Domingo, 13 de febrero de 2011 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › A LOS 87 AñOS, GILBERTO KRASS SIGUE SIENDO POLIFACéTICO, COMPROMETIDO CON SU CIUDAD Y LA CULTURA
Gilberto fue librero, marchand, actor y editor, pero traspasó todos esos límites. Su galería de arte fue durante más de 30 años un espacio de creación. Creyó que la pintura o la escultura, o cualquier expresión artística, tienen una lectura que lleva de lo poético a lo dramático, a resaltar el sentido de la vida y su compromiso social.
Por Ada Naranjo*
"Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,/
una esparcida frente de mundiales cabellos,/
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras, con arena y con nieve,/
tú eres uno de aquellos!"
Miguel Hernández.
¿Vamos al campo Adita? Quien conoce a Gilberto Krass sabe que en esa pregunta se encierran casi todas las respuestas de su vida... y de la vida.
Es que en el campo, en ese lugar maravilloso que queda en Timbués, y a 5 kilómetros, metidos adentro bordeando el cauce del Carcarañá, Gilberto construyó un lugar y un hogar soñado y sagrado, al que sólo la pasión la fuerza, y la voluntad lo hicieron realidad.
"Crece desde abajo, crece desde el pie", dice la canción de Zitarrosa. Y desde el pie, Gilberto, a pura pala y a puro amigos, plantó, sembró, cosechó y regó millones de árboles, de plantas y de almas. ¡Qué generosidad la suya y la de su esposa Estela!
Recuerdo cuando nos invitó a conocer el campo que había comprado allá por los años 70. Fuimos todos los Naranjo con él, en el auto. Llegamos y no había prácticamente nada, sólo pastizales más altos que nosotros, cardos, las barrancas, un majestuoso árbol de chañar y el río... Pero se perfilaba... El te hacía sentir su sueño tan real, tan mágico, tan poderoso, que pudo transformar con el tiempo aquel paisaje inhóspito y seco en un vergel. Así se fue poblando ese suelo, esa tierra y ese cielo con los pasos, con los miedos, con las risas, con los años, con los hijos, con los sueños, con los nietos, con la vida. Vida cargada de vida, mucha vida.
Y no sólo transformó ese paisaje inhóspito y seco en una primavera en flor sino que Gilberto, al ser tan convocante, tan apasionado, convenció a amigos para que compraran terrenos cerca y construyeran también sus casas de fin de semana. Yo diría que más que casas de fin de semana fueron lugares donde se generaba una energía tan especial que nada de lo que sucedía en esa villa pasaba de forma desapercibida. Así es que el Guille Megna, Norberto Puzzolo, Isaac (el colo), uno de sus hermanos y Santiago, otro, el mayor de ellos, compartieron ese sueño.
Cada planta, cada hecho que sucedía allí, tenía el seguimiento de su proceso, bajo la mirada y el cuidado de todos. Así crecieron y hoy están gigantes 80 de los 100 pinos que se compraron al vivero de la Biblioteca Vigil, y también está el rosal de mi abuela que sigue dando rosas tímidamente.
En ese ambiente crecimos y compartimos nuestras vidas los hijos de Gilberto y Estela: Bertita y Sergio y mis hermanas Marina, Elina y yo. Pero también compartimos vacaciones, fines de semana inolvidables, momentos entrañables, con todos los Krass y con amigos.
Recuerdo de muy pequeña haber estado sentada en la falda de Armando Tejada Goméz junto al río Carcarañá, mientras nos deleitaba con sus "odas al viento", "a las comidas", "al vino" y a otras tantas poesías más.
La galería y el campo con sus protagonistas siempre propensos a la celebración de la amistad y al encuentro fueron siempre una fuente inagotable de dar. La invitación siempre estaba abierta para nosotros, éramos parte de ellos, uno más.
