Viernes, 19 de mayo de 2006 | Hoy
Así describió el actor Rubén Stella el interés que despierta la obra "Guayaquil", que protagoniza junto a Lito Cruz. Con textos de Pacho O'Donnel, se estrena mañana en la Lavarden.
Por Edgardo Pérez Castillo
Quizás sea como consecuencia de la presencia en escena de dos pesos pesados del teatro argentino. O tal vez por la magnética figura de esos próceres con espíritu de unidad latinoamericana. Lo cierto es que Guayaquil --la obra escrita por Pacho O`Donnel que interpretan Rubén Stella y el también director Lito Cruz-- agotó rápidamente las localidades para su primer función en Rosario, ésa que se desarrollará mañana a las 21 en la Sala Lavardén. Aunque, atentos a la expectativa generada en torno a una puesta que recrea el enigmático encuentro que mantuvieran en esa localidad los generales José de San Martín y don Simón Bolívar, los realizadores ofrecerán una segunda función en el teatro de Sarmiento y Mendoza, la cual se desarrollará mañana mismo, desde las 22.30.
Feliz de conocer la novedad de esa segunda función, Rubén Stella es el responsable de analizar las razones que hacen de Guayaquil una propuesta convocante. "Creo que lo que la obra promueve es la expectativa de ese misterioso encuentro. Misterioso porque la historiografía se encargó de poner en un cono de sombras a ese encuentro entre los dos grandes líderes del Siglo XIX de la América del Sur, los parteros de América, los que ayudaron a que América se pariera como tal. Ese encuentro de por sí inspira cierto misterio. Si a esto le agregamos el momento histórico que nos toca vivir, que tiene que ver con la recreación de este sueño de América del Sur unida, solidaria, que se promueve como bloque para enfrentarse a los grandes intereses internacionales, eso hace el resultado final. A esto se podría agregar que una de las intrigas que imagino que el espectador tiene, es ver funcionar a estos dos hombres, oírlos hablar, ver cómo se miraban, cómo se instalaban frente a frente y discutían, cada uno desde su posición, tratando de conseguir y lograr el mismo sueño. No son pocos los atractivos que, a los ojos de los espectadores, aparecen, y espero que podamos cumplir con esas expectativas", relató a Rosario/12.
- ¿La construcción de los personajes se ciñó a los documentos históricos o se permitieron una visión personal sobre cómo se hubieran comportado esos dos próceres?
- Está ceñido a los documentos históricos, pero no pudimos dejar de ponerle nuestra impronta. Incluso desde la dirección aparecía la idea de que estos seres humanos fueran articulares, vivos, concretos, de carne y hueso, y no instalados en el bronce, rígidos y férreos en cuanto a la imagen que uno puede tener de ellos a través de la iconografía que reconoce. Al contrario, en todo caso aparecen como seres muy vivos, puestos en el momento en que está transcurriendo la historia, pero con un respeto en relación a lo que la historia misma los hizo jugar. Vamos a encontrarnos con un San Martín un poco alicaído de salud, como se dice que estaba en esos días, con su inclinación al láudano para calmar sus dolores, que algunos dicen eran de origen estomacal y otros respiratorios. Un San Martín sin apoyatura política de ninguno de los países a los que había libertado, ni de Buenos Aires o las Provincias Unidas, ni de Chile o Perú, que ya atravesaba una crisis política. Y vamos a encontrar a un Bolívar más exultante, triunfador, con una campaña más victoriosa y con mayor apoyatura política, aunque también en medio de las permanentes crisis que ha tenido Bolívar en relación a la instalación de su poder.
- Después de ese encuentro San Martín abandonó la toma de armas. ¿Tiene que ver con que después de la reunión pudo confiar en la juventud de Bolívar, que delegó en él la continuación de la gesta? ¿O se relaciona con la resignación al cumplimiento de ese sueño compartido?
- Es un hecho muy sintomático el tema de que después de esa entrevista San Martín no tuviera más mando militar, no empuñara más un sable ni estuviera al frente de un ejército. Esto creo que tiene como razón que él percibe que Bolívar tenía la fuerza suficiente como para llevar adelante el proyecto. Y a su vez se lo ve cansado, fatigado de lidiar con las luchas internas en las que se vio envuelto hasta ese momento. Me parece que esa razón, y un acto generoso en un sentido, hacen que San Martín deje el mando y delegue la totalidad del proyecto en Bolívar. En la obra misma San Martín dice: "Diez mendigos pueden vivir debajo de una carpa, pero dos generales no pueden estar al frente de un ejército". Creo que esta comprensión hace que San Martín resigne su poder y lo delegue en Bolívar.
- Volviendo a lo que usted decía al comienzo, y que tiene que ver con este reflotar del sueño de unión americana, ¿cree que en este contexto político la obra cobra una mayor significancia que la que hubiera tenido, por ejemplo, durante el menemato?
- Sí, por supuesto. Mi viejo siempre decía: "Más vale ser oportuno que ser invitado". Creo que esta obra tiene una suerte muy oportuna, porque justamente estos son los momentos en que se habla de recuperar esta unidad en América del Sur. En otro período de nuestra historia posiblemente hubiera pasado, no digo desapercibida, sino como un dato más del momento teatral de la Argentina. Hoy tiene una repercusión, incluso a nivel internacional, mucho más impactante. De hecho, en cuanto gente de la Embajada de Venezuela y Bolivia vieron el espectáculo, inmediatamente se pusieron en contacto para llevar la obra a esos países. Y en un par de semanas estamos viajando a Venezuela para hacer el espectáculo en Caracas y Guayaquil.
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