Martes, 5 de agosto de 2008 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › EL ROSARINO NORBERTO MORETTI EXPONE SUS PINTURAS AL óLEO EN EL CCBR
Conocido por su programa de difusión El cuento de la buena pipa, las obras de Moretti nacen de un diálogo apasionado con la tradición modernista local. "Los colores de mi pintura son los de Rosario: los de Uriarte y Vanzo", define.
Por Beatriz Vignoli
En una multitudinaria inauguración, que contó con la presencia de las más destacadas figuras de la plástica local, el pasado jueves 31 de julio quedó inaugurada una nueva exposición de pinturas al óleo de Norberto Moretti en el hall y la sala Schiavoni el Centro Cultural Bernardino Rivadavia (San Martín 1080). Moretti (Rosario, 1943) es una cara conocida para los rosarinos que miran su programa televisivo sobre arte local El cuento de la buena pipa, en Canal 6 de Multicanal. Su labor educativa se continúa en La obra de arte es parte de la vida cotidiana, una muestra itinerante de artistas plásticos rosarinos en escuelas. El amor de Moretti por la historia y el presente del arte de Rosario no se agota ahí, sino que incluye además su actividad de rescate de excelentes artistas rosarinos a través de las exposiciones del espacio Cibic.
"Expone individualmente desde 1972, habiendo realizado muestras en las más importantes ciudades de su país. Su pintura recorre desde hace varios años otros países, como Paraguay, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, México, Bulgaria, España y Perú", se lee en su ameno y didáctico sitio web, norbertomoretti.com.ar, donde, alternando un relato en tercera persona, reproducciones de obras, testimonios del artista sobre su trabajo y reseñas de prestigiosas firmas, se narra en textos e imágenes su vida de pintor. Allí se informa que Moretti realiza en 1976 una jugada existencial audaz. Deja su trabajo en una empresa del Gran Rosario, para dedicarse a la pintura a tiempo completo: "Ahora son doce, catorce horas diarias trabajando en sus obras". Esta dedicación rinde sus frutos, ya que eleva enormemente la calidad plástica de su trabajo. Siguen series muy diversas, entre las que se destacan sus paisajes; son especialmente bellos los de un viaje a Brasil, con su rica gama de verdes y azules.
Es intenso su quehacer pictórico en su taller, donde también da clases particulares de dibujo y pintura. Interrogado sobre las influencias locales que admite en su obra, Moretti responde: "Los colores de mi pintura son los colores de Rosario: los de Uriarte, los colores de Vanzo". Evidentemente hay un diálogo apasionado de su pintura con la tradición modernista local, pero también con estilos europeos como el de Cézanne (especialmente la serie de la montaña de AixenProvence) que fueron tan productivos para maestros de estas latitudes como Domingo Candia. Los paisajes semiabstractos de Moretti no reconocen fecha de vencimiento para los diversos lenguajes que se mezclan eclécticamente en ellos: así, un claro de luna romántico puede coexistir con un plano ortogonal a lo Mondrian y en el medio se despliega toda una gama de búsquedas y homenajes a las tradiciones más dispares, en especial la del grupo rosarino Litoral. Moretti estudió en el taller del pintor Marcelo Dasso, un maestro, según él, "talentoso, ninguneado, olvidado" y con Cati Tarsitano. Dice haber sido muy amigo de Rubén de la Colina.
No deja de leerse cierta ingenuidad, cierto leve tono naïf en el modernismo tardío de Moretti, cuyo sentido de la composición se luce a través de sus "armazones rítmicas" y cuyo manejo del color es muy bueno en la gama de los naranjas y azules, pero cuya poética de la libertad creativa o "espontaneidad meditada" no siempre se condice con el rigor formal que el modernismo exige o, mejor dicho, exigía. Sólido sin embargo en su oficio, Moretti amaga alardes de virtuosismo en los que a veces acierta brillantemente; los maestros modernos, como Grela, tampoco acertaban siempre, pero sabían que tenían que mostrar solamente los éxitos. Conviene acercarse a mirar esta obra, porque es un laboratorio que ayuda a reflexionar sobre interrogantes de esta época acerca de la vigencia de la pintura o sus transformaciones. Y alentarlo a que siga en funcionamiento, ya que Moretti, tanto el difusor cultural como el artista, es sin duda a esta altura de su generosa trayectoria una parte sustancial del alma de la ciudad.
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