sujeto”, explica Vanzolini.

¿También perciben así al medio ambiente?

–Sí, porque todo lo que existe tiene esa cualidad subjetiva, todo fue humano en algún momento y cualquier cosa de la naturaleza podría revelarse humana. Es muy común en estos pueblos la idea de que hay espíritus dueños de las cosas naturales, de los animales, de los ríos, de las plantas. Todo tiene un dueño espiritual. El bajo caudal de los ríos, por ejemplo, lo explican así: las personas están usando jabón para bañarse, y a los dueños espirituales de los ríos no les gusta el jabón, así que se van. Y cuando se van, dejan de cuidar del lugar, entonces el lugar se pierde, se degrada. Las transformaciones ecológicas las entienden desde esta concepción de la naturaleza involucrando sujetos: la ecología no es una cosa, es un sujeto que interactúa con nosotros.

¿A qué se refiere cuando dice que practican “un ecologismo profundo”?

–Ellos se ven verdaderamente integrados a lo que está a su alrededor: no lo toman como un recurso natural que pueden usar o dejar de usar. Con el río, con la aldea vecina: es lo mismo. La naturaleza no es algo separado de ellos. Esta visión los lleva a actuar de una forma respetuosa y no agresiva, y no porque son buenas personas que se proponen cuidar el medio ambiente, sino porque entienden que todo se trata de un intercambio con la naturaleza. Es una relación tensa, entre dos sujetos, pero es una relación, no el dominio de uno sobre otro.

¿Hay algunas de sus prácticas que podríamos tomar como ejemplo?

–Es muy difícil “importar prácticas”. Observarlas es importante, pero el impacto real que puedan tener sobre una sociedad es más complicado. Aun así, hay cosas a tener en cuenta: ellos no producen basura. No hay desechos porque todo es degradable, no conocen el plástico. Hay una inteligencia absoluta en el uso de los materiales, ni siquiera usan platos: usan un panqueque de mandioca y ponen el pescado arriba. Cuando terminás la comida, te comiste el plato. Se bañan en el río sin productos químicos, sacan lo que necesitan de las plantas. Yo creo que hay cosas que ya no podemos ignorar. En Brasil estamos viviendo un momento de crecimiento, hay un optimismo generalizado que está muy bueno, pero en ese contexto las cuestiones de preservación ambiental no son tenidas en cuenta. Los planes de crecimiento no respetan el medio ambiente ni a las sociedades que viven de eso. Ya no podemos seguir con modelos de industrialización de los siglos XIX y XX.

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