Martes, 25 de septiembre de 2012 | Hoy
Por Beatriz Actis
Calles abiertas y mercados de pulgas
Son buenas las ciudades de domingo. La Sexta Avenida, por ejemplo, se transforma en una feria callejera, multiétnica. Es que hay momentos en que el centro de las grandes ciudades deja paso a cierto "espíritu de periferia", momentos en que se puede caminar, por ejemplo, por la 3ª Avenida o por las cercanías de la Universidad de Columbia, en Manhattan, y los negocios y bares usuales pasan desapercibidos porque en la calle --no en las veredas- conviven puestos que ofrecen objetos de segunda mano, comidas y artesanías de origen diverso (al lado de un puesto de maíz asado atendido por latinoamericanos, una mujer africana vende adornos típicos de Kenia).
Y la gente que no suele circular por esas zonas sí lo hace entonces, apropiándose de modo temporario de un escenario urbano que habitualmente la excluye.
Un ritual de primavera
Riverside Park, al noroeste de la isla, es un angosto recreo verde, de unos cien a doscientos metros de ancho por unos seis kilómetros de largo, al lado del río Hudson. Los planos de este parque fueron diseñados a fines del siglo XIX por Frederick Law Olmsted, quien también proyectó otros dos grandes paseos públicos neoyorquinos: el famoso Central Park, en Manhattan, y Prospect Park, en Brooklyn.
Es en Brooklyn en donde se levanta el Jardín Botánico, una de cuyas zonas más pintorescas y representativas es el Jardín Japonés. Cada año, entre abril y mayo, se festeja allí el "Hanami", un festival de un mes de duración en honor al florecimiento de los cerezos, es decir, un ritual de primavera que culmina con una celebración de un fin de semana llamada "Sakura Matsuri".
Hay en el Botánico de Brooklyn más de doscientos cerezos, que sobrevivieron a la donación inicial de dos mil árboles hecha por el gobierno de Japón después de la Primera Guerra Mundial, y en su mayoría están agrupados en Cherry Walk, El Paseo de los Cerezos. En el interior del Jardín, entre colinas, pueden visitarse el pequeño lago con una isla y una cascada, junto a sus puentes de madera y sus miradores, tras atravesar el arco de entrada (torii) que lleva al santuario Shinto.
Las numerosas y variadas especies de cerezos florecen en primavera pero en días levemente distintos; por eso, Internet oficia en este caso como una suerte de brújula para orientarnos ante la naturaleza: en la página web del Botánico puede seguirse on line esa secuencia de floraciones a través del denominado "Reloj de la cereza".
Plazas, parques
Domingo de otoño a la hora de la siesta --litoraleña- pero en el Village, sentados en un banco bajo el sol, es decir, momentánea y felizmente alejados del frío en el centro de Washington Square, cerca de la réplica del Arco del Triunfo y frente a la Universidad de Nueva York, que ocupa varias manzanas en torno de la plaza.
Las calles arboladas de Greenwich Village (que le dan un aire casi pueblerino a sólo cuadras del vértigo del Midtown, el pleno centro de Manhattan con sus rascacielos emblemáticos), junto a los teatros off Broadway y los famosos clubes de jazz, hacen de este barrio del bajo Manhattan -delimitado por el río Hudson y las calles Broadway, Houston y 14- una posibilidad entrañable de caminata urbana.
Los pasos actuales conviven con ecos de las leyendas de la bohemia neoyorquina, de la época en que allí residían el joven Dylan, John Dos Passos, Edward Hopper, varios miembros de la generación beat (en una esquina de la calle Bleecker se situaba el San Remo Bar, lugar de reunión de Burroughs, Ginsberg, Corso, Kerouac) y de los clubes nocturnos surgían voces y acordes como los de Joan Baez, Jimi Hendrix, James Taylor o Nina Simone.
En la plaza conviven, en domingo, un grupo que toca jazz, jóvenes que bailan espontáneamente al lado de la banda, un pianista que va llevando su instrumento sobre ruedas a diversos lugares de la explanada, vendedores de hot dog, un equipo que filma una publicidad, joven modelo cool de la citada publicidad, reportera y camarógrafo que realizan encuestas para la televisión, niños que corren a ardillas entre los árboles, hombres y mujeres practicando desde tai chi hasta hula hula.
Se dice que Bob Dylan cantaba, en los tiempos míticos del barrio, junto a la fuente de Washington Square.
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