Sábado, 3 de noviembre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "MI SEÑORA ES UNA ESPIA" EN EL PARQUE DE ESPAÑA
Emitida el canal "Ciudad Abierta" y abruptamente cancelada el lunes posterior a los comicios presidenciales, Mi señora es una espía se plantea como una comedia de época... peronista.
Por Fernanda González Cortiñas
"La 3ª Guerra Mundial socavó los sueños imperialistas de rusos y yanquis. La Argentina, permaneció neutral y supo sacar provecho de la situación. Por suerte, tanto hombres como mujeres se alistaron orgullosos en la primera escuela de espías peronistas. Estos compañeros, llevan una doble vida: la normal, familiar y de barrio, por un lado, y la de espía, peligrosa y abnegada, por el otro. Hoy, recuperada en technicolor, podemos disfrutar nuevamente de la serie que supo conquistar al mundo entero: Mi señora es una espía".
Con esta presentación --que parodia sin remilgos el estilo indeleble de Sucesos argentinos--, llega a Rosario esta notable sit--com, escrita y protagonizada por Andrea Garrote, y que de la mano de su creadora, se presentará a partir de éste --y todos los martes de noviembre--, a las 21, en el Túnel 4 del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río).
Emitida desde principios de este año por el canal de la Ciudad de Autónoma de Buenos Aires --Ciudad Abierta-- y abruptamente cancelada el lunes posterior a los comicios presidenciales, Mi señora es una espía, se plantea como una comedia de época..., de época peronista.
"Mi familia estuvo muy vinculada a la primer presidencia de Perón --explica a Rosario/12 la actriz de La estupidez y La extravagancia--. Yo crecí escuchando a mi mamá, contándome que cuando ella tenía 15 años el peronismo era la panacea, que todos creían que todo iba a mejorar. Una ingenuidad que coincide con todas aquéllas series argentinas de la década del 50 y 60, Los Campanelli, por poner un ejemplo. Cuando asocié todo eso a las series que yo veía cuando era chica, El Super Agente 86 y Yo amo a Lucy, el resultado es ésto: Mi señora es una espía. Cuando estos dos universos empiezan a dialogar son casi infinitas las posibilidades de creación".
Producto de esta delirante cruza, la miniserie, es una flagrante sátira política que no escatima lugares comunes a la hora de reírse de la siempre prolífica cosmogonía justicialista.
"Animo Chasqui, que por ahí, si le rezás mucho, el Hadita Evita te escucha y te manda un Winco", le dice Hernancito (Emiliano Dionisi), el sobreprotegido hijo de Graciela --que a pesar de los retos de su padre prefiere el ballet al "fobal"-- al cartero, un santiagueño encargado de traerle las encomiendas a la señora, paquetes que disfrazados como discos de Hugo del Carril, contienen las misiones --a veces rayadas-- de la agente Sedán.
Con la asistencia de Romeo (el director Rafael Spregelburd), una especie de superior con quien intercambian sotto voce algunas insignificantes críticas al gobierno, Graciela intenta equilibrar los tantos en su doble vida. Mientras esquiva disparos mortales, descifra mensajes encriptados, la señora Sedán atiende las requisitorias familiares. Lejos, lejísimos de la infartante Mata Hari o de la rebelde Mademoiselle Doctor, Graciela Sedán es, lo que se dice, una auténtica "señora de su casa". Prepara la comida, tiene el hogar (rosa, muy rosa) impecable y se ocupa de ser una devota madre y amante esposa, lo que no evita que su esposo Oscar (Pablo Gelós) sospeche que su mujer "no es buena".
Enfrentada con la moda de la reversión vernácula de ciertas tiras exitosas en el gran país del Norte, para Garrote "en la Argentina hay material de sobra para hacer comedia", aunque en su caso, tenga un marcadísimo tono de sátira política. "Me pareció interesante el poder empezar a desmitificar ciertas zonas de nuestra historia reciente. Pero en realidad la trama de Mi señora es una espía es algo que siempre existió en mi cabeza. Era todo parte de mi vida, el peronismo, las series de espías, las películas de Doris Day... sólo había que mezclarlo y ver qué salía".
Y lo que sale es un producto absolutamente delirante: la serie se mete sin piedad con todos los lugares comunes imaginables de la época: desde el sueño de "M'hijo el dotor", pasando por la idea del país rico y generoso, hasta la negación de los Golpes.
"Cuando me di cuenta que la serie no iba a durar mucho, me propuse abrir ese mundo, ese Springfield argentino, y empecé a agregar personajes e historias, que no era sólo la casa y los personajes que la visitaban, sino que empezó a poblarse de amigos y villanos".
Entre éstos últimos están, por ejemplo, el jefe de Oscar, que intenta llevarse al Uruguay las ganancias de la empresa, un francés que intenta censurar una exposición de arte popular o un bon vivant ultra gorila (Leo Sbaraglia) que tiene una exclusiva boite y hace que todos sus empleados hablen en inglés.
"Sabíamos que en este país, lo que se hace en el Estado, siempre es provisorio --dice la actriz de su proyecto, que marcó su debut y despedida en la TV nacional--. Nos sabíamos cuanto podíamos llegar a durar, pero no por el rating, sino por lo que iba a durar el canal al aire. Y duró exactamente hasta las elecciones. Creo que es una vergüenza que todo lo que se construye en el marco de lo oficial, cuando cambia el color político, se tira a la basura".
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