Vie 24.02.2012
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › ESTE DOMINGO TERMINA EL CICLO DE CINE EN EL LAGUITO DEL INDEPENDENCIA

Con reposeras frente a la pantalla

Las proyecciones constituyen una oportunidad para mirar películas, elegir una buena silla plegable, husmear entre pororó (que es el mejor del mundo), y desembarazarse de la suegra. En la última función, cortos hechos por chicos.

› Por Leandro Arteaga

La escena es más o menos así. Parque Independencia, el laguito, domingo, circa 20 horas. Estaciona el 505 -﷓grande como la lanchita-﷓, baja él, muy rápido, y abre el baúl. Mientras tanto descienden ellas, esposa e hija, de los asientos traseros. Lo ayudan a sacar la heladerita y sillitas reclinables. Luego, ellas, ayudan a bajar a la abuela (o madre o suegra, depende), sentada adelante. No terminan de hacer esto y de ayudar al paso lento de la señora, cuando él ya se monta de nuevo al volante y dispara hacia otra parte.

Aún cuando lo escrito pueda sugerir una semántica --apenas-﷓ misógina, no habrá de negarse la oportunidad que significa una proyección gratuita de películas. Además, y para desmentir lo --apenas-﷓ sugerido, no es ésta la única utilidad que tal actividad promueve. No se trata -﷓no sea malvado, amigo lector-﷓ de dejar a las mujeres entretenidas entre ellas por un rato. De hecho, también son muchos los hombres presentes --este cronista entre ellos-﷓, así como los amigos y amigas, parejas y familias, más paseantes solitarios, quienes conforman el público de las proyecciones del laguito.

La propuesta, llevada adelante por el Centro Audiovisual Rosario, conocerá el domingo próximo, en el horario de las 21, su quinta entrega. El programa pautado consistirá en una selección de material audiovisual proveniente del Festival de Cortometrajes Ojo al Piojo, compuesto de trabajos pensados tanto para niños como así también realizados por ellos. Ojo al Piojo, se recordará, ha comenzado su andar en la pantalla de cine El Cairo durante el año pasado, siempre con la coordinación del CAR.

Es por eso que resulta curioso observar qué es lo que pasa en un ciclo tan asistido como éste. Seguramente, la respuesta de los asistentes variará en relación a las películas elegidas. Por ejemplo, y dada la circunstancia, las sorpresa se la llevan los mismos realizadores. Así ocurrió con la presencia de los responsables de Torino, documental dedicado a la memoria y análisis del legendario vehículo de la industria automovilística argentina. Agustín Rolandelli, su director, llegaba de Buenos Aires y no salía del asombro por lo atípico del lugar, poblado también por fanáticos del Torino, quienes exhibían sus vehículos. Uno de ellos (bermuda ajustada por cinto, calvo, de remera negra estampada con motivo torinense) se cruzó hasta el laguito, mojó una rejilla, y volvió para remover una mancha minúscula del rojo perfecto de su Torino; mientras los motores rugían para el oído extasiado de varios seguidores.

En un escenario semejante, el contacto con un público eventual es, si se quiere, todavía más importante que el que sucede en otros ámbitos, ya tradicionales. Porque si los circuitos de películas se alteran con propuestas como ésta, la incertidumbre es lo que asalta rápidamente. ¿Qué gente tendrá ganas de acercarse a ver una película en el laguito?

Entonces, y además de las mujeres del amigo del párrafo primero, el laguito sabe adornarse para estas oportunidades con cantidad de reposeras y de repelentes, repartidos a lo largo de franjas distintas: más cercano al lago quienes quieren realmente ver y oír, mientras que hacia fuera quienes prefieren mantener otros diálogos. Entre medio, los vendedores ambulantes, mucho helado y --sepan disculpar esta confesión﷓- el mejor pororó del mundo.

Cuando la noche comienza a caer, destilan entre las asistentes los colores flúo de esas varitas plásticas de luz misteriosa, que están a la venta. Brillan un montón. Y se meten también -﷓de manera igual de rara﷓- dentro de unas pelotas de goma que saltan endiabladamente, al ritmo de luces internas e imposibles.

Entre el público sobresale, como ejemplo, una mesa portátil: extraordinaria, con sillas plegables que forman parte de la misma pieza. Pueden sentarse cuatro. A la par, lo necesario para disfrutar de sándwiches, gaseosas, y cerveza.

Otra escena: un cachorrito camina junto al dueño y se escapa. Se dirige corriendo a un niño, salta y le da un tarascón al algodón de azúcar. ¡Brillante! Parece algo de Fellini. A lo que se sumaban las fotografías a una quinceañera, toda de blanco, y a otra, toda de ¡rosa!

Además, los botes y bicicletas acuáticas detienen su andar para ser los espectadores privilegiados. Eso sí, cuando bajaba el sonido de la proyección aparecía, casi desencajada, la voz encargada de pedir a los números 7, 12, 4 y tantos más, que por favor volviesen, que el tiempo de pedaleo ya había concluido.

Por último, una duda. Este cronista tuvo asumido desde niño el nombre de "badarca" a lo que ahora se conoce como "bicicleta acuática". ¿Es un delirio de palabra de infancia? ¿O realmente se les llamó así en algún, ya lejano, momento? Que alguien sepa disipar esta duda. O mejor no. Que ndie responda. Nada mejor que una palabra de infancia.

Y como si este desenlace hubiese sido buscado, recordar entonces que este domingo serán los mismos niños los protagonistas de la pantalla. Entre ellos, integrantes de talleres y cursos de realización audiovisual como los llevados adelante por Programa Ceroveinticinco (coordinado por Andrés Nicolás), Escuela de Artes Visuales Profesor Juan Mantovani (Coordinado por Teresita Cherry), Escuela Nº60 Mariano Moreno (Coordinado por Andrés Nicolás), Taller del Instituto vocacional de arte Manuel Lavardén, sede Pio Collivadino (Coordinado por Marina Rubino), Taller de cine para chicos﷓Laboratorio de sueños y pesadillas (Coordinado por Germán Illuminati y Juan Manuel Blanco), Cine + Chicos: Jardín Nº 5 (Coordinado por Julieta Fradkin), Taller de cine El mate: Alejo Paredes (Coordinado por Irene Blei y Lucía Cano).

Entre los cortometrajes realizados para niños destacan Teclópolis, de Javier Mrad; En la ópera, de Juan Pablo Zaramella; Juan del monte, de Juan Carlos Camardella; Copia A, de Rodríguez y Díaz; así como trabajos provenientes de Brasil, Noruega, Venezuela, y España.

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