Martes, 27 de julio de 2010 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ESPACIO DE EXHIBICIóN DEL CEC EN EL CENTRO COMERCIAL PORTAL ROSARIO
El stand del CEC en un shopping apunta a captar público brindando información a los consumidores sobre la institución y sus producciones, que incluyen fotos, videos, historietas. Y anticipos de muestras fotográficas que se presentan en la sede central.
Por Beatriz Vignoli
Reabrió sus puertas el viernes pasado el espacio de exhibición del Centro de Expresiones Contemporáneas, en el local 1026 (al lado del Banco Municipal) del primer nivel del centro comercial Portal Rosario (Nansen 323). Por una de esas paradojas de las intrincadas relaciones burocráticas entre lo privado y lo público, nada de lo expuesto allí puede estar a la venta. Cuelgan inalcanzables del techo negro las bolsas tejidas con técnicas tobas de cestería aplicadas al reciclado de envases industriales, que se producen en el Centro Cultural El Obrador, y que sí pueden adquirirse en la tienda del Macro.
No hay, como había el año pasado, una persona del CEC a cargo del lugar en forma permanente, y sí se siente intensamente la presencia de personal de vigilancia que observa todo con admirable celo profesional, y pareciera dispuesto a dispararse en coreográfica persecución hollywoodense ante el menor movimiento sospechoso de cosas como una birome rasguñando nombres de autores en el papel de un anotador.
Esta fortaleza del sueño primermundista enclavada en un barrio sencillo de jardincitos delanteros inmemoriales, donde algunas jefas de hogar han convertido sus salas a la calle en negocios de venta de artesanías, es un lugar algo intimidante para quien viene sólo a ver arte. Pero no está pensado para eso, sino a la inversa: para captar espectadores brindando a los consumidores información que los recicle en ciudadanos.
La sala ofrece una versión remix de lo que se vio o se verá en el CEC este año. Un contrapunto interesante es el que brindan los muros dedicados a revisitar las muestras de fotografía. Casi frente a frente, Sebastián Villar Rojas y Andrés Yeah muestran imágenes que acaso sin proponérselo (pero la comparación es ineludible dado el contexto) le oponen a la cultura de la mercancía una mirada oblicua y sesgada sobre la arquitectura y otras manifestaciones urbanas, mirada que rescata de la ciudad aquello estancado en la pura poesía de lo invendible, lo evanescente y lo "flashero", y que sitúa a las fragmentarias vistas encuadradas por una camarita berreta en el ámbito del desecho, en ese espacio donde según Kristeva coexisten la abyección y lo sagrado.
La humedad conspira contra el montaje villero de Villar Rojas, a pura cinta bifaz y ganas, enrulando el papel de impresión en un efecto no previsto y que complica la visibilidad. La pornografía involuntaria y naif de lo cotidiano o unos carámbanos que forman el mapa de las Américas son algunos de sus registros; por su parte Yeah saca fotos "malas" (malas en un sentido moral del término, dijera Piglia de cómo escribía Arlt) y deja correr por un sofá precámbrico a tres gatos, vistas todas de una intimidad cercana que se inscriben en la ya honorable tradición del intimismo sucio británico.
Con menos riesgo estético pero con mucho mayor rigor artístico, las fotografías de Paula Scherer exploran rincones de la ciudad en peligro de extinción, mientras que las de María Laura Pastorini reinventan elegantes fugacidades nocturnas de luz y sombra bajo la forma de la composición abstracta instantánea a partir de farolas y otras señales.
Completan la muestra material informativo en video, gráficos y textos sobre la institución y sus producciones, que incluyen una serie de grabaciones en video de conciertos de rock acústico por bandas locales (producidas en colaboración con Cubil, Asociación de Músicos Independientes) y el espacio de historieta "Crack, bang, bum".
Entre los anticipos de muestras fotográficas que se presentan, destaca la individual de Gustavo Fritegotto (Arequito, 1960) titulada "Pensamientos fotográficos". Las muestras de Villar Rojas, Scherer y Pastorini ya fueron comentadas en ediciones anteriores de este diario, coincidiendo con el momento de su exhibición en el galpón del CEC, lo mismo que la obra de Hover Madrid para el espacio Conexiones. Lo que puede verse hasta el 5 de agosto en dicho espacio del CEC, sede central (Sargento Cabral y el río Paraná, de martes a domingos por la tarde) es "Voy a construir un río que me lleve hasta tu orilla", dibujos, textos e instalación en yeso de Gabriela Gabelich. Vale la pena además adentrarse en el Espacio Entrecuadros del CEC para visitar la muestra de historietistas e ilustradores, a la que con humor sus curadores denominan "los historietistas con más futuro que nunca llegarán a nada". Ojalá se equivoquen.
El 10 de agosto a las 18.30, también en el Centro de Expresiones Contemporáneas, la Editorial Municipal de Rosario junto con el CEC presenta el libro titulado Rosario, esta ciudad. Esta nueva colección de 101 fotos actuales de Rosario, a cargo de 56 autores, presenta a los seleccionados de un concurso que estuvo inspirado en aquella legendaria publicación del mismo título de la Editorial Biblioteca Vigil que registró a la ciudad antes de 1976 y que se salvó de la literal hoguera dictatorial perpetrada ese año.
"No atado a la Rosario oficial de grandes monumentos, contrariamente a aquel libro que fue más planeado", así define al libro Oscar Taborda, director de la EMR. "Acá fue un concurso y mas abierto". El jurado estuvo compuesto por tres fotógrafos: la rosarina Andrea Ostera; Julieta Escardó, que en Buenos Aires dirige una feria de libros de autor, y Julio Pantoja que es jujeño y reside en Tucumán, donde organiza la Bienal Argentina de Fotografía Documental. Cerca de 250 fotógrafos enviaron más de 2000 fotos. El promedio de edad de los seleccionados resultó ser de 35 años: todos, o casi todos, nacidos en democracia. El jurado operó como equipo curatorial de selección de obra para una muestra: "No seleccionó fotos individuales sino que armó el libro en montajes abiertos. Lo único que hicimos nosotros fue ordenar esas páginas. Hubo muchas del monumento y del río entre las enviadas, y eso que en la convocatoria explicamos que no nos interesaban las marcas turísticas de la ciudad", cuenta Taborda a Rosario/12. "Hay fotos de zona oeste, de zona sur: el Sindicato de la Carne cerca del frigorífico Swift, con las imágenes de Perón y Evita; la cancha de Central Córdoba, autos de los años 80, el anuncio de neón de una antigua casa de fotografía, el Museo Macro, el barrio toba en un objetivo ojo de pez a 360º, fotos nocturnas de bares: el bar frente a la sala Lavardén, la salida del cine Madre Cabrini. No es la Rosario oficial, ni es una construcción nostálgica" resume, y enumera: "Perros de la calle, vendedores de pororó, el pasto de una cancha de fútbol junto al río en una vista casi abstracta. Una, muy simpática, de cuatro gordos arriba de una moto. Comparando las dos ediciones, se nota aquí la ausencia del mundo del trabajo. Acá hay unas fotos de unas sombras de obreros. Es otra mirada de la ciudad. El jurado cazó mucho el proyecto y compatibilizaron el proyecto entre los tres. Al llamar para jurado a un porteño y a un tucumano, salimos del rosarinema local", declara, acuñando el neologismo rosarinema. Y suena bien.
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