Domingo, 4 de agosto de 2013 | Hoy
Por Carlos Alonso
Conocí a León Ferrari en los años ’60. Buenos Aires vivía entonces los efectos retrógrados del golpe de Onganía, pero al mismo tiempo una exultante actividad cultural. En el campo de la pintura convivíamos dos polos fuertemente activos y enfrentados: por un lado estaba el Instituto Di Tella, con una visión del arte por el arte y con los ojos puestos en las últimas expresiones de la pintura norteamericana (sin que esto sea peyorativo, porque había grandes pintores, como Macció, Noé, Gorriarena, Berni); y por otro estabamos nosotros, en la Sociedad de Artistas Plásticos, que militábamos en una visión bastante más latinoamericana, y sobre todo con resonancias político sociales, y tratábamos de responder a los intentos de Onganía de cercenar las libertades públicas, haciendo una serie de exposiciones temáticas, y de proyectar en la sociedad la repulsa a la censura y a la persecución de las personas por las ideas.
Estas manifestaciones públicas fueron, por ejemplo, Homenaje a Latinoamérica, Homenaje a Vietnam, Malvenido Rockefeller, Villa Quinteros también es América, Hambre basta. En esta serie de muestras tuvimos un rotundo éxito, porque se cumplieron todas las propuestas. Una de ellas era que crearan un tipo de conciencia de lo que este tipo de gobierno significaba para la sociedad. Y otra era que este grupo inicial creciera, e incluso que se proyectara hacia los pintores del Di Tella, cosa que conseguimos ampliamente, porque logramos que se incorporaran también Macció, Deira, De la Vega, Noé, Suárez y León Ferrari.
De esos días luminosos de ese período negro, de esa época se remonta nuestra amistad con León Ferrari. Después vinieron días más negros, con el Proceso, la diáspora, el exilio, y él como yo, y tantos argentinos, perdimos nuestros hijos en manos de una dictadura sangrienta y sanguinaria. Yo pienso que León Ferrari era un creador y un gran artista. Pero hoy quiero recordarlo y agradecerle fraternalmente, donde esté, por haber sido un defensor de los derechos humanos, y por haber denunciado en sus obras los vínculos diabólicos del poder y las consecuencias que traen a la sociedad la intolerancia y el autoritarismo.
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