En su reaparición teatral luego de haber logrado un amplio reconocimiento con Horacio, amigo de Hamlet, el dramaturgo y director Matías Martínez estrenará hoy su nueva obra, Los visitantes de pescados. Producido por Tragedias Argentinas Teatro, y protagonizado por Marcela Ruiz y Maximiliano Fonseca, el espectáculo se propone como una revisión histórica en torno a los desaparecidos de la última dictadura militar, aunque planteando además un espacio de discusión en torno al modo y la relevancia de que el arte asuma estas temáticas como eje, ofreciendo así un quiebre interesante dentro de la propia obra, la cual tendrá dos únicas funciones en el Teatro del Rayo de San Martín 473: esta noche a las 22 y mañana a partir de las 21.

Consultado por este medio, Martínez sintetizó el surgimiento del proyecto al afirmar: "La obra trata sobre los desaparecidos de la última dictadura militar argentina. A mí me costó mucho hacer el espectáculo, en relación, obviamente, al tema que se toca, cómo tocar el tema, qué decir, desde qué punto de vista tomarlo. En realidad lo que queda ahora es toda esta ansiedad por saber cómo lo va a tomar el público".

Mientras tanto, y en relación a los textos, el director contó con la colaboración del dramaturgo porteño Luis Cano, quien cedió los derechos de algunos de sus trabajos anteriores. "Son dos textos de un espectáculo que él estrenó en el San Martín, que se llamaba Los murmullos, y generó bastante polémica ya que él se planta en otro lugar para hablar de los desaparecidos, porque se planta en el lugar del hijo que hoy en día le reclama al padre por qué en vez de haber elegido ser héroe no lo eligió a él. Abrió algunas heridas y Luis me contaba que fue bastante escabroso. Más estando en el San Martín, que es como el foco de atención de todo el circuito intelectual y teatral porteño".

A esas polémicas líneas, Martínez sumó su pluma para generar una obra que ofrece dos momentos claramente diferenciables. "El espectáculo está dividido en dos partes. En una es todo ficción, y en una segunda parte hay como una crítica que plantea si se puede hacer ficción sobre los desaparecidos. Es una idea que surge de una frase de Adorno, que planteaba si se puede hacer poesía después de Auschwitz. Es casi un planteamiento, ¿se puede hacer metáfora sobre los desaparecidos? ¿Se puede llevar a los desaparecidos al teatro, o seguir poniéndolos en el teatro es seguir haciendo ficción o seguir mintiendo? Entonces hay como una especie de crítica y reflexión sobre eso dentro del mismo espectáculo".

Sin embargo, ese espacio de análisis no arroja resultados en calidad de respuestas, sino que es el público el que debe llevar a cabo sus propios razonamientos. "No hay absolutamente ninguna respuesta --remarcó el autor--. Lo que me parece que plantea la obra es un punto de vista mío, un punto de vista de mi generación. Soy de una generación que no vivió directamente la dictadura, ya que en esa época tenía cuatro o cinco años, no lo viví directamente. Es casi una referencia desde mí, de cómo llega hoy en día eso. Y no hay respuestas, en realidad creo que quedan un montón de interrogantes abiertos. Me parece que es como un aporte mío, un aporte más, a esto de seguir manteniendo viva la memoria. Que por ahí suena bastante a clishé, pero me parece que tiene que ver también con eso".

Ofreciendo dos únicas funciones antes de la culminación de la temporada, la obra volverá a escena ya sobre el mes de marzo, sumándose así a una importante cantidad de actividades que estarán vinculadas con los treinta años del golpe. "Hay, que me parece que está muy bien que ocurra, como una especie de revisionismo histórico hacia eso. Y lo que también planteo con la obra es justamente ver si sirve hacer ficción sobre ese tema".