Jueves, 12 de julio de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. SE PRESENTó EN BUENOS AIRES ZAVALLA CON Z, DE LA POETA DIANA BELLESSI
En un libro autobiográfico, la poeta cuenta su primera infancia en el pueblo del que años después fue y vino entre la siesta pueblerina del onganiato y la intensa estudiantina del Rosariazo, hasta que por fin escapó para siempre.
Por Beatriz Vignoli
La Editorial Municipal de Rosario viene redoblando su apuesta por difundir una literatura de calidad, expandiendo sus temas y autores desde y hacia la región (más allá de un alcance meramente local), y llegando a un público amplio a través de formatos breves y amables con el lector. La semana pasada, anunció los resultados de la primera edición del Concurso Provincial de Nouvelle 2012. Los libros premiados, a editarse en la EMR, fueron El mosto y la queresa, de Mario Castells (Rosario, 1975), y Tambor de arranque, de Francisco Bitar (Santa Fe, 1981). Un jurado integrado por Gabriela Cabezón Cámara, Sergio Chejfec y Damián Ríos arribó a un veredicto unánime.
Y anteayer se presentó en Buenos Aires el libro ilustrado Zavalla con Z (2012), que la EMR le encargó a la poeta Diana Bellessi (Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, 1946) para su Colección Naranja de crónicas de la ciudad y alrededores. Bellessi leyó sus poemas en la librería Eterna Cadencia, en el barrio de Palermo, junto al poeta Yaki Setton. Había venido como lectora invitada al Festival de Poesía en 2009, coincidiendo con la edición de su poesía reunida bajo el título de Tener lo que se tiene por la editorial Adriana Hidalgo, en la ciudad de Buenos Aires, donde vive y trabaja desde 1975.
A mitad de camino entre Casilda y Rosario, Zavalla queda sobre la Ruta Nacional 33; limita al este con Pérez y al oeste con Pujato. Su casco urbano de 140 manzanas creció en torno a la Estación de ferrocarril Zavalla, fundada en 1883 por Carlos Casado de Alisal, en conjunto con la habilitación del Ferrocarril Oeste Santafesino, para transportar trigo, lino, girasol y maíz. Su atracción principal es el Parque Villarino, que Bellessi padre, según el relato de su hija, contribuyó a construir "con sus propias manos", aunque nunca cobró.
Haciendo honor a aquello de que, como dice Lou Reed en una de sus canciones para Andy Warhol, "lo mejor de nacer en un pueblo chico es que sabés que te tenés que ir", en los años 60' Diana Bellessi fue y vino entre la siesta pueblerina del onganiato y la intensa estudiantina del Rosariazo, hasta que por fin una madrugada huyó del pueblo con tal ímpetu que con ese mismo impulso recorrió a pie toda América a lo largo de más de seis años. En 1972 publicó en Ecuador su primer libro de poemas, Destino y propagaciones. Siguieron, en poesía, Crucero ecuatorial (1981), Tributo del mudo (1982), Danzante de doble máscara (1985), Eroica (1988), Buena travesía, buena ventura, pequeña Uli (1991), El jardín (1992), Sur (1998), Mate cocido (2002), La edad dorada (2003) La rebelión del instante (2006), Variaciones de la luz (2007) y sus traducciones por Ursula K. Le Guin y Mello Breyner. Y las recopilaciones y ensayos; las becas, los talleres y el reconocimiento.
Como cuenta Bellessi en su autobiográfico libro, un pueblo "es un infierno para una chica de dieciséis" que había descubierto la Divina Comedia a los ocho años en la biblioteca de la escuelita rural y se creyó inmortal hasta los cincuenta. Pero había sido el paraíso para la niña de dos o tres que en el recuerdo aún ve cómo "brilla el sol sobre las cosas" mientras su madre le muestra "qué es la primavera": el paraíso florido y los jilgueros, en el fondo de la casa, "la larga casa chorizo con todas las piezas dando a una galería y al jardincito que cuidaban las mujeres, perfumado por las glicinas y las azucenas".
La casa, junto al galpón y los corrales, formaba parte de la chacra que alquilaba la familia paterna, "protegida por el decreto peronista que prohibía echar a los arrendatarios, o aumentar excesivamente los costos del alquiler". El libro se abre con esas imágenes luminosas y comienza a cerrarse en 1966: "...después del golpe de Onganía pusieron un ministro, Raggio, cuya única tarea fue librar a los terratenientes de sus arrendatarios. Sacaron la ley peronista de protección y mi viejo quedó en la calle. Tuvo que devolver la tierra y vender las herramientas; con lo que pudo cambió su auto, y empezó a hacer de remisero en el pueblo, de vendedor, de lo que fuera. Tenía 46 años".
Entre esos dos momentos, fiel al clima de la lírica luminosa que supo forjar Bellessi en su obra poética, el libro recorre las dos décadas iniciales de vida de la autora, quien se mira en el espejo del pasado como si fuera hija de sí misma, y se celebra y se canta con cariño. "Casquito de oro", cuenta que la llamaban afectuosamente los peones y los tíos: criollos y gringos, actores de una sociedad ya ida.
"Tengo cinco años y estoy afuera, al oeste de la casa, cerca de las trojas de maíz cuando se combinaba la agricultura con el tambo, y ya se recogió la cosecha y ahora hay un silencio en la casa, porque ya se fueron los peones golondrinas que, junto con la familia, recogieron a mano el maíz de los potreros...". Las "coplas norteñas a veces matizadas con palabras en quechua, o algún chamamé correntino con el sapucai que dolía de alegría o de dolor" son el legado popular de estos peones que tocaban la guitarra con las manos llagadas por nueve o diez horas de trabajo. "Me regalaron el inmenso mundo de la copla y del relato folclórico también, mezclado con los cuentos que venían de la cocina y de los establos de la vieja Italia, traídos por mis abuelos y mis tías..." La serena atmósfera bucólica se sobresalta con los relatos de aparecidos y de la luz mala. Uno en particular hiela la sangre: el del encuentro del chacarero Toscanelli con el diablo.
El de Zavalla con Z es un mundo rural donde los fantasmas caminan las mismas calles que los vivos bajo el sol tranquilo de la siesta. Es la pampa gringa de José Pedroni. Pero el relato carece de los énfasis del ruralismo modernista y en cambio está confiado a lo que Bellessi, en un libro reciente, llama "la pequeña voz". Su crónica está escrita en algo así como el tono menor en que los detalles del mundo susurran lo suyo al oído de quien sabe escuchar. Las palabras son sencillas, humildes, chiquitas. Un adjetivo recurrente es "lindo". "Era lindo", es la frase reiterada con que la poeta, a quien por supuesto no le faltaban sinónimos, hilvana sus desordenados pero cálidos recuerdos.
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