Domingo, 3 de abril de 2016 | Hoy
SANTA FE › LIFSCHITZ ANALIZA ESTRATEGIAS PARA AMORTIGUAR EL TARIFAZO ELéCTRICO EN SANTA FE.
Aún no se ha esbozado un plan aunque hay varios proyectos de legisladores dando vueltas. El gobernador se ha reunido con industriales y espera señales de la Nación. Un cuadro muestra casos reales de incrementos enormes para varias industrias.
Por Pablo Feldman
Corren tiempos en los que la indulgencia del comienzo, las apelaciones al pasado -léase "la pesada herencia" y hasta los aparatos mediáticos que ya no muestran episodios de "inseguridad", ni conflictos laborales, ni hablan de tarifazos- verán cumplido su ciclo y la abrumadora realidad abrirá paso a la respuesta desde el Estado que puede ofrecer diferentes variantes. Estas van -son escenarios hipotéticos- desde la represión del conflicto -previo ocultaminento o minimización- hasta la previsión y amortiguación del impacto de los efectos de las medidas dispuestas por el gobierno nacional. Aún en Santa Fe, donde la violencia de la narcocriminalidad no descansa y tiñe de sangre el día a día, los sondeos de diferentes consultoras vuelven a ubicar al tope de las preocupaciones de los argentinos la pérdida del empleo y el retroceso en las condiciones de vida. Pasaron muchos años, para que esta problemática reapareciera en niveles tales que ha desplazado en muchas provincias a la "inseguridad" como primera preocupación. En Santa Fe, lamentablemente esos factores concurren y se multiplican y es por esa razón que más allá de la "buena voluntad" que pretende expresar el gobernador -que incluye el acompañamiento en el tema del pago a los fondos buitres- se ha ocupado de marcar diferencias y alertar sobre los estragos -no usó ese término- que está provocando ya la política de "sinceramiento de tarifas" como lo llama el gobierno de Mauricio Macri o el "brutal ajuste" como prefiere decirle la oficialista Elisa Carrió.
Pero la advertencia de Miguel Lifschitz no lo exime al gobierno de Santa Fe de su cuota parte de responsabilidad si no pone en marcha una política de subsidios y asignación presupuestaria diferente a la de "Cambiemos". El tarifazo -inconcluso aún- de la energía eléctrica es un ejemplo, porque a la eliminación del subsidio nacional, el estado provincial le agrega un porcentaje en el incremento que depende de su decisión político-estratégica. Y es aquí donde debe aflorar la imaginación y sobre todo el sustrato idelógico de una gestión. No creo que los votantes de Frente Progresista específicamente, y la mayoría de los santafesinos, esperen que Lifschitz haga lo mismo que Macri. El diputado del partido del Progreso Social, Héctor Cavallero ya presentó un proyecto -es decir una primera idea- para que el sablazo de las tarifas no decapite a la industria y a los hogares santafesinos. Consiste en un subsidio de 2 mil millones de pesos para la EPE que a su vez debería administrar sobre los usuarios. El origen de esos millones sería la deuda -diez veces superior- que mantiene el estado nacional con Santa Fe, que reconoció el fallo la Corte Suprema sobre fin del año pasado y que debe pagarse inexorablemente. Además de los más de 70 millones de pesos que ya no se le retienen de la coparticipación, la mayoría de los cuales será invertido en "seguridad" según lo confirmó el propio gobernador.
Amortiguar el tarifazo no aplicando montos que son los más altos del país, después de Córdoba e inyectar esos millones a la EPE, sea a través de la idea de Cavallero o alguna mejor, que hasta el momento no se conoce; es también una manera de invertir en "seguridad". Contribuir a sostener el consumo interno -algo que no parece importarle a la administración nacional- sostener la producción y por tanto mantener las fuentes de trabajo, es claramente una política de seguridad social tanto o más importante que la que puedan desarrollar las fuerzas policiales y gendarmería. Para eso, naturalmente, hace falta una decisión política que en el contexto nacional -con la oposición votando mayoritariamente por pagarle a la usura internacional- los gremios recién ahora reaccionando tibiamente, y la "opinión publica" ocupada en ver cómo cuentan dólares el hijo de Lázaro Báez u otros personajes oscuros, se hace muy difícil asomar la cabeza, y poner el cuerpo. Una ayuda puede ser el respaldo de pensadores y teóricos que fijaron posición -ciertamente en minoría- sobre el comportamiento ético frente a los problemas que afronta el país. Tan relevante como eso son las declaraciones de empresarios -muchos de ellos votantes del "cambio"- que están palpando en carne propia lo que ocurre y cómo en el caso de la Unión Industrial Argentina, advierten sobre la "pérdida de más de 200 mil empleos en el sector". Así lo hizo saber Juan Carlos Sacco el fin e semana, y lo atribuye a la crisis de Brasil y al tarifazo en energía y transporte. En Santa Fe, Guillermo Moretti, vice presidente de la UIA, particularizaba sobre el tema de la tarifa de energía y la inviabilidad del trabajo en los diferentes sectores de la industria, con ejemplos concretos, contraponiendo montos de facturas de diciembre y de febrero con consumos similares y en algunos casos inferior. El cuadro que acompaña esta nota nos releva de mayores comentarios, es lo suficientemente elocuente como para que el gobernador ponga en marcha alguna variante que evite situaciones terminales. La envergadura de la empresas expuestas como ejemplos permiten deducir que si esto jaquea a firmas con "espaldas", la situación de las más pequeñas es desesperante. Esta misma ecuación trasladada a los hogares y comercios, marca la urgencia de una respuesta que permita paliar la angustia que se observa en estos días.
Hace 70 años se fundaba Acindar y cinco años después se abría la planta en Villa Constitución. La historia de la empresa originalmente de la familia Acevedo tiene numerosos capítulos, acompañando los vaivenes del país. Desde su apogeo de la posguerra hasta sus días más oscuros de persecución de trabajadores dando lugar a la épica UOM de Villa, con Alberto Piccinini, Victorio Paulón y otros dirigentes sindicales algunos de los cuales pagaron con su vida la defensa se sus compañeros, y otros -como los citados- con cárcel, persecución y exilio.
Con todo eso, cuentan trabajadores que vivieron casi toda esa historia, el último día hábil del mes, los obreros cobraban su salario. Hubo, según los momentos, descuentos, cesión de parte de los trabajadores, suspensiones, turnos rotativos, pero siempre, todo, un poco, o algo más, se cobraba el sueldo. Por primera vez en la historia, el jueves pasado, 31 de marzo, los trabajadores de Acindar no cobraron ni un peso. Sin dudas, algo ha cambiado.
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