Alta, hermosa, en bicicleta y enfundada en un traje que parecía del espacio, era una rara avis moderna a principios de los ’60, cuando empezó a trabajar en publicidad. Como el personaje de Peggy Olson en Mad Men, llegó de redactora a directora creativa a puro talento. Trabajó treinta años en las agencias más reconocidas de su época –Gowland, Lautrec– y cinco como directora de su propia agencia. Reconocida por sus pares como una de las más brillantes publicitarias argentinas, hoy Mónica Müller es médica y está a punto de publicar su cuarto libro.
LOS GRINGOS “¡Mad men me mató! En la serie se ve claramente el proceso de liberación de las mujeres, que era muy nítido en la publicidad, porque en muchas cosas se nos consideraba –al menos a las creativas– iguales a los hombres, a diferencia de otros lugares, y en muchas otras por supuesto se nos consideraba diferentes e inferiores. Por ejemplo, yo he ganado mucho más que hombres que estaban en mi mismo puesto jerárquico. Pero también un cliente era capaz de decirle a tu jefe: ‘Te doy la cuenta pero haceme gancho con tu redactora’. En esa época yo trabajaba en Gowland y una noche, terminando un trabajo, uno de los jefes me viene a decir: ‘Che, el gringo este dice que nos da la cuenta si vos salís con él’. Me indigné. Yo estaba trabajando y todos meta whisky y risas con el cliente, como si yo fuera una cosa para intercambiar. Me fui furiosa”.
SIEMPRE LIBRE “Tendría veinte años, y llevaba la cuenta de Johnson & Johnson, que tenía las toallas femeninas Modess. En esa época este tipo de publicidades sólo decían cosas como ‘para esos días de nervios’. Yo hice un aviso que mostraba la toallita tamaño natural, una página entera, con flechas que salían del producto y hablaban de la menstruación. Me acuerdo de que en la presentación al cliente había cuatro señores norteamericanos como de ochenta años. Yo me paro con mi cartón y digo: ‘Bueno, el aviso es éste’. Fue un shock. Todos se miraban. Y el director dijo: ‘¿Usted cree que tenemos que publicar eso?’ ‘Sí’, dije yo. ‘Bueno, publiquémoslo.’ Fue un escándalo, me entrevistaban de las radios, la Liga de Madres de Familia puso el grito en el cielo... y el producto se vendió muchísimo.”
LISERGICOS “Todos los creativos éramos o pintores o escritores. A fines de los ’60, muchos nos analizábamos en la clínica de Alberto Fontana con ácido lisérgico y mescalina. Algo que era legal en esa época. Una sesión eran diez años de análisis. No es que todos los que trabajábamos en publicidad hacíamos esto o íbamos al Di Tella o a la Galería del Este, pero esos mundos se cruzaban mucho. La publicidad en los años ’60 vivía un momento de felicidad creativa, te pagaban un montonazo, eras totalmente libre, no había horarios. Trabajábamos muchísimo pero era la joda viva, realmente.”
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