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Miércoles, 23 de junio de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › CUENTOS PULGARES, NARRATIVA HIPERBREVE EN MENSAJES DE TEXTO

Relatos escritos para celular

Enmarcada en la tendencia de apropiarse de las tecnologías en una instancia creativa, la experiencia iniciada en 2006 por Augusto Jacquier, Sabrina Daulerio y Facundo Becerra acuñó más de 300 cuentos para SMS, muchos de ellos "muy buenos".

 Por Pablo Fornero

En una sala de espera del Distrito Centro de la Municipalidad. Ahí nació Cuentos Pulgares. Transcurría marzo del año 2006 y Augusto Jacquier aguardaba obtener su carné de conducir. "Mi amiga Sabrina (Daulerio, profesora de Inglés, de 28 años), me empezó a mandar un par de haikus (poemas breves) por mensaje de texto. Yo solía poner una frase de un cuento que me gustaba en un mensaje y compartirla. En ese momento, en el Distrito, me encontré viendo algo y queriendo bajarlo y en lugar de 'che, sabés lo que acabo de ver', lo escribí a modo de cuentito y se lo mandé a Sabrina. Le encantó y me devolvió con otra cosa. En el transcurrir de la mañana, mientras iba caminando a casa fuimos mandándonos ida y vuelta. Nos divertíamos, pasaron 3, 4 días y dijimos: 'hagámoslo en serio, pongámoslo como ejercicio'".

Sumaron a Facundo Becerra (abogado, de 26 años) y, una semana después, crearon un reglamento "cortito" con cinco máximas. Ningún cuento podía exceder los 160 caracteres de extensión incluyendo signos de puntuación, espacios y comas, ningún texto podía llevar abreviaturas "del tipo de las de mensajes de texto (no nos permitíamos 'dnd' en lugar de donde, por ejemplo)", los cuentos debían ser enviados inmediatamente, "te podías tomar cinco días para escribirlo, pero en el momento en que vos lo considerabas terminado lo mandás".

La cuarta regla establecía que no se podía responder a ningún cuento pulgar con una apreciación como "Qué bueno", "porque es un mensaje perdido, cualquier cuento se responde con un cuento nuevo" y la quinta y última regla determinaba que todos los cuentos tenían que ser escritos con un teléfono celular.

Así, para fines de junio ya habían elaborado 600 cuentos, "de los cuales 520 eran parte del ejercicio de escribir a como dé lugar, aunque sea una porquería. Pero de esos, 70, 80 son muy buenos", asegura Jacquier, realizador audiovisual, de 26 años. Nunca se enviaron citas de otros autores, todos los cuentos son propios y están registrados a nombre de los tres.

A medida que se entusiasmaban con la iniciativa fueron sumando más adeptos. "Nuestra idea utópica era que la gente pueda usarlo para la generación de sentido porque es una herramienta potencialmente gigante", dice. Adhirieron "amigos" de Buenos Aires, Chile, Colombia y armaron un blog que actualizaban diariamente. Si bien actualmente Cuentos Pulgares concierne un "círculo muy cerrado", el hecho de que hayan colaborado 20 personas "dispuestas a mandarse dos cuentos por día" generó en sus mentores una nueva forma de entender el traspaso de información.

Fue cuando tenía tan sólo 17 años que Augusto descubrió la semilla que, a la larga, fue germinadora en el nacimiento de Cuentos Pulgares: la literatura hiperbreve. Surgido en la década del '50, este género, cuyo mayor exponente es el guatemalteco Augusto Monterroso "exige que el lector complete el sentido". "Vos tenés que condensar en veinte palabras un universo, una serie de personajes, un conflicto, un tiempo, dando indicios y confiando en que el lector tiene el bagaje cultural y la información necesaria para completarla", entiende Jacquier.

Promediaba el 2007 y buscaban una oportunidad. "No era por plata", pero la sola idea de imaginárselo les encantaba. Se presentaron "con una carpeta bien gorda" ante "un par" de compañías telefónicas explicando los antecedentes del género hiperbreve, "cómo ha funcionado en distintas partes del mundo, los certámenes que se hacen y cuáles son nuestros objetivos con Cuentos pulgares". Pero, los miraron como si fueran "locos".

Eso fue un golpe, pero al poco tiempo Brasca los recompensó con la publicación de algunos cuentos en una antología que él editó en el año 2007. Medio año más tarde, las dos compañías telefónicas más importantes de Uruguay lanzaron un certamen que se llamó "T cuento Q" de cuentos cortos de 160 caracteres de extensión. "Tenían previsto tener 4 mil cuentos y recibieron 30 mil. Fue un éxito rotundo. Después de eso nos queríamos matar, pero nos confirmó que no estábamos tan locos", gozó, desde el otro lado del río.

Con otros proyectos en mente, Jacquier y sus compañeros de ruta siguen pensando al móvil como elemento integrador. "La literatura hiperbreve tiene mucho que ver con las nuevas tecnologías. Se emparenta mucho más a un status de Facebook o a un post breve en un blog que al Quijote. Al menos en lo formal, en la forma que se construye y consume", asegura Augusto que, también, participa en el desarrollo de la revista literaria Ese.

Pensado como "una obra colectiva", el proyecto de Cuentos Pulgares defiende el uso del teléfono celular en las escuelas. Aunque sea "la única herramienta que se prohíbe a muerte en los colegios", el móvil viene a "ordenar el caos que implicó en el sistema educativo la llegada de todas estas tecnologías de emergencia".

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Augusto Jacquier esperaba por un trámite cuando empezó con los Cuentos Pulgares como un juego.
 
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