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Lunes, 22 de diciembre de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. NUEVA VERSIóN DE LA FLAUTA MáGICA AMBIENTADA EN LAS TRINCHERAS DE LA PRIMERA GUERRA.

El amor en los tiempos del horror

Al hacerse eco de las proyecciones de Mozart y de su admirado Ingmar Bergman, el director Kenneth Branagh ofrece en esta nueva versión, una puesta fílmica que contó no con actores del mundo del cine sino con cantantes líricos.

 Por Emilio A. Bellon

"La flauta mágica". ("The Magic Flute"). Gran Bretaña-Francia, 2006.

Dirección: Kenneth Branagh

Guión: Kenneth Branagh y Stephen Fry

Fotografía: Roger Lanser

Intérpretes: Benjamin Jay Davis, Joseph Kaiser, Amy Carson, Lyubov Petrova, Rene Pape.

Duración: 135 minutos.

Salas de estreno: Del Siglo, Monumental, Showcase y Village.

Puntos: 9 (nueve).

En 1976, meses después de la realización homónima de Ingmar Bergman, se dio a conocer una edición discográfica que presentaba una serie de referencias y textos sobre la puesta en escena, sobre las motivaciones del film, entre las cuales se podía leer: "Encuentro en esta ópera de Mozart, tal vez la más popular, algunos principios que espero acompañen mi filmografía: El amor como un don, el amor como lo mejor de nuestra vida, el amor como significado de la vida".

Celebrado en su momento, el film de Ingmar Bergman fue aplaudido por públicos de todas las edades. Nuestro recordado director nos ofrecía una puesta ambientada en tiempos pasados, en el interior del Teatro Real de Drottningholm, en Suecia. Y en el film que hoy comentamos, Kenneth Branagh, tal vez uno de los cineastas más musicales de nuestro tiempo, se permite numerosas licencias que llevan gozosamente a universalizar más la propuesta original. De esta manera salimos del ámbito teatral, tan caro a los dos creadores, y la primera secuencia ya no es un bosque con figuras fabulescas, sino una trinchera atravesada por el miedo y la destrucción: Los años de la Primera Guerra Mundial.

Al hacerse eco de las proyecciones de Mozart y de su admirado Ingmar Bergman, Kenneth Branagh nos ofrece en esta nueva transposición, una puesta fílmica que contó igualmente no ya con actores del mundo del cine sino con cantantes líricos para evitar de esta manera imperativos de producción y doblaje posterior. Y simultáneamente pensó su guión en idioma inglés, con el mismo criterio con el que Mozart, junto a su libretista Emanuel Schikaneder habían compuesto la opera original. Debía estar al alcance de todos, debía llegar al gran público: Para eso era necesario escribirla en alemán.

De esta manera, Branagh, junto a su amigo y realizador Stephen Fry, director de ese film tan notable y singular que es "Wilde", lograron una recreación que es en si todo un hallazgo. Tal vez podamos pensar aquellas palabras de Bergman, que abren este comentario crítico como las que movilizaron al propio realizador de "Juego macabro", film que hemos visto a principios de este año. Más aun la propuesta de hoy alcanza de la misma manera a expandir un tono pacifista y será por ello que tal vez que la secuencia inicial, en el frente de batalla, (prodigio compositivo), esté ambientada en un momento crucial y meridiano de los inicios del siglo XX, momento indicador de tantos escenarios de horror que estallaron sucesivamente. De ahí que el film de Branagh apunte a una doble direccionalidad: la lectura crítica sobre nuestros tiempos y la búsqueda del amor.

Merecería un capitulo aparte la temática de cómo la obra de Wolfgang Amadeus Mozart encontró un lugar en el cine. Sea por obras como esta o bien como la que llevara al cine Joseph Losey en 1979, "Don Giovanni", lo cierto es que su obra esta presente de maneras muy diversas. En relación con esta ultima obra podemos pensar aquella secuencia de "La fiesta de Babette" de Gabriel Axel en la que una de las dos hermanas esta ensayando un dueto con su profesor de música, lo que constituye para la mirada del padre una amenaza a su orden familiar. Y en otro film, también basado en una obra de la baronesa Isak Dinesen, "Africa mía" de Sidney Pollack en un momento de intimismo y remanso podemos escuchar desde una victrola el "Concierto para clarinete y Orquesta K.622". Desde el film de Max Ophuls, "El placer" hasta el "Amadeus" de Milos Forman, que desato tantos enojos, pasando por "Elvira Madigan" de Bo Widerberg y la tan censurada "Portero de noche" de Liliana Cavani, entre tantos otros, la obra de Mozart ha sido una de las mas seleccionadas por los realizadores, junto a Beethoven, Schubert, Bach, Tchaikovski, Debussy y Ravel.

Al volver sobre esta feliz aventura fílmica de Kenneth Branagh, se observa por igual que frente a un planteo más fabulesco de la pieza original y del film de Bergman, el director ahora prefirió ahondar en la conducta de los personajes, haciendo asomar ciertos rasgos de ambigüedad, lo que lleva a poner entre comillas aquella lucha entre el Bien y el Mal. Se plantean otras posibilidades, particularmente entre Pamina, la hija de la Reina de la Noche, y el "malvado" Sarastro con lo cual ciertas consideraciones se problematizan. Admirable es el grado de humanización que tienen los otros personajes, particularmente este inolvidable Papageno, que en un primer momento lleva su jaula de pájaros para comprobar si hay emanaciones tóxicas, gases letales, en las trincheras. Los objetos mágicos, campanillas y flauta adquieren una dimensión protagónica en el universo de Branagh, permitiendo que se produzcan situaciones ocurrentes y humorísticas.

Estrenado el film en el marco del Festival de Venecia del 2006, en el Teatro "La Fenice", esta nueva versión de la opera de Mozart mantiene por igual ciertas claves de la simbología masónica que encontramos en la obra original: La presencia del numero 3 a través de acordes y personajes, como quienes asisten a Tamino y las pruebas del Agua y del Fuego.

Admirador de los clásicos, Kenneth Branagh incluye en este film resoluciones desde la tecnología de hoy y coreografías de orden circense. Estamos ante un propuesta fascinante que nos lleva a un reconocido pero sorprendente recorrido: un viaje de las Tinieblas a la Luz, de la Guerra a la Paz.

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El director ahonda en la conducta de los personajes, haciendo asomar rasgos de ambigüedad.
 
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