Domingo, 17 de mayo de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLáSTICA. LA MUESTRA DEL ARTISTA GRáFICO MARIANO LUCANO EN EL MACRO DE ROSARIO.
El artista es codirector de la ácida revista de Barcelona, y presenta en el museo Macro de Rosario, hasta fin de junio, un oportuno ensayo en imágenes contra la pena de muerte, parcialmente editado y luego promocionado en dicha revista.
Por Beatriz Vignoli
Mariano Lucano (Buenos Aires, 1968) fue cofundador en 2003 y es codirector desde entonces de la revista quincenal Barcelona, editada por Gente Grossa, editorial de la que fue también fundador y es socio gerente. Es autor del libro de collages Penas de muerte (Gente Grossa, 2006) y está exponiendo la muestra de collages Pena de Muerte en Rosario en el séptimo piso del Museo de Arte Contemporáneo (Bv. Oroño y el río). Allí, el pasado 7 de mayo, Rubén Chababo, director del Museo de la Memoria, presentó el libro de Lucano dialogando con él sobre la pena capital. Entre ambos colgaba un sugerente detalle decorativo: una horca. A continuación quedó inaugurada la muestra, que podrá verse hasta el domingo 28 de junio. Esta incluye algunos originales y gigantografías del libro, además de otros collages más recientes de la misma serie. Ya hubo una muestra y presentación del libro el año pasado en el Centro Cultural Ricardo Rojas; el curador fue Máximo Jacoby. Diseñador gráfico egresado de la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo de la UBA, Lucano acredita una amplia trayectoria como ilustrador, diagramador, diseñador gráfico, creativo publicitario y docente de plástica. Ganó en 2001 el concurso anual "Ilustraciones" de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA). Fue jefe de arte de las revistas semanales La Maga y La García. Realizó numerosas exposiciones. Viene de familia de abogados; su padre y su hermana, ambos abogados, escribieron el prólogo de su libro. Entre sus dibujos, de los que pueden verse reproducciones en su sitio web (www.marianolucano.com.ar), se destaca por su expresividad la serie de dibujos eróticos Chilaut, exhibida en 2003.
El azar objetivo surrealista, guiado por el hambre de pizza del artista visitante, proveyó para la charla con la cronista de Rosario/12 un lugar de nombre muy adecuado: La Vendetta. Ejecución mafiosa que ilustra la tesis subyacente de la muestra y del libro: castigar con la muerte (aunque lo haga el Estado en nombre de la Ley) nunca es justicia sino venganza. En el libro, la tesis no está formulada sino sugerida al modo de un Passagenwork o libro de pasajes; los collages, tanto de imágenes como de textos, "no pretenden ser una bajada de línea sino arte, ambiguo como todo arte". Lo que hace Lucano en su obra no es tanto decir sino mostrar. ¿Y cómo mostrar la violencia sin ejercerla? Lucano venía trabajando en un dibujo expresionista, de trazo violento, lleno de gestos y gotitas como de sangre, o, como él dice: "caliente". Admite que comparte con el dibujante argentino Luis Scafati la influencia de dibujantes satíricos ingleses como Ralph Steadman o Gerald Scarfe (autor de los dibujos de la película The Wall. Son influencias claves de su generación; para una versión local, véanse los dibujos del Negro Gómez para la revista Risario). Es fan del grupo Monty Python, especialmente de Terry Gilliam, en cuyas animaciones de grabados antiguos para el show The Monty Python Flying Circus reconoce una inspiración. El delirante humor negro que despliega Terry Gilliam en películas como Brazil, con su particular mezcla de sátira y absurdo, inspiró también estos collages, donde se mezclan el disparate y la poesía con la crueldad, que los personajes parecen recibir con una extraña y perturbadora serenidad. Algunos forman secuencias: muestran un antes y un después de la muerte del reo o de la rea. "La pena de muerte es una muerte limpia, es meterse guantes de goma, y a eso lo tenía que poner en el libro", relata Lucano, a quien la tijera le resultó una buena idea para "enfriar" las escenas. "Es escribir un guión con retazos de textos ajenos y que tu mirada sea al sesgo", concluye Lucano, quien también dice haberse inspirado en Vera historia de Indias, del humorista argentino Oski.
