Lunes, 28 de julio de 2008 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › EN LAS VíAS DE LA VIDA, DE ALISON EASTWOOD
Por Leandro Arteaga
En las vías de la vida
(Rails & Ties) EE.UU., 2007
Dirección: Alison Eastwood.
Guión: Micky Levy.
Intérpretes: Kevin Bacon, Marcia Gay Harden, Miles Heizer.
Duración: 109 minutos.
Sólo en DVD
7 (siete) puntos
Habrá que tener en cuenta la carrera de -la también actriz- Alison Eastwood. En las vías de la vida significa su ópera prima en la dirección y, suponemos, una promisoria carrera cinematográfica. Además, por si fuera poco, estamos hablando de la hija de Clint Eastwood, a quien no le basta, parece, con engendrar algunos de los últimos mejores films del cine norteamericano.
En En las vías de la vida, que en el país se estrenó sólo en DVD, asistimos a un cruce de historias, sólo dos y complementarias, desde una narrativa simple y ajustada al requerimiento dramático. Dos historias de vida que terminan comulgando por obra y capricho del destino.
Por un lado tenemos a Tom (el cada vez mejor Kevin Bacon), maquinista ferroviario que atropella un automóvil que, voluntariamente, espera el impacto sobre las vías. Por el otro, tenemos al pequeño Davey (Miles Heizer), quien infructuosamente trata de sacar de allí a su madre suicida. El impacto desarticula las historias y, al mismo tiempo, las comunica. Abre un espacio, mortal y vital, para el desencuentro y el encuentro.
El niño desamparado huye de tutorías estatales y de caricaturas de madre adoptiva. Mientras Tom no sabe cómo enfrentar el cáncer terminal de su esposa Megan (Marcia Gay Harden), situación que repercute ante el hecho sucedido, y que suscita una crisis de pareja. El niño huérfano será, desde una sucesión de hechos casi ingenuamente narrados, el vínculo que la pareja necesite.
Esta ingenuidad narrativa se percibe, pareciera, desde la facilidad casi naif con la que se resuelven ciertas aristas. Desde cómo se intercomunican las diferentes historias, los diferentes problemas. Pero nada de ello molesta cuando el propósito es el de revestirse de un aura, diría, otoñal. Como si de un cuento de hadas se tratase. En donde la madrastra es cruel, y el hada madrina dura lo que duran las ilusiones. Una vez concluida la tarea mágica, su partida se vuelve inevitable. Aún cuando sea el cáncer la metáfora final.
A partir de allí, el film sabe cómo reencontrarse con la "realidad", a través de un argumento capaz de distinguir un intermedio encantado, que permitió a esta nofamilia creerse felices durante un lapso finito. Luego, sin necesidad de resoluciones claras, el film abre un interrogante que funciona, por sí mismo, como la resolución mejor.
Y si se trata de distinguir con laureles, la composición de la estupenda Marcia Gay Harden sabe resultar sutil, dolorida, y plena de felicidad. La muerte como un paso más. Haber logrado vivir como uno pretendía. Nada mejor.
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