Sábado, 18 de febrero de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › NUEVAS OBRAS PRODUCIDAS EN LA MARATóN AUDIOVISUAL
La Tabla de los Sueños continúa con dos episodios marcados por sus buenas actuaciones, apariciones seductoras y la música de un recuerdo feliz. Como cada sábado, la puesta en pantalla será a las 21.30, por Canal 3.
Por Leandro Arteaga
"¡Salvatore Adamo en CD!", grita con sorpresa el personaje de Mónica Alfonso. Ella es la mujer, hace momentos fallecida, de quien lleva adelante un duelo que, parece, apenas iniciaba. El es Mirko Buchín. Junto con ellos los hijos que interpretan Paula Viel y Francisco Fissolo. ¡Qué padres! ¡Qué artistas! Uno de los aspectos, entre tantos más, que sobresale en La música, episodio asociado al número 55, y que forma parte de la entrega semanal y dual que esta noche Canal 3 emite a partir de las 21.30 bajo el rótulo La Tabla de los Sueños.
La tabla y sus números de la suerte surgen de la denominada Maratón de Producción Audiovisual, esfuerzo coordinado por el Centro de Producción de la Escuela de Comunicación Social (UNR), con participación de la Dirección de Comunicación Multimedial de la UNR, el Centro Audiovisual Rosario, la Escuela Provincial de Cine y TV y la carrera de Producción y Realización Audiovisual de la Universidad Abierta Interamericana.
Números de suerte, se decía, que fueron también manera aleatoria de combinar escritores con realizadores. La música, en ese contexto, cuenta con el guión de Flavia Barrega y la dirección de Fernando Gondard. Mientras que La virgen -número 60- tiene el beneplácito exclusivo de ser obra íntegra de Sergio García.
Gondard se ha desempeñado en el ámbito cinematográfico y audiovisual desde el rubro producción, en títulos como Donde comienza el camino (2005) y A cada lado (2007, ambas de Hugo Grosso), fue jefe de producción en ¿De quién es el portaligas? (2007, Fito Páez) y ha participado también de la reciente Las mariposas de Sadourní (de Darío Nardi, en etapa de postproducción).
El planteo de su cortometraje tiene, por un lado, el aval interpretativo con el que se eligió el inicio de esta nota; y por otro, el despliegue de un steadycam fiable, que seguramente ha debido descansar en las manos profesionales de Luciano Barrera. Ahora bien, todo esto se distingue como aspectos que, en verdad, hacen a un todo finamente narrado. En otras palabras, La música es Salvatore Adamo en CD vuelto excusa cíclica, que trate de desandar lo que hubo inevitablemente de ocurrir durante el marco dulce/agrio de unos cuarenta años de matrimonio feliz.
A la manera de un whirlpool, el recuerdo reciente devora al personaje (quizás a los demás también) desde una promesa casi posible. Invariablemente, el desenlace aparece y devuelve al punto olvidado, sea para continuar el devenir, sea para reiniciar una y otra vez. Dicha y dolor, aspectos intercambiables, en un relato que amenaza con suspender a su protagonista en un momento que dure siempre.
En cuanto a La virgen, se habrá de señalar de manera relevante a su responsable, Sergio García (guionista y director). García posee una trayectoria extensa, que lo vincula con títulos como Negasegro (1994), La salvaje (Rita, con el alma al desnudo) (1999, ambas junto a Hugo Grosso), La cita secreta (2006, con Roberto Criba), numerosos trabajos televisivos y la dirección fotográfica de largometrajes como De regreso, el país dormido (1989, Gustavo Postiglione), Pintando de amarillo (1995, Mariana Wenger) y A cada lado (2007, Hugo Grosso).
El número 60 posibilita a García plantear el dilema del azar mismo, con la protección casual -o no- de un ángel de la guarda irresistiblemente femenina. Es la aparición suya, desde lo que permite apenas entrever un cuarto oscuro, lo que decide a su protagonista (Gustavo Maffei) a quedarse un ratito más y aceptar el café ofrecido (Mirta Maurizzi), entre tantas estatuitas virginales. Demorarse apenas unos minutos antes de proseguir el desespero habitual, con el dinero del cajero como promesa de solución a las deudas.
La virgen propuesta por el cortometraje de García combina, como se señalaba, azar y creencia, adoración y sexo. O, en verdad, tantos pares posibles como irreductibles a una de sus dos caras. Con el momento bisagra y de candor sensual que significa la "aparición" (Agustina Rudi), narrada a la manera de un sabio Tinto Brass: no sólo es seductora la mujer que se desviste sino -aquí la artesanía Brass- la que sabe cómo vestirse.
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