Las fiestas de fin de año comenzaban y no se terminaban más. Hacíamos obras de teatro jóvenes, chicos y grandes todos a actuar, a jugar y a cocinar. Los Krass siempre tuvieron y tienen el don de saber hacer con nada un manjar y han heredado las tradiciones del inmigrante ruso judío, por lo cual las comidas y los aromas solían ser exquisitos.
Conversaciones a la luz del sol y de la luna se daban de manera natural mientras jugábamos al truco o hacíamos un fogón.
Los atardeceres eran sagrados, recuerdo a Naúm (Krass, hermano de Gilberto) y a mi viejo llamando a todos los que estábamos, inventando una platea con sillas a esperar que "la función" como en el teatro o en el cine comenzara, todo esto en absoluto silencio, luego cuando el sol se escondía definitivamente por ese día todos aplaudíamos. Yo me quedaba mirando ese cielo, cómo se fundían esos colores y me parecía ver un cuadro impresionista.
Remontábamos el río, aprendimos a conocerlo, a respetarlo pero también íbamos a la aventura, siempre dispuestos a acompañarnos Gilberto, Naúm, el Guille y Rubén que eran niños en tamaño de grandes y allí nos tirábamos y nos dejábamos llevar por la tremenda correntada para luego tratar de pelear contra la fuerza tremenda del agua hasta que nos cansábamos y subíamos agarrados de los cañaverales todos embarrados, raspados y muertos de risa.
Más adelante, cuando el tiempo fue pasando se fueron incorporando a todas estas experiencias nuestros hijos. Es el día de hoy que Germán y también mis sobrinos tienen el mejor de los recuerdos de ese lugar. Cuando era chiquito Germán me decía al despertar: "¿Ma, hoy vamos al campo del abuelo Gilberto?". Y ya preparaba su caña de pescar, porque sabía que con Gilberto a la barranca podía acercarse y se quedaban allí pescando mientras las historias de pescadores entraban a circular.
En Rosario, vivíamos a una cuadra de distancia los Naranjo de los Krass y la galería de arte que Gilberto había creado, Krass Artes Plásticas, San Martín 631, apenas a unas cuadras más. Era parte de nuestra vida cotidiana. En ese momento, Rosario tenía un fuerte crecimiento cultural, era el auge de la Biblioteca Vigil, del teatro independiente, de la música, de todo tipo de expresión artística y comprometida con los principios de respeto por la dignidad del hombre.
Gilberto y mi padre (Rubén Naranjo) se eligieron "como hermanos" y estuvieron juntos toda la vida, compartieron sueños, proyectos, ideales y pesares. Hacedores y colosos del saber, la belleza, y la aventura de vivir llegaron a ser una especie de "usina" de producción intelectual, artística y humana. Así surgieron grandes producciones, como la creación de la editorial Krass Artes Plásticas cuyo objetivo principal era difundir y abrir camino a algunos de los verdaderos protagonistas de la cultura de Rosario y del país, publicando así a autores como Mirko Buchín, Alcides Moreno, Rafael Ielpi, Hugo Diz, Amilcar de la Fuente, Gary Vila Ortiz, Adrián Abonizio, entre otros.
Unos años después mi padre creó su propio sello editorial Paralelo 32 y con la colaboración de Carlos Alonso, Gilberto y Oscar Defante hicieron el libro Juan de dios Mena (colección Los Creadores.).
"Tan pronto los hombres /ganen la paz, la bicicleta de todos /volará.
La del cartero/ volará. La de la reina Guillermina/ volará. La mía y la tuya volará.
La bicicleta tendrá un solo nombre: ¡Libertad!".
Esta declaración, más que una poesía de Pedroni la escuché recitada por el amigo Héctor Tealdi muchísimas veces en la sala mayor de la galería Krass, y también en el patio, y en la otra sala y en todos los lugares de ese maravilloso lugar, siempre en versiones magistrales. Es que la galería Krass al igual que "el campo" en Timbúes, junto al Carcarañá, "eran un lugar de encuentro".