-El montaje de grabados hace acordar a los collages surrealistas de Max Ernst.
-Sí, pero la cosa de la máquina es más dadaísta que surrealista. El surrealismo, quizás por culpa de Dalí, tiene una imagen más blanda. Y el Dadá no, es máquina y es máquina atroz. Dadá no propone cómo construir, sino destruir. Los dadaístas hacían máquinas porque pensaban que la máquina había llevado a la humanidad a la Primera Guerra Mundial.
-Y justamente en 1916, cuando la gran cantidad de bajas de la ofensiva del Somme puso a la opinión pública europea contra aquella guerra, fue que Kafka escribió y leyó en público en Munich su famoso cuento sobre una máquina de suplicio y muerte, "En la colonia penitenciaria". ¿Cómo surgió la idea del libro?
-A partir de que un amigo, Pablo Marchetti, socio en Barcelona, me regaló La pena de muerte y los derechos humanos (1987), de Daniel Sueiro, y Jorge Altamira me regaló un libro de grabados del siglo XIX. Así empecé una investigación en random, tanto de textos como de imágenes, guiada un poco por el azar objetivo surrealista. Para las imágenes halladas, me puse como requisito que debían ser sin medios tonos: grabados de punta seca (como los de Doré) o calcografías [estampa de planchas de cobre o zinc grabadas en hueco]. Busqué en revistas de época, billetes y estampillas. Después fotocopiaba, agrandaba, achicaba y ahí se iban empalmando las máquinas de matar. Durante la investigación descubrí cosas muy interesantes. Por ejemplo, Rafael Cansinos Assens escribe que cada país mata de una manera distinta. La crucifixión era de los romanos contra los judíos; la horca es inglesa; el garrote vil, español; la guillotina, francesa; la lapidación, tanto judía como árabe; habría que agregar que la silla eléctrica es estadounidense.
-¿La máquina permite cierta dilución de la responsabilidad? Por ejemplo, en tu collage "Azotes", es un animal corriendo en su rueda el que acciona los latigazos...
-Pero cuido que siempre haya una mano; en este caso, la mano que tiene la zanahoria.
-En "Lapidación", el dedo acusador sale del cielo. ¿Es la mano de la Ley?
-Es la mano de la Ley, es la mano de Dios. Es la única que le tira con un objeto regular.
-Le tiraron con todo, pobre chica. Jarrones, violines...
-¡Es que vos no sabés lo que era esa piba! (Risas irónicas)
-¿Cuánto tiempo hace que venís trabajando en esta serie?
-Más de 10 años. El primer collage es de 1997; está impreso en la última página, como un sello mío. Esa fue una primera etapa. Después, otra etapa, a partir de 2003, fue publicarlos en Barcelona, acompañados de textos. Por último armé el libro como libro. Lo pensé como un juego de enciclopedia, con una clasificación y definiciones.
-El que Susana Giménez haya dicho aquella frase infame, ¿puso de moda el tema? ¿Cómo capitalizó Barcelona esta coyuntura para la difusión de tu libro?
-Barcelona se basa en las agendas de los otros medios, no de la realidad. Los gnomos y Julio López son los únicos temas en los que no coincidimos con esas agendas. Y la pena de muerte siempre está "de moda". Te recomiendo buscar en Internet la historia de Caryl Chessman, un condenado a muerte que en los años '50 escribió varios libros en la cárcel, entre ellos uno titulado La ley me quiere muerto; ¡un muy buen título!
-¿Pensás que algún día la humanidad evolucionará y la pena de muerte será definitivamente abolida, recordada como una mera barbarie del pasado?
-No creo, o al menos no creo que lleguemos a verlo nosotros. Siempre va a haber un tipo que piense que un problema se soluciona matando a otro. "El que mata tiene que morir" es pedir al Estado que mate, es pura emoción violenta. Pero se supone que la justicia es imparcial y correctiva, no punitiva; si no, es venganza.
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