CULTURA / ESPECTáCULOS › "FONDO", NUEVO LIBRO DE ARTE DE LA PINTORA ARGENTINA MARCIA SCHVARTZ
El libro contiene reproducciones de obras y registros fotográficos de diversas épocas, abarcando períodos y afectos muy distantes en el tiempo. La artista habló del sentido que tiene para ella la costa como "espacio de límite y a la vez como espacio de tumba".
› Por Beatriz Vignoli
El jueves pasado, en el auditorio de la Librería Ross, se presentó el nuevo libro de arte de la pintora argentina Marcia Schvartz. Titulado Fondo, editado por Capital Intelectual y en venta en la librería Ross, es el primer libro que la artista produce que no es un texto de catálogo ligado a una exposición. Editado con gran calidad tanto material como editorial, el libro contiene reproducciones de obras y registros fotográficos de diversas épocas, abarcando períodos y afectos muy distantes en el tiempo. Se abre con un prólogo del artista gráfico Fernando "Coco" Bedoya. Luego, ofrece un recorrido fotográfico que registra a Schvartz en el lento proceso de recolección de los restos marinos que pasaron luego a constituir el material tridimensional de su serie de grandes pinturas experimentales titulada "Fondo", que fue presentada en la porteña galería Rubbers en mayo de este año. La acompañaba un clarísimo texto de Eduardo Stupía, que también figura en el libro. "Puse todo, y me di cuenta de que nadie entendió un carajo", admitió Schvartz a Rosario/12, la mañana siguiente a la presentación. "Y dije, tengo que hacer otra cosa con esto".
Y esa "otra cosa" es el libro, que reproduce casi al comienzo obras de dicha serie, tanto en planos generales como en detalle. Hojear el libro con Marcia es casi como dar un paseo por su taller, revisando sus procedimientos: la materia teñida con anilina en vez de pintada, la resina traslúcida que produce un efecto de agua, y la recolección de cosas tales como fragmentos de esqueletos de foca en lugares de veraneo muy apartados: Cabo Polonio, La Paloma, Quequén. En la noche de la presentación, la artista habló del sentido que tiene para ella la costa como "espacio de límite y a la vez como espacio de tumba". Y poco a poco fue aflorando la profunda significación de su serie "Fondo" como una apropiación del arte funerario, mediante la cual se le da sepultura a aquello que (impíamente) no lo tuvo. La referencia alude, en este caso, a los desaparecidos que fueron arrojados al río de la Plata por sus victimarios. Y, más concretamente aún, a su amiga, colega artista y compañera de militancia política Hilda Fernández, detenida y desaparecida en 1977 con sólo 25 años de edad. Destino de vida y obra truncada al que Marcia escapó al exiliarse en Barcelona, con apenas 21.
"Nada de lo suyo desaparece del todo / sino que sufre alguna transformación marina / en extraños tesoros", dice la "Endecha marina" shakesperiana. El tono de las obras de "Fondo" es así: piadoso, luminoso, elegiaco, y se nota en ellas un esfuerzo mágico y alquímico por transmutar un dolor inabarcable. Los restos de animales cumplen la función metafórica de visibilizar restos humanos. Los cubre un manto de luminiscencia, logrado mediante una paleta de tonos iridiscentes como de arco iris. Hay alusiones a la resurrección, sobre todo en pinturas anteriores, de carácter visionario y de intensidad alucinatoria, que se incluyen en el libro. También hay mucha furia, como advirtió la pintora en la presentación: por eso las Erinias, las diosas vengadoras, las aparecidas surgidas de las aguas. Bedoya destacó durante la presentación lo significativo de que las pinturas y los relieves sean de gran formato, ya que ese formato implica un compromiso máximo del cuerpo. El problema de cómo representar un genocidio que a veces fue pensado como irrepresentable y otras veces fue mostrado desde el punto de vista de los perpetradores (el militante vencido, torturado, reducido a objeto, a cuerpo sangrante, y todo el morbo misógino del tema cuando la torturada es una militante, sumando violencia de género a la violencia de la represión ideológica) fue también algo que pudo discutirse allí.
El libro incluye un esfuerzo anterior en este sentido realizado conjuntamente por Schvartz y Bedoya: la serie de pinturas y grabados titulada "El río es nuestra sangre, nuestro río es de sangre" (1999) se reproduce parcialmente en el libro junto con el magistral texto de Bedoya que es parte de la obra. Allí, el artista gráfico reflexiona sobre el grabado como rastro de lo real: como huella, como impronta, más que una mera representación; como sombra, o un doble casi tan real como lo real. Texto y obras se mostraron hace 10 años en el Museo Nacional de Bellas Artes. "Yo había hecho dos pinturas, la de la cabeza en el agua y la del pie mordido por un pez, y cuando Coco las vio, me dijo: quiero que hagamos una producción de grabados con esto", relata Schvartz. "Y de las pinturas originales empezó a salir una serie de serigrafías. Trabajábamos juntos con el color. Después estuvimos donando. Fuimos al Museo de la Memoria (ex ESMA), donde donamos seis; en Bahía Blanca las expusimos y donamos; donamos también en Tucumán. Voy dejando como pedazos, fui a La Matanza y también dejé obra".
Rosario estuvo vinculada desde el comienzo al proyecto de este libro a través de la participación de María Laura Carrascal, investigadora del Centro de Investigaciones del Arte Argentino y Latinoamericano (CIAAL) que dirigen Guillermo Fantoni y Ana Armando. En el libro se edita además completo un trabajo de Carrascal sobre la recurrencia de figuras femeninas en el agua en la pintura de Marcia Schvartz. Trabajo donde además la investigadora rescata, a través de testimonios orales y registros fotográficos, la breve vida y la exigua obra de Hilda Fernández. La investigación es prolija, pero los conceptos de Carrascal son discutibles, como cuando plantea que los dirigentes de las agrupaciones políticas llevaron a sus militantes "a una especie de suicidio colectivo" y sustenta esta polémica aseveración en el dato de que Hilda también tenía pasaje de ida a Barcelona y no lo quiso usar.
"Ella lo que hizo es toda una investigación", cuenta Schvartz, inconsciente del uso, más que caprichoso, que la rosarina dio a sus amados recuerdos y contactos. "Ella vino a Buenos Aires y yo la puse en contacto con la hermana de Hilda, y con la amiga de ella, que vivía con Hilda cuando la secuestraron y que estuvo dos años clandestina, que le dio mucha información; después fuimos al Sindicato de Publicidad, habló con un tipo que había sido el responsable de Hilda y él le dio una cantidad de información enorme. Después habló con otra gente que estuvo con Hilda en Bellas Artes: esa piba que era directora del Centro de Estudiantes de lo que en ese momento era la Belgrano, y trabajó con Hilda. Incluso las fotos que aparecen acá, aparecieron ahora a raíz de esto. Yo no tenía ninguna foto mía con Hilda. Pero las dos que están ahí en que estamos juntas aparecieron ahí".
Otra ausencia que se hace presencia en el libro es la de Liliana Maresca, artista amiga de Marcia y víctima del sida. Schvartz, quien compartió sus últimos años en el Tigre, guarda el recuerdo entrañable de un verano en Cabo Polonio con Maresca: "A ella le encantaba ese lugar; y cuando voy ahí siempre empiezo a soñar con ella".
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