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Martes, 11 de diciembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › MAGNIFICA EXPOSICION INDIVIDUAL DE EMILIO TORTI

Densidad del aquí y el ahora

"La trama de la vida", se llama la muestra de pinturas en gran formato y dibujos de Torti que abarca los últimos siete años. Se puede visitar hasta fin de mes en el CCPE.

 Por Beatriz Vignoli

Hasta el 30 de este mes puede visitarse, en las galerías del Centro Cultural Parque de España (CCPE), Sarmiento y el río, "La trama de la vida", una magnífica exposición individual de pinturas en gran formato y dibujos de Emilio Torti que abarca el período 2000 a 2007.

Nacido en Misiones en 1952, Emilio Torti estudió con Pedro Giacaglia, hallando más afinidades con este pintor del Grupo Litoral que con los autores de Tucumán Arde. Vivió muchos años en Rosario, donde participó de las polémicas estéticas que tensaron el campo del arte local. A comienzos de los 80, en la calle Sarmiento, compartió taller con Aldo Ciccione "Chacal", y allí ambos experimentaban con abstracciones de mancha al óleo donde el azar les iba sugiriendo figuras o detalles biomórficos que luego repasaban con lápiz. A mediados de esa década, Torti fue uno de los pintores que se pasaron al entonces todavía novedoso aerógrafo. Armados de la que fuera una herramienta privilegiada del fotorrealismo de los 70, él y otros jóvenes como Eduardo Piccione se le animaron a una suerte de surrealismo atípico, informalista, o bien a una geometría difuminada y neo impresionista, como la de Daniel Scheimberg; en todo caso, la innovación técnica los ponía fuera del alcance directo de la influencia del maestro Grela, abriendo nuevos territorios.

En la muestra "Rosario x Buenos Aires" (CCBR, 1985), Torti presentó una serie de abstracciones geométricas en la tradición del Arte Concreto. Tenían la particularidad de que las había pintado en PVC traslúcido y superpuesto de a cuatro paños, separados por una breve luz, en el interior de un marco de hierro forjado por Elio Blotta (hijo del escultor Erminio Blotta). El pintor incluía así la dimensión tiempo en la obra plástica, un poco al modo cubista o del cine.

En Rosario, Torti ejerció la docencia independiente con intensidad: su taller de la calle Mitre 729 fue un espacio de producción, discusión y reflexión que amplió la formación estética de muchos estudiantes de Bellas Artes (entre ellos, esta cronista) para quienes también fue un ámbito de exposición especialmente contenedor. Por entonces, el mercurial artista había vuelto al pincel, experimentaba con las formas del alto modernismo de la Escuela de Nueva York, y obtuvo importantes reconocimientos, entre ellos el 1º Premio de Pintura del Salón Nacional de Rosario (1988).

En los 90 se radicó en Buenos Aires y fue artista de Linda Moore Gallery (San Diego, EE UU). En esa época pintaba unos paisajes oníricos o visionarios, generalmente nocturnos, donde se reiteraba un repertorio de personajes y objetos cargados de significación espiritual: escaleras, agua, coronas de laureles. En ese, su período más figurativo, que conectaba además con un cierto clima de época, la de Torti mantuvo simbolismos comunes con otras producciones pictóricas rosarinas, como la de Omar Henry o la de Carlos Andreozzi. Agotada esta veta, Emilio Torti atravesó una etapa de experimentación en tecnologías digitales y video. Participó junto con el poeta Daniel García Helder y otros realizadores en la producción artística de "Charito", un video premiado por Graciela Taquini y Rodrigo Alonso. Con Helder y otros también integró el proyecto Nasha de arte digital, cuando esta modalidad se hallaba en ascenso en Argentina. Una obra digital suya, "Asunto nº 15" (2000), de la serie Todo lo que es verde, pertenece a la colección de arte argentino contemporáneo Castagnino+MACRo.

El curador de esta muestra, Rodrigo Alonso, tuvo el buen criterio de unificar la gran diversidad de esta nutrida producción acotando un período y dos técnicas: dibujo y pintura. Emilio Torti ha vuelto a estas técnicas en su mejor forma, capitalizando las formas y composiciones que pudo generar en cada una de sus incursiones por la cresta de la ola tecnológica del momento. Desde aquellas burbujas al óleo diluido en racimos globulosos que hallaba maravillado en los altos de Sarmiento al 1000 allá por 1982, hasta los diagramas de flujo que generó con la ayuda de la computadora, pasando por el aerógrafo y el videoarte como experiencias de orquestación musical del tiempo, todo está aquí simultáneamente, en infinita densidad, y una cosa es cierta: el artista se halla en la plenitud de su madurez artística y personal. Parece haberse despojado de todo lo que no era su propia "voz" plástica y por eso hoy se lo ve muy consciente de los límites de su potencial, al que despliega en toda su plenitud.

En la obra actual de Emilio Torti, el sentido intenso del presente como tiempo vivido se traduce a un dibujo cuya práctica es experiencia del hic et nunc (el aquí y el ahora) y cuyas imágenes evocan el big bang, el mito moderno del origen. Se destacan en la exposición algunos exquisitos dibujos en blanco sobre negro, en pequeño formato, de la serie "Diagramas del Presente", acerca de los cuales escribió la artista Xil Buffone, discípula de su taller: "Nada se detiene, ni siquiera hacia lo profundo del negro, donde figuras se retiran de la vista pero se intuyen en huida. Esa fuga hacia el microcosmos, (siempre de misteriosa armonía fractal) es la mismísima capacidad generativa del punto en movimiento". Los textos del artista que acompañan las obras expresan saludables mensajes éticos de respeto por la vida. Éstos están fundamentados teológicamente en el budismo Nichiren, religión que Torti abrazó hace ya unos años y que parece haberle hecho mucho bien.

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"Sobre las tres virtudes del Buda", esmalte acrílico sobre chapadur.
 
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