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Miércoles, 15 de octubre de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › TRES VIDAS SECRETAS, DEL ROSARINO REYNALDO LADDAGA

Santos y asesinos a la vez

En su última obra, el reconocido escritor residente en Estados Unidos narra en clave de ensayo las biografías de Rockefeller, Walt Disney y Osama Bin Laden. El libro tiene un cuño deleuziano de acumulación de minucias fascinantes.

 Por Beatriz Vignoli

¿Cuántos saben en Rosario que Reinaldo Laddaga, nacido en dicha ciudad en 1963, ex profesor de la Universidad Nacional de Rosario, es hoy un intelectual latinoamericano de reconocimiento internacional? Su libro Estética de la emergencia. La formación de otra cultura de las artes, editado en 2006 en Buenos Aires por Adriana Hidalgo, es de consulta obligada a la hora de pensar las relaciones entre arte, cultura y tecnología en el mundo contemporáneo. Al año siguiente, la editorial rosarina Beatriz Viterbo le publicó Espectáculos de realidad, y este año Adriana Hidalgo redobla la apuesta con Tres vidas secretas, donde Laddaga narra en clave de ensayo literario, a medio camino entre la no ficción y la ficción, tres biografías nada secretas: la de John D. Rockefeller, la de Walt Disney y la de Osama Bin Laden.

Laddaga viene trabajando este género bioensayístico de "vidas de santos" y/o "vidas de asesinos" desde la serie de perfiles y columnas que contribuía para la sección "De punta" del suplemento cultural Grandes Líneas del diario El Ciudadano. Las enviaba por email desde Estados Unidos, donde hizo carrera como docente universitario, primero en Princeton y hoy en la Universidad de Pennsylvania. Lo desvelaba el misterio de aquellos Estados Unidos del último cambio de siglo, aún con las Torres Gemelas en pie pero donde cundía una violencia adolescente inexplicable. Escribió por aquel entonces y publicó en Tusquets La euforia de Baltasar Brum, una novela inspirada en la masacre del colegio secundario de Columbine.

Fiel a su enfoque de cuño deleuziano, Laddaga desterritorializa lo hallado. Ha elegido objetos muy adecuados para ese procedimiento. Son objetos que, como los casinos electrónicos y las autopistas que desmenuza Jean Baudrillard en su ya clásico libro América, se desarrollan y alteran una especie de zona a mitad de camino entre lo que es y lo que no es, un área de puro devenir. Así, el forjador del monopolio petrolero en su proceso de dar forma al paisaje norteamericano tal como lo conocemos ahora (vértigo, coches, autopistas) tiene en común con el creador de Disneylandia y con el destructor de las Torres Gemelas una voluntad de poder capaz de transformarlo todo y dar cuenta del estado actual de las cosas después del 9/11. Lo no dicho en el libro, lo implícito en sus tres relatos, constituye su verdadero meollo político: el primero de los relatos, la biografía del monopolista petrolero Rockefeller, deja al lector entender un poco los motivos de la sed de petróleo que impele hoy una guerra colonial tan sanguinaria como interminable.

Pero ni la explicación ni la guerra figuran en el libro, que está amasado de una acumulación fascinante de minucias, de detalles aparentemente insensatos e inconexos entre sí. En la jerga de Deleuze, cabría hablar de líneas de fuga. Así, escribe Laddaga que "Los Disney conciben la tecnología según el modelo de la magia: entre nosotros, dicen, es la forma principal de producción del asombro". Según él, en su escondite Osama "lee las antiguas zoologías" mientras un siglo atrás el multimillonario "Lohn" (sic) se preguntaba: "¿Cómo podemos estar seguros de cómo eran las cosas antes de que el cielo y la tierra tuvieran la forma que ahora tienen?". Son tres seres perplejos, menos héroes individuales a lo romántico que manojos o catalizadores de las fuerzas históricas de su época, a la que modifican siguiendo intuiciones geniales y caprichos y sin demasiada conciencia de adónde va a ir a parar aquello que están haciendo. Quedan atrapados y abrumados por los efectos de su accionar. Y, sin embargo, la vida y la cultura son otras gracias a ellos, para bien o para mal. Son, a la vez, santos y asesinos. Son poetas fuertes en el sentido que le dio al término Harold Bloom y, al igual que el autor, visionarios del presente que los atraviesa.

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Laddaga construyó un reconocimiento internacional y sus títulos son de consulta obligada.
 
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