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Sábado, 19 de julio de 2003

¡Arthur Cravan está vivo!

Este artículo fue escrito por Isaki Lacuesta. “Me he tomado la libertad de argentinizarlo un poco, y entre los hipotéticos enemigos que hoy tendría Cravan, he sustituido al ex alcalde madrileño Alvarez del Manzano por Menem”, me escribió Lacuesta al enviar el artículo con permiso para reproducirlo en Radar.

Por Isaki Lacuesta

En 1913, justo trece años después de la muerte de Oscar Wilde, aparecía publicado en París un artículo titulado “¡Oscar Wilde está vivo!”. Su autor, Arthur Cravan, se presentaba a sí mismo como el sobrino del poeta inglés y aseguraba que éste no sólo aún vivía, sino que se le había presentado por sorpresa, disfrazado y camuflado bajo otro nombre. Pronto, la plana mayor de la prensa internacional se hacía eco de las palabras de Cravan, aunque a la postre el misterio nunca llegara a dilucidarse y la polémica acabara por ser olvidada. Para complicar aún más las cosas, ese mismo Arthur Cravan anunció poco después que se haría pasar por muerto para promocionar sus obras y, en efecto, al cabo de unos años de aventuras y escándalos enloquecidos, en 1918, desapareció en el Golfo de México sin dejar ni rastro. ¿Quién diablos era Arthur Cravan? Farsante, boxeador, en su tarjeta de presentación puede leerse, entre otras cosas: “marinero en el Pacífico, encantador de serpientes, rata de hotel, leñador en los bosques gigantes...” Después, escribió que “tiene más méritodescubrir el misterio a plena luz que en la sombra”. ¿Cómo resistirse a dedicarle una película? ¿Y cómo es posible que nadie la hubiera hecho aún?
Siempre admiré la tradición de personajes falsos –como el Jusep Torres Campalans del libro de Max Aub– que todo el mundo tomaba por ciertos. Y por eso me divierte tanto que ahora Cravan vs. Cravan, una película de detectives que al mismo tiempo es un auténtico trabajo de investigación, sea el primer documental verdadero que casi todo el mundo ha tomado por falso. Sobre todo porque Cravan existió, dejó rastros de su presencia por doquier y, si en su leyenda hay algo de imaginario, lo primero es lo que él mismo imaginó. No por azar, Cravan fue encarcelado en Bilbao bajo el sorprendente cargo de “emisión de ideas falsas”. Porque en arte es lícito mentir, pero no engañar; al contrario que en la política o la prensa, donde tan a menudo se engaña sin ni siquiera mentir.
Cravan está vivo. Y el mensaje de su obra aún es vigente: la capacidad de cuestionar la autoridad mediante el sentido del humor, el pacifismo apátrida (“me daría mucha vergüenza dejarme arrastrar por un país”), la lucidez (“el hombre espiritual es el que sabe luchar en camisón”), la heterodoxia. Y si Cravan sigue vivo, ¿qué haría hoy en día? Imposible saberlo con certeza, pero uno sospecha que escupir sobre las tumbas del arte y el cine que se hace en estos lares, retar a un combate en el Santiago Berna-béu a Mike Tyson (y quién sabe si quizá también a Aznar, a Bush y a Menem, personajes que sin duda hubiera detestado) y, por supuesto, renegar una y mil veces de nuestra película. Da lo mismo. Cravan también sobrevivirá a Cravan vs. Cravan.

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