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Martes, 26 de julio de 2011

CULTURA / ESPECTáCULOS › EXPERIMENTACIONES POéTICAS CON DISPOSITIVOS ELECTRóNICOS Y DIGITALES

Arte sin pinceles ni cinceles

Hasta el próximo domingo en el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino se podrá recorrer una muestra curada por Carlos Trilnick que reúne trabajos realizados en formatos que están directamente asociados con las nuevas tecnologías.

 Por Beatriz Vignoli

Hasta el 31 de julio (los lunes, miércoles, jueves y viernes de 14 a 20; los sábados y domingos de 13 a 19), en la planta alta del Museo Municipal de Bella Artes Juan B. Castagnino (Av. Pellegrini 2202) puede visitarse la muestra 0.1.2 Experimentaciones poéticas con dispositivos electrónicos y digitales, curada por Carlos Trilnick, con obra de diez artistas jóvenes. Los ocho autores de las obras de la muestra exhibida antes en Buenos Aires en el Espacio Itaú son Diego Alberti, Joaquín Ezcurra, Juan Pablo Ferlat, Eduardo Imasaka, Juan Emilio Odriozola, Christian Parsons, Mariano Ramis y Gabriel Rud, a los que se sumaron aquí para la edición local los rosarinos Fabricio Caiazza e Inne Martino.

Varios de los artistas son ex alumnos y tres son docentes en la cátedra en Diseño de Imagen y Sonido que Trilnick tiene en la FADU﷓UBA. La mayoría de las obras de la muestra fueron producidas por Itaú Cultural y realizadas entre diciembre y febrero de 2011 en el espacio de arte de Itaú Cultural de Buenos Aires, en un taller colectivo que condujo el curador. Autores y proyectos ofrecen un cruce entre arte, programación informática y diseño, que otorga a la planta alta del Museo un encanto verdaderamente poético y retrofuturista: si bien muy contemporáneos, ya que todos son obra de "nativos digitales", los proyectos trasuntan esa paradoja estética que hace de lo novedoso de antes el objeto de la melancolía de hoy. Celulares al borde de un atentado terrorista artístico, una ciudad de Buenos Aires intervenida virtualmente hasta lo irreconocible, una pieza interactiva que permite a los espectadores mismos crear imágenes electrónicamente, computadoras obsoletas que parecen flotar desarmadas e ingrávidas en el espacio, son algunas de las piezas que hacen que el espectador al ingresar en la sala oscurecida crea estar en una utopía a la vez del futuro y del pasado.

Carlos Trilnick es un pionero del videoarte en la Argentina y es tal vez la marca de esta historia una impronta en el trabajo de los artistas de la muestra, muchos de los cuales son sus discípulos. Su hipótesis es que toda tecnología puede ser utilizada como recurso expresivo. La manifestación irrepetible de una lejanía, de Diego Alberti y Joaquín Ezcurra, forma una secuencia de barras luminosas flotantes en la oscuridad. Cámara Lúcida, de Christian Parsons, es un proyecto de investigación y desarrollo en arte y tecnología que ganó la Ley de Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires. Se trata de un estudio sobre la relación entre la luz, el espacio y la interacción a través del cual se crean objetos lúdicos interactivos, de la mano de un puñado de espectadores absortos devenidos en coautores. En Microwavore, de Eduardo Imasaka, en una caja cerrada hay un teléfono celular y en otra un bloque de yeso y cincuenta motores conectados al celular por medio de una placa electrónica. Al lado de la obra se indica un número de teléfono; al llamar a ese número, el teléfono vibra y el yeso se corroe. Gabriel Rud presenta en Tricentenario una ciudad de Buenos Aires intervenida con monumentos virtuales. Las obras No obstante es peligroso y Todas las palabras son extranjeras entre sí, ambas de Mariano Remis, repiten al infinito mínimas acciones randomizadas e inconclusas.

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Una de las instalaciones que pueden visitarse hasta el domingo en el Museo Castagnino
 
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