Domingo, 17 de enero de 2010 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ALMA MARITANO EXPLICA POR QUé VOLVIó A LA LITERATURA INFANTIL.
La autora rosarina descree de aquella sentencia que dice que los chicos de hoy no leen, ni tienen espíritu crítico. En su último libro utiliza un lenguaje conocido y actual para niños y adolescentes. Destaca el trabajo de Pescetti.
Por Edgardo Pérez Castillo
Después de varios años, el regreso de Alma Maritano a la literatura infantil se dio como resultado de una necesidad de la propia autora que, en medio de la escritura de la que será su próxima novela, buscó aire fresco en la creación de El misterio de los Gatos egipcios, obra publicada por Colihue que tiene un antecedente directo en Aventuras con Gata, Yuyo y Vereda (editado a fines de los 80 por la desaparecida Plus Ultra). Allí la escritora hizo explícita su inesperada devoción por los felinos y, en especial, por su mascota Gata que, dos décadas más tarde, devolvería a la autora al terreno de los más chicos.
"En aquel primer libro cuento las primeras cuatro vidas de La Gata, y fue pretexto para hacer una especie de crítica histórica, ideológica, sobre ciertos períodos muy negros de la historia del mundo --recuerda Maritano--. Allí hago que La Gata hable realmente con el chico protagonista del libro. Entonces se me ocurrió continuar la historia cuando el año pasado necesité terriblemente salir de una novela que estoy escribiendo, muy densa, que me pone mal de ánimo, me carga y exige mucho. Me acordé de esto de La Gata y alterné la escritura de la novela con esto que me salía con mucha facilidad, porque estaba familiarizada con La Gata, que era mi personaje, y el chico de Aventuras..., ya grande y siendo antropólogo, es ahora el padre de Juan A., uno de los protagonistas de este nuevo libro, que está muy vinculado a mis afectos".
- De hecho, en El misterio... hay mucha frescura, algo que, evidentemente, tiene que ver con esa predisposición que menciona.
- Sí, me divertí muchísimo, porque me metí en otra cuestión que no era esa crítica histórica o ideológica que había hecho en el libro anterior, sino más en el mundo del chico actual. Me gustó poner allí las modalidades de la cultura contemporánea. Y hay una cuestión medio de vodevil que no está en otros libros míos. Siempre me han gustado el folletín, el vodevil, también estas cuestiones temáticas detectivescas, de cierto suspenso. Posiblemente el anterior a veces era casi didáctico, aquí no busqué éso en absoluto, sino que busqué entretenimiento, agilidad, colorido de personajes. Pero no deja de haber ese resabio que siempre hay en mí de creencia en sentimientos profundos. Y también un convencimiento de que por más que los chicos hoy tengan una modalidad diferente frente a la cultura --una actitud diferente en el sentido de aparecer más superficiales, más consumistas, más atentos a la velocidad con que pasan las cosas, porque son menos contemplativos, mucho menos líricos-- estoy convencida de que también hay un germen muy genuino y eterno referido a los sentimientos, a las sensaciones.
- El lenguaje que utiliza tiene que ver con las formas y expresiones de los chicos y adolescentes de este tiempo.
- Sí, usé varios niveles discursivos. Lo hice naturalmente, no es que lo fabriqué. Desde mis primeros libros para chicos hay cierto realismo en el lenguaje. Nunca me gustó edulcorarlo, amanerarlo o embellecerlo. Inclusive he tenido críticas muy fuertes de profesores que preguntaban cómo podía poner determinadas palabras en libros que iban a ir a las escuelas. Me parece que es muy importante que en un libro para chicos no se disfracen las cosas, y mucho menos el lenguaje, la unidad de expresión que nos comunica unos con otros. Traté de ser fiel a esa postura. Además el lenguaje tradicional está muy resquebrajado por una tecnología que obliga a ese resquebrajamiento. Algo que por supuesto va a dar lugar a otros lenguajes, y sin dudas ha dado lugar a otra manera de comunicarnos. De todas maneras el mundo en el que hago mover esta historia está también lleno de referencias, hay una cantidad de alusiones a obras y autores importantes. Alguien también puede preguntarme cómo un libro para chicos puede tener esas referencias, algunos guiños que hago a la ciencia o la literatura. Pero la respuesta sería que el libro para chicos sigue siendo, creo, un vehículo muy importante en la relación padre-hijos, maestros-alumnos. Me gusta pensar que un adulto le puede estar leyendo esto a un chico que puede ir siguiendo la historia a lo mejor superficialmente. Y me gusta pensar también que un lector de 12 a 14 años --aunque es muy difícil hoy precisar un lector de determinada edad-- puede leer un nombre y se interese por quién es, que pregunte, que la trama pueda llevar a los chicos a otras temáticas.
