Lunes, 9 de febrero de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › FADOS, DE CARLOS SAURA, HOMENAJE POLIFóNICO
Portugal/España, 2007
Dirección: Carlos Saura.
Guión: Iván Días, Carlos Saura.
Fotografía: José Luis LópezLinares.
Montaje: Julia Juaniz.
Intérpretes: Caetano Veloso, Cesária Evora, Chico Buarque, Camané, Carlos do Carmo, Lila Downs, Toni Garrido, Argentina Santos.
Duración: 93 minutos.
Salas: Del Siglo, Village.
7 (siete) puntos
Dejarse llevar por el recorrido que nos propone el realizador español Carlos Saura (1932) en Fados, permite una suerte de hipnosis. El "fado" es música étnica, de perfil portuario, con raíces ligadas al nexo entre civilizaciones diferentes y próximas. Lisboa es su capital artística, lugar de cruce entre tradiciones, seno de una manera expresiva original y moderna.
Al menos es ello lo que uno puede sentir ante la escucha continua de los distintos estilos de fados, desde su mirada históricamente sugerida, que da cuenta de un proceso que provoca saltos elípticos cuando luego de escuchar el homenaje que a la voz del desaparecido Alfredo Marceneiro legendario representante del fado asistimos a la mixtura de los sonidos electrónicos y el rap.
Fados representa también un ciclo, a la manera de triada, que Carlos Saura complementa con Flamenco (1995) y Tango (1998, coproducida por nuestro país y nominada al Oscar). Trilogía que de ninguna manera debe olvidar la presencia siempre musical en el cine del director, a través de títulos como Iberia (2005) o esa obra maestra que es Carmen (1983), con música de Paco de Lucía.
En Fados, Saura nos propone la escucha musical desde una composición de imagen pequeña, de estudio; rasgos por lo demás presentes en otros de sus films. Son paneles, números de danza, y pantallas de cine con fragmentos de historia, de música, de calles y tranvías, los que acompañan la admiración de la cámara sobre la habilidad del músico en el instrumento. El silencio del cuadro cinematográfico podríamos también pensar como situación indispensable para el disfrute vocal.
Las cualidades para la interpretación de los músicos invitados Chico Buarque, Carlos do Carmo, Cesária Evora, Lila Downs, Argentina Santos, Caetano Veloso, entre muchos otros son un deleite, una manera, además, de permitir una participación plural dadas las diferentes nacionalidades sobre un mismo género musical.
Es esta polifonía la que se subraya en la escena última, decorada a la manera de un reducto o club nocturno, con paredes atestadas de láminas y fotografías de artistas del fado: lugar de encuentro social, citadino, donde el fado se convierte en súplica, lamento, festejo, que las diferentes voces comparten mientras turnan su interpretación desde las diferentes mesas que asisten a los músicos sobre el escenario.
Algo de síntesis inmejorable debe tener el cigarrillo que se quema lentamente desde los dedos de Alfredo Marceneiro. Lo vemos desde una vieja película, donde el cantor traje, lentes oscuros, melancólico deja que sea el fado quien lo guíe, mientras alguien socorre esa colilla que se consume. El continúa y uno no puede creer tanta facilidad interpretativa. Debe existir un sentimiento también combustible, estima uno que se consume y que se le escapa de las manos, de la voz.
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