Martes, 25 de septiembre de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. HASTA EL 13 DE OCTUBRE SE EXPONEN ESCULTURAS DE NORA CORREAS
En el salón Juan J. Trillas del Teatro El Círculo (Laprida 1235) pueden verse objetos escultóricos de la artista mendocina, en una muestra curada por Rosa María Ravera, quien afirmó: "No es éste un arte para contemplar sólo estéticamente".
Por Beatriz Vignoli
"¿Es la de Nora una concepción apocalíptica?", pregunta en su texto la curadora Rosa María Ravera, y la pregunta parece anclarse en una fecha: desde el 11 de septiembre, hasta el sábado 13 de octubre, puede visitarse en la sala Dr. Juan J. Trillas del Teatro El Círculo (Laprida 1235) una exposición de objetos escultóricos, no por conceptuales menos bellos, de la artista plástica argentina Nora Correas (de lunes a viernes, de 10 a 12.30 y de 16 a 20, y los sábados de 10 a 12.30). "Evidentemente no es éste un arte para contemplar sólo estéticamente", afirma Ravera, para quien "el sentido excede y en mucho, este nivel de análisis, va más lejos en la interpretación, siendo los presentes trabajos auténticos disparadores críticos".
Nacida en 1942 en Mendoza, egresada de la Universidad Nacional de Cuyo y radicada en Buenos Aires con una beca del Fondo Nacional de Las Artes para estudiar con Juan Batlle Planas, Correas inició a fines de los 60 sus experiencias con el arte textil. Artista de trayectoria internacional, su obra inconfundible le valió numerosos premios, entre ellos en Konex de Platino de Artes Visuales, en 1992.
En sus innovadoras y sensibles esculturas blandas de los años 80 y 90 comienza a prevalecer un motivo orgánico envolvente que evoca a la figura humana por ausencia, donde Correas expresa preocupaciones humanistas aludiendo a la vez a las viviendas primitivas y a las cotas de malla de los guerreros orientales. Es una forma simple y sugerente, frágil y fuerte, femenina y masculina, de intensa seducción táctil, a la que Ravera analiza como "corazas parecidas a una suerte de barca o receptáculo que habría podido ser también casa, vestimenta o capa, incluso tabernáculo" o cualquier cosa capaz de funciones como "guardar, preservar, acoger o resguardar". La función es sugerida pero no efectuada: las piezas conservan su autonomía de arte puro.
A tres años de su muestra individual consagratoria en el Museo Nacional de Bellas Artes en el año 2000, el Museo Castagnino+Macro recibió en donación de Nora Correas su instalación La Rosa (1996), obra alusiva a la emblemática rosa azul de los artistas románticos y cuya retórica visual prefigura a la del ominoso El cerebro negro (2003, Daniel Maman Fine Arts) que puede verse en la muestra. Allí insiste el envoltorio antropomórfico de sus textiles, recreado mediante resina traslúcida. Con sólo dos elementos, la composición ofrece una alegoría para la reflexión crítica sobre los estragos de una cultura centrada en el intelecto a expensas del cuerpo. Los vivos colores y formas inspiradas en la naturaleza recrean como caprichos exquisitos a las especies amenazadas en una serie de esculturas titulada Mi cuna, tu cuna. También se exponen sus figuras humanas escultóricas evocadoras del mundo de la moda, que continúan (pero dentro de los límites de la autonomía del arte) cierta tradición de cruce como la que cultivara en los 60 Dalila Puzzovio, y se titulan Modelos para un mundo sumergido.
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