- Está convencida de que los chicos no están perdidos, una figura que se escucha cotidianamente.
- Sí, yo no creo éso. Dicen que los chicos no leen, pero en realidad leen todo el tiempo. Incluso cuando miran televisión. Porque, además, a pesar de los programas que parecen estupidizar a los chicos, siempre hay elementos que son movilizadores. Desearía terriblemente que hubiera una política cultural tal que se multiplicaran los programas interesantes, divertidos, dinámicos. A veces despotrico con la televisión porque veo a los chicos frente a programas muy banales, superficiales, que falsean la realidad. Pero también pienso en cosas muy malas que he leído de chica. Allí cabe la responsabilidad del adulto para despertar un espíritu crítico. Me parece que éso es lo fundamental, pero no vamos a poder cambiar de un día para el otro esos programas. Entonces pienso en las grandes tonterías que uno ha devorado de chico --en el sentido de la superficialidad y realidades falsas (pero no falsas por lo mágico, que siempre me parece maravilloso)--, cuestiones como los Hollister, Corín Tellado, cosas que he leído o que han leído mis hijos. Pero si se va creando en ellos determinado espíritu crítico van a poder comparar. Si no les ponés lo malo, no podrían distinguir lo bueno. Hay que darles la posibilidad de confrontación. Tengo mucha fe en los chicos y los adolescentes, éso es lo que me ha hecho escribir para ellos. Creo que tienen inocencia, en el mejor sentido de la palabra, que la mayoría no están contaminados por las triquiñuelas materiales de la sociedad en la que caemos después los adultos. Creo que todavía están en la edad del asombro, de poder recibir, estar abiertos al mundo. Eso me parece muy importante. Y en general el libro muestra otras realidades, que siempre van a enriquecer la propia, por contraste o similitud, por identificación o por rechazo, por rebeldía. Sigo creyendo en el libro como instrumento irreemplazable.
- ¿Actualmente se produce buena literatura para chicos?
- No sé si son muchos, pero los hay. Para mí un hito muy importante en la literatura infantil de las últimas épocas es Pescetti. El da una vuelta de tuerca, provoca un giro muy importante. Porque María Elena Walsh había provocado uno que tenía que ver con salir de la banalidad, lo convencional, lo estructurado, las rimas rigurosas, y pegó el salto al absurdo del lenguaje. Ese fue el gran salto contemporáneo. Sin dejar de lado a Laura Devetach o a Elsa Borneman, muy importantes y excelentes autores, Pescetti vuelve a darle un giro a la literatura infantil, con aquello a lo que no nos habíamos atrevido los autores de literatura infantil, que era el feismo. Pescetti habla con toda naturalidad, como los chicos, de ciertas cosas que para los adultos son sucias, desagradables, antisociales, como el moco. Eso lo inaugura Pescetti, y me parece excelente. Es una mirada sobre la realidad. Pescetti no trabaja con la magia, sino con la realidad, y no embelleciéndola, no jerarquizando ciertas cosas sobre otras. Lo mismo había hecho Joyce en su obsesión por imitar la realidad. Ese giro tremendo que hizo Joyce en la literatura mundial, la hizo Pescetti en la literatura infantil, y me pareció valiosísimo. Es decir, ya no es solamente la palabrota que pude haber usado (y por lo que fui tan criticada y hasta prohibida, no sólo por el lenguaje sino por introducir algunas temáticas como, por ejemplo, la homosexualidad), sino que Pescetti no dramatiza, jerarquiza ni trata de embellecer o denostar. Pone a la realidad que ve el chico, en el plano del chico. Hay una comprensión en él de lo infantil extraordinaria. Y podría nombrar también a Sandra Siemens, que acaba de ganar el premio El Barco de Vapor, una autora que pone sobre el tapete temas profundos, actuales, de tipo histórico o sociológico, con un nivel de lenguaje y metaforización, un nivel literario de primer nivel. Ella me parece excelente. Y hay otros autores, pero no es fácil escribir para el chico de hoy. Hace veinte o treinta años, cuando escribí mi primer libro para chicos, todavía uno podía establecer franjas de edad (de 8 a 10, de 10 a 12), pero el caos sociopolítico actual, a nivel mundial, hace que el chico esté constantemente abrumado de datos adultos de mucho peso, de mucha gravedad. Entonces hay una maduración mucho más precoz en los chicos. Por otro lado, desgraciadamente, hay una cuestión que también pasa por lo económico: el poco acceso que tiene los chicos a los libros. En todo caso hay que aceptar la realidad y ver cómo transformarla desde nuestro lugar. Y si no podemos transformarla porque nuestro lugar en la sociedad nos lo impide, siempre está el poder de lo artístico.
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