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Domingo, 29 de abril de 2012

Vuelve el under

 Por Roberto Pettinato

Piccolini es y será siempre un caso especial. No es un músico tradicional en ningún sentido. Es hermético, gracioso, y tiene el cretinismo crítico generado quién sabe si por Los Toreros Muertos y sus “agüitas amarillas” o la Academia de la Nada. Pero creo que cuando empezamos a charlar sobre John Cale y Roxy Music o lo que fuere, me di cuenta de que no estaba delante del músico argentino de rock. Digamos, muchísimo menos de rock.

Lo ecléctico es más que un don. La destreza es la madre de la mediocridad, y Piccolini siempre fue lo primero. En cuanto a la producción de los discos, lo he visto generar cosas maravillosas de la nada y no sólo convertir sino ordenar lo que en mi mente barretiana no era otra cosa que un pequeño boceto.

Piccolini me albergó en su casa cuando no tenía casi para comer... Vivir en Madrid en su casa era como estar en un hotel cinco estrellas. Ahí comenzamos a formar el grupo y a componer realmente juntos como no lo hace casi ninguna banda, aunque sólo éramos dos. Siempre los instrumentos que nos acompañaban se convertían en seres vivos, como la batería electrónica de no sé qué año que usamos y que podría muy bien ser una base de un teléfono de los ’80.

Con Picco nos dimos cuenta también que Pachuco Cadáver era algo distinto a los demás grupos y las críticas excelentes que recibimos en España (comparándonos con Suicide o los Velvet ) hicieron el resto. Incluso me contó Picco que cuando yo ya había partido a Buenos Aires, tiempo después llegaron a hacer conciertos sin mí... pero con la gigantografía de la foto de tapa en la que estaba desnudo.

El concepto minimalista, por momentos furioso y casi de cámara, hace de Pachuco un grupo que no tiene parecido o comparación con los demás de nuestro país. Pero como decíamos la vez pasada mirando desde la terraza la gran ciudad: “Buenos Aires es una gran ciudad... ¡y una ciudad así de enorme tiene que tener una banda como ésta!”. Nos reímos porque el comentario no era de autoalabanza. ¡Lo que nos decíamos era cierto! Todas las grandes ciudades lo son porque ahí mismo se han generado grandes delirios artísticos, y no me refiero a los triunfantes sino a los underground. Y una ciudad sin underground es tan solo un pueblo. Y un pueblo bastante pobre y triste, por cierto.

Piccolini es la modernidad misma y un artista con unos cojones, dirían allá, impresionantes. Y una capacidad para sintetizarlo todo y machacarte la cabeza como pocos. Cree como yo en el sonido de la música. A veces solo en los sonidos, a veces en una bonita canción.

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