Lun 17.08.2015
rosario

DEPORTES › NEWELL'S EMPATó EN 0 FRENTE A UN DéBIL TEMPERLEY QUE VINO A DEFENDERSE.

Ni la sombra de lo que era

El equipo dirigido por Bernardi fue silbado e insultado por la hinchada, que sumó más bronca tras la pérdida del clásico. A los 3 minutos, Maxi pateó un penal que le atajó el arquero visitante. La lepra dominó, pero no pudo ganar.

0 Newell's: Unsain; Escobar, Cáceres, López, Báez; Mancini, Villalba, Mugni; Tonso, Scocco, Maxi Rodríguez. DT: Lucas Bernardi.

0 Temperley: Crivelli; Bojanich, Aguirre, Bogino, Chimino; Esparza, Arregui, Di Lorenzo, Frezzotti, Sambueza; Vilchez. DT: Ricardo Rezza.

Cambios: ST 17m Figueroa por Tonso (N), 18m Formica por Mugni (N), Ledesma por Sambueza (T) y Peralta por Frezzotti (T), 27m Casco por Escobar (N), 32m Aprile por Esparza (T).

Incidencias: PT 3m Crivelli (T) le contuvo un penal a Rodríguez (N).

Arbitro: Mariano González.

Cancha: Coloso del Parque.

Newell's prolongó su agonía y no supo cómo quebrar a un débil Temperley, que vino a Rosario a defenderse y resignar cualquier tipo de chance de triunfo. La lepra careció de ideas y se repitió en centros. El elenco dirigido por Bernardi completó cuatro partidos sin triunfos y goles. Los hinchas insultaron y silbaron a los jugadores y el técnico. Un penal a los 3 minutos de partido, aunque sea insólitamente mal cobrado por el árbitro, es una oportunidad divina para acallar la bronca manifiesta de una hinchada hacia un equipo. Pero no, no es el caso de Newell's. Maxi pateó displicentemente, contuvo el uno de Temperley y la lepra volvió a empezar un juego que lo tuvo como absoluto protagonista desde el inicio.

El clima hostil no cesó, pero el plantel no se inquietó y mantuvo el libreto con serenidad. La visita llegó al Coloso solo para contener y los de Bernardi tuvieron amplias libertades para dominar las acciones del juego.

Pero Newell's es un equipo tibio. Ayer, al menos en el primer tiempo, hizo y deshizo. Movió la pelota con inteligencia y criterio hasta tres cuartos de campo rival, pero nunca encontró profundidad para cristalizar la superioridad en el marcador. La pelota salía clara cuando partía de los pies de Villalba y Mancini, pero se diluía cuando ingresaba al área defendida por Crivelli. El partido era un monólogo, el rojinegro monopolizaba la tenencia de la pelota y Temperley se recluía a la espera de un contragolpe prodigioso, muy difícil de encontrar con once jugadores en campo propio.

El repliegue del celeste ni siquiera era ordenado. Con fallas groseras en la marca y un retroceso desarreglado, dejó que Newell's se moviera sin dificultades. Pero defender con tantos hombres no es garantía de hacerlo bien. La lepra, con todo a favor, no supo cómo quebrarlo. No cambió de ritmo para descompensar levemente, solo lo necesario para desajustar a una defensa poco firme. Pero sobre el cierre se repitió en los centros y concluyó una primera etapa de rendimiento muy pobre.

Al regreso del vestuario, Bernardi fue recibido con una bandera agraviante. La tensión fue moneda corriente en la noche del Marcelo Bielsa. La hinchada leprosa, con mayor énfasis de la barra brava, todavía no traga la derrota en el clásico, y lo hizo saber con silbidos y cánticos. Todos fueron castigados, dirigentes, jugadores y director técnico. Lo que transmitía el equipo motivaba aún más ese clima, porque Newell's se repetía en centros cuando se acercaba al área de Temperley.

Bernardi lo divisó y pasado el cuarto de hora mandó a la cancha a Formica y Figueroa. Mauro, ovacionado, regresaba formalmente al Coloso, justo para colaborar en un momento donde se necesita de jugadores como él, que absorban la presión y rompan la monotonía. La intención era llegar con más orden desde el mediocampista y asistir a los atacantes con claridad. No era una mala lectura, pero el tiempo corría y Temperley se retrasaba más todavía. Ante el cerrojo, Formica tuvo la buena idea de probar desde fuera del área, aunque sin suerte.

Pálido y carente de variantes, la lepra se fue vaciando. No supo cómo vulnerar la barrera, muy ancha por cierta, que creó Temperley. Pero dio poco de sí para quebrarla. Los hinchas se retiraron desencantados y despidieron al plantel con un estruendoso silbido, toda una postal del presente rojinegro.

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