También, Gilberto y mi padre, interesados en rescatar y dar a conocer algunos de los más prestigiosos pintores rosarinos del siglo XX deciden la realización de tres carpetas increíbles con las reproducciones a todo color de los cuadros de los artistas. Así es que surge la primera carpeta con las obras de Carlos Uriarte en 1973, luego se realizó la de pintores rosarinos con las obras de Benvenuto, Cochet, Musto, Ouvrard. Schiavoni y Vanzo. Y más tarde, en 1975, la carpeta con las obras de Gustavo Cochet. Todo esto se realizó con un empeño y un trabajo que no dio tiempo a pausas ni descansos y también la participación activa de los hijos de Gilberto, Sergio y Bertita y la nuestra, la de mis hermanas, Marina y Elina que junto conmigo armamos todas estas carpetas una por una durante un período bastante largo de tiempo. Para nosotros era como un juego.
Se trabajaba en pos de un desarrollo cultural al alcance de todos, porque estos intelectuales y trabajadores de la cultura junto a algunos "pocos" empresarios como nuestro querido Gilberto Krass, y a un amigo entrañable de mi padre, Oscar Defante, tenían los pies bien apoyados sobre la tierra, estaban convencidos de que "el arte podía transformar realidades" y la gente así poder disfrutar de una mejor vida.
Gilberto venía con la formación de librero, de marchand, de actor y editor y mi padre tenía una formación muy sólida como profesor de Bellas Artes, director de la editorial de la Vigil y del Instituto Secundario, y también como pintor, diseñador gráfico, muralista, escenógrafo y también editor. Pero además lo distintivo de ellos era el aspecto humano que teñía todo proyecto que intentaban realizar.
Durante más de 30 años, la galería Krass inauguró exposiciones de artistas cada quince días, y cada viernes de inauguración la cita era infaltable. También con el tiempo incorporó un piano en la sala mayor donde amigos acompañaban esas veladas con música, vino y alegría. Es así que pintores, escultores, grabadores importantísimos como Rosas, Carlos Alonso, Uriarte, Pedrotti, Ouvrard, Vanzo, Grela, Gambartes y también artistas de menor renombre pero no por eso menos importante pudieran mostrar y exponer sus piezas. Es que Gilberto también hizo docencia con las artes plásticas pensando y haciendo pensar a los demás que la pintura o la escultura, o cualquier tipo de expresión artística, tienen una lectura que nos lleva desde lo poético a lo dramático, a resaltar el sentido de la vida y su compromiso social. Llegó a descubrir y a coleccionar artistas desconocidos como Lucio Fontana, Juan de Dios Mena, escultor que pudo tallar y transmitir en la madera lo dramático de la existencia humana, Herrero Miranda y muchos más.
En una oportunidad, en una de las exposiciones que Carlos Alonso hiciera en la galería Krass, mi padre me contó que Paloma, su hija, que integra la lista de los que no regresan Hamlet Lima Quintana, dixit estaba en cada cuadro de Alonso. Debo confesar que la busqué una y otra vez hasta que comprendí que Paloma estaba en cada trazo, en cada línea, en cada punto, de cada cuadro y en el aliento de Alonso en cada amanecer.
