Jueves, 30 de julio de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LUCRECIA MASTRáNGELO REALIZA UN DOCUMENTAL SOBRE SANDRA CABRERA
La directora rosarina terminó de rodar las recreaciones de ficción sobre el crimen político de la dirigente gremial de las meretrices, encarnada por Alejandra Codina. Sexo, dignidad y muerte apunta a la trama que envolvió el asesinato.
Por Evelyn Arach
Es de noche. Sandra Cabrera está sentada otra vez en el banco de una plaza, cerca de la terminal de ómnibus Mariano Moreno, a pocos metros del lugar donde va a ser ultimada de un balazo en la nuca. Llora como pocas veces la vieron llorar. La escena se recrea en la película de Lucrecia Mastrángelo Sexo, Dignidad y muerte, un documental sobre la vida de la dirigente gremial y trabajadora sexual asesinada a quemarropa el 27 de enero de 2004 en Rosario. Cuenta con testimonios contundentes que apuntan a la connivencia entre funcionarios y proxenetas como causa del crimen así como algunas escenas de ficción basadas en el expediente judicial. El film retrata las vivencias de la mujer que tras sucesivas denuncias logró el cierre de la División de Moralidad Pública a cargo de policías que extorsionaban a las meretrices y pagó con su vida. "El crimen sigue impune, pero alguien mató a Sandra", apuntó Mastrángelo. Y sostuvo que el film deja claro que "se trata de mujeres con los mismos sueños y aspiraciones que nosotras, pero que no pudieron elegir".
Aunque aún faltan algunos testimonios terminaron de rodarse las escenas de ficción en las que la actriz Alejandra Codina se mete en la piel de Sandra Cabrera. Durante el rodaje, Macarena, la hija de la meretriz, se acercó para observar. "Fue muy emocionante, porque me contó que quería ser cuando fuera grande, cómo le iba en la escuela, sentí que buscaba en mi cuerpo a su mamá", cuenta Codina. La directora afirma que no hizo hincapié en el phisic du rol sino el temperamento de la protagonista, "una mujer de mirada fuerte que se imponía". Que había sido amenazada 18 veces en el último año por denunciar la prostitución infantil pero aún así no bajaba los brazos.
Por su parte, Gustavo Guirado interpreta a El Polaco (Diego Parvluzick), Mario Vidoletti a un policía violento y Ana María Giunta a la madama de un burdel. "Para reflejar que también hay mujeres proxenetas", señaló la directora. Sandra luchaba contra ellos, los proxenetas. Explotadores de mujeres encubiertos en la espesura de la noche y de un poder político y judicial empecinado en no ver. "Nuestro mayor proxeneta es la policía", denunciaba la trabajadora social, harta de las extorsiones perpetradas por uniformados que representaban a la Moralidad Pública. "Y sin embargo se enamoró de un policía, Diego Parvluzick, que estuvo acusado del crimen y fue el último en verla viva", apuntó la directora reparando en las contradicciones más íntimas de esta mujer. "Un amor clandestino le dio paso a un siniestro clan-destino", resume la sinopsis del film. O como repite la fundadora de AMMAR a nivel nacional, Elena Reynaga: "Ellas compraban Amor". A cambio lo perdían todo. Esa realidad está claramente expuesta en la película que habla del personaje en su rol de trabajadora, gremialista y madre sin olvidar a la mujer.
Sexo, dignidad y muerte ganó el Concurso de Proyectos Audiovisuales de la Provincia de Santa Fe organizado por el Ministerio de Innovación y Cultura y actualmente participa de un concurso auspiciado por el Instituto Nacional de Cine, en busca de más fondos para culminar el proyecto. Respecto a la elección de la temática, Mastrángelo asegura que "era una deuda pendiente contar esta historia" y emparenta a Sandra con Nora Rachid, protagonista de su otro film Refugios que habla sobre la violencia familiar. "Me produce admiración la fuerza colectiva de algunas mujeres que desde la urgencia luchan y logran organizarse para transformar el entorno", aseguró.
Quizás esa obsesión la llevó a investigar el expediente judicial durante todo un año, recorriendo los lugares en donde iba a realizar las escenas y reviviendo la vida de Sandra y sus compañeras hace cinco años, cuando pararse en una esquina significaba ir presa, sufrir golpizas por parte de la policía y pagar con sexo para poder salir. Mujeres que durante el día se ocupaban de cuidar a sus hijos y mandarlos a la escuela y por la noche ejercían la prostitución expuestas a todo tipo de riesgos.
Y aún el miedo persiste. Las compañeras que durante la madrugada del 27 de enero estuvieron con Sandra no aparecen en el documental. "Siguen amenazadas", explicó Mastrángelo. De todas maneras, cuando arriesgaron su vida para declarar en tribunales les sirvió de poco. La Cámara de Apelaciones decidió que los testimonios en los que ellas incriminaban a la policía no valían porque procedían de personas "de dudosa reputación".
Cinco años después Mastrángelo se topó con una seguidilla de absurdos que envuelven al crimen: el fiscal de la causa Ismael Manfrín no quiso participar del documental. "El 70 por ciento de los crímenes quedan impunes", se justificó suelto de cuerpo al ser abordado por la directora. Paradójicamente, Carlos Varela el abogado defensor de Diego Parvluzick, ex policía y único imputado en el caso que fue finalmente sobreseído, esgrimió que "por fin alguien se ocupa de este crimen mafioso". Parvluzick va a iniciarle juicio al Estado por haberle arruinado su carrera de uniformado y la causa por el crimen está a punto de cerrarse por falta de pruebas. La whiskería ubicada en calle Castellanos al 600 que Sandra logró cerrar tras sucesivas denuncias por prostitución de menores, reabrió con otro nombre. Desde Ammar, Claudia Lucero asegura que "sigue habiendo adolescentes prostituyéndose pero ahora las esconden mejor".
El film deja expuestas un sinfín de hipocresías. Para filmar algunas escenas se pidió la colaboración de un patrullero perteneciente a la comisaría séptima. Cuentan los técnicos que apenas pudieron los uniformados le preguntaron a Mastrángelo: "Señora ¿cómo termina? La mata la policía, ¿no?". Otra vez respondió el silencio. Porque el que calla, otorga.
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