Martes, 4 de marzo de 2008 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. MUESTRA DE LEON FERRARI EN LA CIUDAD DE SANTA FE
La exposición titulada "Infiernos humanos, infiernos divinos" consiste en 158 obras que el artista donó a la UNL.
Por Beatriz Vignoli *
Hasta el 24 de marzo (aniversario del nefasto golpe de Estado de 1976) podrá verse en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral (Bv. Gálvez 1578, Santa Fe) la muestra de León Ferrari titulada Infiernos humanos, infiernos divinos. Consiste en 158 obras de las 183 de su autoría que el artista donó recientemente al MAC de la UNL.
Stella Arber, directora del MAC, cuenta que se exponen tres series: "Nosotros no sabíamos", "Nunca más" y "L'Osservatore Romano". La primera es una recopilación de notas periodísticas sobre la represión de la última dictadura militar publicadas en Argentina en 1976 y 1977. Las reproducciones en tamaño A3, firmadas 2007 como todas las otras series, fueron plastificadas por Arber para que el público pueda pasar las hojas del álbum de recortes que ponen irónicamente en entredicho el lugar común del título: "Nosotros no sabíamos". Los fotomontajes de "Nunca más" reproducen las ilustraciones para la edición del libro homónimo de 30 fascículos por Página/12 en 1996. Son un descenso a los infiernos en cuya propuesta crítica se cruzan El Bosco y Alfredo Astiz.
Por último, "L'Osservatore Romano" (2001) es una serie de intervenciones sobre la edición española del diario del Vaticano, cuyos titulares quedan así sarcásticamente ilustrados por reproducciones de obras de famosos artistas clásicos que secundaron a la Iglesia en su marketing del terror. La función del arte de León Ferrari es dar a ver lo que la sociedad se resiste a mirar acerca de sí misma. Sus montajes y sus recortes ponen el dedo en la llaga de una contradicción ética: la Iglesia como institución sostiene un doble discurso que por un lado reivindica los derechos humanos y por otro naturaliza la tortura aceptando numerosas versiones reales e imaginarias del infierno.
La voz de León Ferrari siempre interpela al poder; su horizonte es el otro. En virtud de este carácter dialéctico de su producción es que ella detona verdaderas bolas de nieve de respuestas apasionadas, que exceden ampliamente el ámbito habitual de recepción del arte.
La obra de Ferrari cumple su cometido político en la medida en que su repercusión supera lo estético para instalar el debate ético por los derechos humanos: salud reproductiva, vida, bienestar, libertad, libre expresión. "La verdadera muestra actual de Ferrari es lo que se muestra como reacción", opinaba en Página/12 el psicoanalista Eduardo Müller con motivo de su polémica retrospectiva de hace cuatro veranos atrás. "La misa en la Iglesia del Pilar, junto al Centro Cultural Recoleta, es también la muestra de Ferrari.
Las declaraciones de monseñor Bergoglio forman parte de la muestra de Ferrari. Los milicianos de Cristo, rompiendo excitados sus botellas, marchan dentro de la instalación de Ferrari". Y recordando un escándalo similar con motivo de su muestra Infiernos e idolatrías (2000) en el entonces Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI, hoy CCEBA), comentó el artista: "Con la reacción del público las obras se vuelven una verdadera intervención. Las protestas intervienen directamente sobre la obra y la completan". Y en el catálogo de la muestra Escrituras (2004, galería Ruth Benzacar) Victoria Noorthoorn rescata "como marco general de aproximación a la obra de Ferrari, el acento puesto sobre la importancia del afecto en el acto comunicacional". Citando a Paolo Fabbri en El giro semiótico, Noorthorn define a la nueva semiótica en términos de "actos de sentido, donde el signo es concebido como acción o transformador de situaciones y donde el lenguaje es considerado en la posibilidad de ejercer un efecto sobre otro o pasión".
El año pasado Noorthoorn participó en la presentación de León Ferrari en la Bienal de Venecia, donde el artista de 87 años ganó un homónimo León de oro por, entre otras obras, "La Civilización occidental y cristiana" (1965). "La estrategia compositiva se arraigaba en una práctica intensamente transitada por el surrealismo y el dadaísmo", escribió Andrea Giunta sobre esta obra. "El recurso se basaba en el montaje y en la confrontación de dos realidades, en principio, ajenas: sobre la réplica en escala reducida de un avión FH 107, colocaba la imagen de un cristo de santería". Pero nada de todo esto son genialidades solitarias. El contexto estético en el que Ferrari produce sus obras es el del conceptualismo originado en los años 60. Según la crítica y curadora Mari Carmen Ramírez éste fue para el arte, después del surrealismo, el dadaísmo y otras vanguardias, "el segundo gran salto del siglo XX". A diferencia del de los países centrales, el conceptualismo latinoamericano es ideológico: se involucra activamente con "lo real" haciendo uso de las teorías de la información y de la comunicación para despertar conciencia política en sus receptores y así transformar sus propias condiciones sociales y culturales. Su lema es una consigna del artista carioca Hélio Oiticica a la que bien podría suscribir León Ferrari: "De adversidad vivimos".
* Nota escrita con la colaboración de Sabina Florio.
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