Buena parte de la intelectualidad y del mundo de los artistas locales y nacionales como actores, músicos, fotógrafos, periodistas, escritores, poetas, cineastas y también personas de oficios y amigos visitaron ese lugar de encuentro. Dicen que existen cuatro estaciones y una más -la de los amigos-, es allí donde Gilberto disfruta de la vida. Es así que Soldi, González Tuñón, Berni, Lautaro Murúa, Carpani, Castagnino, Juan Ele Ortiz, Ernesto Bianco, Inda Ledesma, Zeballos, Osvaldo Dragún, Fontanarrosa, José Pedroni, Chiqui González, David Viñas, Crist, Tejada Gomez, Ulises Dumond, Cipe Lincovsky, Alberto Closas, Luis Brandoni, Elvio Romero, Saulo Benavente, Hermenegildo Sábat, Norberto Puzzolo, Flor Balestra, La Trova Rosarina, Rubén de la Colina, Hugo Goñi, Oscar Moreno, Lino Palacio, Enrique Llopis, Guillermo Megna, Caloi, Carlos Gorostiza, Roberto Cossa, María Luisa Bemberg, David Edery, Antonio Postiglioni, Omar Tiberti, Alcides Moreno, José Saldi, Jorge Riestra, Rubén Sevlever, Luis Mangieri, Fernando Farina, Pedro Sinópoli, Olga y Abel Baroni, Walter Operto, Garaycochea, Héctor Tealdi, Elida y Jano Viotti, Carlos Alonso, Oscar Defante, René Mujica, Gerardo Quilichi, Carlos Garramuño, Miguel Lifschitz, Ivan y Cristian H Larguía, Oscar Blando, Julian Usandizaga, Hermes Binner, Pedro Giacaglia, Raúl Frutos, Marcelo Romeu, Pichi de Benedictis, J. Tettamanti, Rafael Ielpi y muchos más lo han acompañado durante toda la vida .
Toda una efervescencia que se interrumpió por los exilios obligados de los años 70. La época negra del país. Mi padre decía que en los años del terror no bastaba con tener actitudes de ayuda, se necesitaba ser solidario y eso implicaba otra cosa, otro compromiso, se requería una fuerte convicción e ideología clara para poder sostenerse y sostener a los que sufrieron el desarraigo y el exilio. Gilberto, todos sus hermanos, Naúm, el Colo, Santiago, Elías, Pancho, Miriam, Marcelo y algunos amigos entrañables también, lo fueron con nosotros. Por eso para mi, Gilberto es uno de aquéllos, un hombre con alma sin fronteras.
Gilberto es un hombre polifacético, de vida fascinante, que no se dedicó sólo a vender obras de arte. Comprometido con su gente, con su ciudad y con la cultura. Inquebrantable en sus principios e ideales. Merecedor como pocos de la distinción de Ciudadano Ilustre que le brindó el Concejo Municipal de Rosario. Buscador de talentos y anfitrión del saber y del amor comprometido. Aún hoy, cada encuentro con él es un viaje al universo del hombre.
Me gusta ir a visitarlo a su casa, tomar mate y hablar, conversar. El te pregunta y al preguntar te devuelve verdaderas dudas existenciales que calan en la profundidad del ser. Y allí nos quedamos largamente hablando del amor, la soledad, la alegría, la angustia y la belleza.
Gilberto es un coleccionista de muchas cosas pero creo que lo que más le gusta, lo que más placer le ha dado y sigue dando es descubrir y coleccionar piedras, porque sabe, como dice Eduardo Galeano en Historias del Arte: "Cuántos caballos estarán en el corazón de la piedra esperando poder galopar".
Los recuerdos brotan como las semillas que Gilberto al caminar por el campo esparcía en la barranca. Hoy no sé si la trastienda de la galería fue el campo o si el campo fue la trastienda de la galería, pero lo que sé es que en esos puntos de la geografía se gestó la música, la pintura y la poesía que hoy habitan en mis oídos y en mi corazón como una sinfonía.
Hoy lo veo a Gilberto celebrando sus 87 abriles recién cumplidos, caminando por la ciudad, y lo imagino en el campo y también veo a mi padre caminando en otros campos, dialogando entre ellos, construyendo sueños e ideales, conversando con la noche y con el viento "de atardeceres y de soledades, de andar y andar, buscando verdades para encontrar siempre otra pregunta, ir y venir y no llegar nunca".
Lleva la historia de su campo y de su galería y aquellas semillas de solidaridad, libertad, alegría y sueños que junto a mi padre hilvanaron con pasión y valentía para una sociedad mejor, más iluminada y más justa. Se lo ve caminar con lentitud, pero con una sonrisa permanente. Sabe que su siembra va a dar buenos frutos, en otros campos, en otras calles, en esta ciudad, su ciudad y en otras, sin fronteras. [email protected]
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